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Cuales es la Perspectiva de la Infancia. Espejos rotos


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2015  •  Monografías  •  2.497 Palabras (10 Páginas)  •  387 Visitas

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29-6-2015[pic 1]

Prof. Lengua y Literatura - IES Clara J. Armstrong
| García, Patricia. Ovejero, Selene. Ponce, Noé

Perspectiva de la Infancia

Espejos rotos, los límites y las marcas en la infancia

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Planteamiento del problema


* ¿Son importantes los límites?

* ¿En qué deberíamos basarnos al imponer límites?

* ¿Hay que tener en cuenta el problema del niño al momento de educar?

* ¿Son importante los padres en la educación?




Objetivos

* Reconocer y reflexionar cuáles son las posibles dificultades que producen las huellas en la infancia.

* Determinar de quién es la responsabilidad a la hora de educar.

* Valorar hasta qué punto son positivos los límites.
























Introducción

Los primeros años de la vida son decisivos, fundamentales. Allí pueden inscribirse marcas que permanecen en el tiempo y también pueden dejarse planteados los esbozos de un futuro saludable a desplegar.
Por esto es esencial entender de qué se trata la infancia, los conflictos, dudas, necesidades o frustraciones que se dan en el niño, tanto en el núcleo social (amigos, familia, entorno afectivo) como los que se originan en su interior. Estos podrían ser, por ejemplo, manifestaciones en el aula (estados de ausencia, mal comportamiento, falta de atención, agresividad, anulación, prepotencia, desobediencia, apatía). Cuando ocurre alguno de estos problemas los maestros suelen creer que la causa de ese problema está en la casa, mientras que en la casa culpan a la escuela.
Otro punto a tener en cuenta es la necesidad y la eficacia de poner límites, considerar quién es el responsable, cómo y en qué momento establecerlos.




























Infancia, del latín infantia, “In” como negación y “For” habla, por tanto quien no sabe hablar. La infancia es una construcción histórica, social, y por lo tanto está sujeta a mutación permanente. La infancia se constituye como la etapa de la vida en la que se espera la adultez, es el primer escalón de un circuito vital que progresa hacia la madurez. Los niños se definen por lo que no son aún y lo que no pueden hacer.
Los cambios en la infancia se viven en el aula como desacople entre lo que el maestro espera y el modo en que los niños efectivamente se presentan. Y esa incomodidad, que llega a ser puente de un profundo malestar, muchas veces se resuelven a través de una rotulación del caso.
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                   ║     “Alumno problema – los problemas del alumno”    ║ 
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Cuando en realidad se debería de considerar que los seres humanos son (es decir, los niños también) seres sensibles, pero  lamentablemente se cree que se debe ser fuerte, que nada los debe afectar y que se puede mostrar alta tolerancia al dolor. Esto no es cierto. Lo único cierto es que aprenden muy rápido a anestesiar el dolor. Hasta los niños muy pequeñitos lo aprenden rápido. Aprender a callar si se les pega. Su llanto no es porque se convirtieron en niños buenos, su silencio es su estrategia para evitar más daño. Hay otros niños que aprenden a pelear y retar, esto no quiere decir que se hayan vuelto irrespetuosos y mal educados sino que ellos siguen deseando tener la suficiente fuerza para acabar con un trato abusivo. Los niños siempre intentarán terminar con lo que les produce dolor. Los niños únicamente desean (y todos los como adultos también) encontrar un acogimiento cálido y bondadoso desde el momento del nacimiento.

Cuando ocurre un problema los maestros suelen creer que la causa de los problemas está en la casa, mientras que en la casa culpan a la escuela. Por eso quizás el primer paso que se debiera dar es trabajar para que ninguno se sienta ajeno al problema, para que tanto la escuela como la familia comiencen a pensar que se trata de un problema compartido.
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                 ║     “El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes     ║ 
                ║          tienen   la responsabilidad de su educación y orientación”              ║ 

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Hoy en día los niños no tiene  internalizadas desde los hogares pautas de disciplinas debido a que los valores, normas y principios no son inculcadas adecuadamente, pero también habría que considerar los cambios de cada unidad familiar, la evolución de cada familia en el tiempo, relativas del ciclo de la vida familiar. Estas transformaciones tocan de lleno la escuela: si los niños y sus familias se transforman, la relación de los maestros, los directivos, la escuela en general con esos niños y esas familiar también cambiará y presentará nuevos cambios y desafíos.
Las circunstancias de la vida cotidiana, el trabajo y las ocupaciones obligan a menudo a padres e hijos a vivir separados. Los adultos son necesitados como fuente de afecto, enseñanza y experiencia. Los niños son poderosos pero no autosuficientes.
Muchos padres tienen la impresión de que la enseñanza del niño comienza cuando él va a la escuela, pero esto no es cierto, debido a que el padre es el primero y más importante maestro que el niño tiene, aun cuando el niño comienza a ir a la escuela, el hogar sigue siendo su sala de clase. Sabemos que ninguna persona al hacerse padre por algún artífice divino obtendrá el conocimiento o incorporará ciertas cualidades que son necesarias, pero si hay un esfuerzo constante se podrá construir un camino por el cual guiar, dirigir y encaminar a estos pequeñuelos. Después de todo, serán estos niños los que luego se transformarán  en adultos, reflejando a la generación pasada. Tal reflejo puede ser aquellos que alegran el corazón de una madre, como también ser un espejo oscuro en el que los padres no querrán reconocer sus equivocaciones.
Las intenciones del padre no deberían ser un mero capricho  de que hagan lo que desean, lo que les gusta a ellos, que digan lo que es apropiado, que se expresen de la manera que les parezca correcta, que sean responsables, que no se peleen, que se vistan como a ellos les gusta, que sean generosos, que no se quejen, que no lloren, que no se ensucien, que sean buenos amigos, que aprendan lo más rápido posible todo lo que hay que aprender del mundo, etc. Más bien que sea para el bienestar y buena formación de sus hijos.

Cada situación de la vida deja una lección. Una lección positiva o negativa, pero siempre una lección. Las marcas de la infancia, las que quedaron marcadas con los juegos de placer o de displacer son prácticamente indelebles. Los distintos tiempos de la vida van inscribiendo diversos conjuntos de marcas entre percepción y conciencia que Freud denomina Sistema de Signos de Percepción.
El concepto de huella mnémica es usado por Freud, mientras que Lacan las denomina “marcas”, es la forma en la que se inscriben ciertos acontecimientos en la memoria. Esas huellas se depositan en diversos sistemas del aparato anímico, persistiendo permanentemente pero siendo reactivadas en determinados momentos. Un recuerdo puede ser reactualizado cuando se encuentre en un momento determinado, por ejemplo asociativo. Si se haya en otro contexto será inaccesible al sistema consiente.
Aunque seamos pequeños no hace falta comprender una situación para sentir su impacto, no nos exime del sufrimiento. Sufrir malos tratos, crecer sin la presencia de un padre, perder a alguien, vivir en un hogar desestructurado son realidades que hieren nuestra infancia e inconscientemente llegan a ser un trauma a punto de vestirnos con la armadura de la desconfianza. Los primeros de los años de la vida son decisivos, fundamentales, allí pueden imprimirse marcas que permanecen en el tiempo y también pueden dejarse planteados en el tiempo los esbozos de un futuro.
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                 ║     “.La enseñanza que deja huellas no es la que se hace de ║ 
                ║       cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón .. ”              ║ 

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Los padres son un modelo que los hijos imitan con gran facilidad. Este hecho resalta la importancia de manifestar una constante autenticidad en todo lo que hagan, una coherencia absoluta entre sus palabras y sus actos, un permanente autodominio de sus rasgos negativos de carácter.
Desde el nacimiento y durante todo el tiempo en que los hijos permanezcan en el hogar, los padres han de esforzarse con plena responsabilidad para orientarlos a que ellos puedan reunir aquellas cualidades psíquicas de más alto valor, que les conferirá un carácter equilibrado en todo sentido, pesando además en que ellos serán los padres del mañana, los que mantendrán en alto la antorcha de la educación en las generaciones futuras en el seno del hogar.
Otro aspecto fundamental para el cuidado y la formación de los niños es el que Sandra Cedrón propone como “límites”. Límites para aceptar, para crecer, pero también para enfrentarnos con nuestros propios límites y para pensar qué significa cuestionarlos.
Piaget insiste en brindar a los niños esa libertad de elegir y tomar decisiones. Sin embargo, reconoce que en la vida real no se puede dar libertad ilimitada, ya que en una relación jerárquica, cooperación significa obediencia racional a una autoridad, es decir por comprensión de la pauta dada por el adulto.
Los jóvenes y niños necesitan autoridad para crecer seguros. Y aunque Ud. no lo crea, ellos, además de necesitarla, la buscan, la piden, sino con palabras, en sus actitudes y conducta.
Los límites tienen la marca de una cultura y de una familia. Cuando se ponen límites se transmite un orden social integrado de prohibiciones y permisos.

Hoy se ve al niño como un sujeto activo que espera una pedagogía más centrada en el hacer, es decir, que se plantee que el chico piense, reflexione, vincule. Por esto el maestro juega un rol importante en su tarea educativa: deberá esperar y acomodar los procesos madurativos de los niños, ajustar expectativas a las posibilidades de grupo y respetar los tiempos individuales. Es difícil que se enseñe a aprender porque la escuela está estancada en la idea de que el profesor es el único transmisor del saber.
Para Tiramonti, no hay aprendizaje posible si no se construye un vínculo con el alumno de respeto y generosidad para enseñar. Hay chicos difíciles, pero también hay muchos más que esperan aprender y a un docente con voluntad de enseñarles. Muchas veces nos escudamos tras frases como: “Es un grupo difícil”, “a estos chicos no les interesa nada de nada”, en lugar de enfrentarnos a nosotros mismo y ver en qué estamos fallando.
La actitud del docente condiciona en parte el ambiente áulico. Mejorar ese ambiente áulico no implica trámites burocráticos ni inversiones económicas, no se requiere de técnicos, ni expertos en nada, sólo hace falta una actitud optimista.

La comunicación entre el maestro y el alumno es esencial cuando surge algún problema o cuando se requiere intercambiar información o concepciones de la realidad. El comunicarse es más que el simple intercambio de palabras entre personas.
Muchas veces el maestro encuentra desagradables, inaceptables o problemáticas muchas actitudes y conductas de los estudiantes. Casi nunca podemos alejarnos de estos problemas, y menos tenemos una visión objetiva y decidimos la respuesta apropiada. La clave para una buena relación comunicativa maestro-alumno es determinar por qué se siente perturbado por una conducta en particular, y luego, si se quiere volverse consejero y ayudar al estudiante a encontrar la propia solución pero siempre teniendo en cuenta de quién son las emociones y valores implicados. Al tratar de escuchar al estudiante y evitar precipitarse a dar consejos, soluciones, críticas, reprimendas o interrogatorios, el maestro mantiene abiertas las líneas de comunicación.
Es fundamental que el docente le confiera al alumno una respuesta asertiva comunicándole que nos importan, tanto ellos como el proceso de aprendizaje que se da en el aula. Es por esto que a la hora de entablar esta comunicación predomina el que escuchemos con atención a fin detectar problemas o actitudes, mirándolos a los ojos, dirigirnos a ellos por su nombre, con voz serena pero firme. Y, si fuera necesario, llegar a una negociación, a fin de que los cambios que necesitamos, tanto profesores como demás alumnos que integran el curso, se den de manera positiva.

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