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El Maestro Con Cariño


Enviado por   •  1 de Marzo de 2013  •  2.798 Palabras (12 Páginas)  •  558 Visitas

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AL MAESTRO CON CARIÑO O BREVE TRATADO SOBRE EL CONCEPTO DE PROFESOR Y LA DIVISIÓN EXISTENCIAL DEL HOMBRE

Emilio Velazco Gamboa

Marco Antonio García García

A los hombres y mujeres que han hecho

de la docencia un apostolado

y no un simple modus vivendi.

Un maestro de escuela

puede decirte lo que espera de ti.

Pero un verdadero maestro

despierta tus propias expectativas.

PATRICIA NEAL

1. Una breve consideración

2. Cuestión de términos

3. Valor de la presencia del educador

4. La división existencial del hombre

5. Consideraciones finales

1. Una breve consideración

En los últimos años se ha puesto de moda hablar sobre los retos que enfrentan la formación docente y la educación ante la llegada del nuevo milenio. Se habla de los retos en cuanto a la elaboración de programas que fomenten la actualización, la especialización y el perfeccionamiento de las capacidades de los profesionales de la educación.

Pero ¿alguien ha hablado o ha reflexionado acerca de la profundización, la sensibilización y la revalorización de la vocación de los docentes, no sólo por la formación académica de sus educandos, sino por su formación integral como seres humanos? Y aquí se debe señalar que formación integral engloba lo intelectual, lo social y lo moral.

2. Cuestión de términos

A guisa de comentario se dirá que, para poder aclarar los conceptos que se manejan en la educación, primero deberá cambiarse el término que se da a los hombres y mujeres que trabajan en ella y para ella, que es, además, la identificación con la actividad diaria a la que se dedican: el de Profesor.

¿Sabe usted lo que significa el término profesor? Esta palabra viene de la voz profesar, que en alguno de sus significados quiere decir ejercer una ciencia, arte u oficio, o enseñar una ciencia o arte. Además, significa “ejercer una cosa con inclinación voluntaria y continua”. Por tanto, profesor es la persona que ejerce o enseña una ciencia o arte.

Así, profesar es más que simplemente ejercer o enseñar una cosa con inclinación voluntaria o continua: equivale a consagrarse o a dedicarse a una actividad de manera total, tanto en lo individual como en lo colectivo, con el compromiso de servir por servir como premisa fundamental. Aquí ya se invade otro terreno: el de la vocación.

A su vez, la palabra Maestro significa “el que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo. Más aún, en este sentido, Maestro es “el que conduce”, “el que guía”, “el que enseña el camino”, y no solamente “el que instruye”. En dado caso, docente es el que enseña, instruye o adoctrina, pero además, es el hombre o mujer perteneciente o relativo a la enseñanza.

Así, lo más correcto sería que se les denominara docentes o trabajadores de la educación[1] dado que trabajan instruyendo, dotando a otras personas de conocimientos académicos elementales e incluso semiespecializados, es decir, semitecnificados, con la idea de que les servirán para la vida, lo cual no es totalmente cierto porque no es posible entender para qué puede servirle la geografía a alguien que trabaja como obrero en una fábrica, o el álgebra a quien es músico, abogado o albañil, a menos que sea como cultura general, lo cual evita que el individuo se convierta en un analfabeta funcional, pero que no es suficiente. Y aún así no faltarían las preguntas sobre el “por qué” de ese estudio.

El cambio de los conceptos no implica el de la esencia, pero en este caso, dicho cambio sí va de la mano con la transformación de la realidad ya que no se le puede decir Maestro a una persona que meramente se dedica a instruir, salvo en los casos en que, por su testimonio –o sea, su ejemplo y logros personales y profesionales–, se haga merecedor de tal título.

Se puede apreciar que este sistema de conceptos –profesor, maestro, educador, docente, trabajador de la educación– tiende un poco a reflejar la idiosincrasia del pueblo mexicano, pues, normalmente, la gente de escasa o mínima instrucción suele denominar de manera indistinta a quienes trabajan en el ámbito de la enseñanza. Y aún la gente que posee un poco más de desarrollo académico usa estos títulos sin mayor selectividad, ya que no es cuestión de cultura sino de conciencia.

Y lo que determina esta conciencia es el grado de participación de los educadores en los distintos aspectos de la vida de sus educandos –a quienes comúnmente se les llama alumnos– así como de la participación y relevancia que tengan en sus relaciones sociales y con su comunidad.

3. Valor de la presencia del educador

Hay un cuento que habla de la importancia de las opiniones de terceras personas en la forma de pensar o actuar del ser humano. Así, cuando se es pequeño –hasta los 5 o 6 años– el individuo se sustenta en la idea “Dice mi mamá” o “Dice mi papá”.

En el transcurso de la primaria, se piensa “Mi maestro –o Mi Maestra– dice...”. Ya en la secundaria, el individuo tiene otra visión: “Mis amigos dicen...” o “En la televisión –o en el Internet– dicen...“. Finalmente, ya entrando en la etapa adulta, la persona adquiere otra noción al preguntar “¿Quién demonios dice...?”.

Del mismo modo, cuando se está en la primaria –nivel básico de formación del sistema educativo mexicano– todos los educadores son “Maestros”, porque –se supone- son quienes dan la primera interpretación y apreciación de la realidad a los niños. Son, por decirlo así, los primeros facilitadores, los primeros traductores del mundo y sus fenómenos.

Después, en la secundaria, ya no son “Maestros” sino “Profesores”, porque en este período, los jóvenes –tanto hombres como mujeres– buscan el apoyo y el consejo de alguien externo a su casa para enfrentarse de manera más adecuada y exitosa a la realidad que, generalmente, suele presentarse adversa y difícil, llena de retos y crisis existenciales que la mayoría de las veces incluye a papá y a mamá como adversarios o como compañeros que no les comprenden.

Muchos educadores

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