Foucaul las ciencias humanas El triedro de los saberes
Yany NievaResumen29 de Abril de 2018
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FOUCAULT: LAS PALABRAS Y LAS COSAS - Capitulo X
Las Ciencias Humanas (CH)
El triedro de los saberes
La modernidad no es una categoría de tiempo, no es un acontecimiento cronológico, es un acontecimiento del saber. Es la última unidad de tiempo que plantea Foucault es la Modernidad, que es el cambio del saber del siglo XIX. La psicología marca el comienzo de la modernidad con la aparición de la forma hombre que es el acontecimiento arqueológico que permite el cambio de espíteme.
En la Modernidad el hombre funciona como a priori de cualquier discurso empírico sobre el hombre. Las CH del XIX no nacen como heredadas de algo anterior, no heredan del XVIII un espacio prescripto vacío que debe ser llenado; Las ciencias humanas surgen cuando se toma al hombre como objeto de estudio. En la época clásica el hombre no existía (tampoco la vida, el lenguaje o el trabajo) la decisión de hacer pasar al hombre del lado de los objetos científicos es una revolución en el orden del saber. Cada CH aparece por un problema, una exigencia, un obstáculo teórico o practico, la sociedad industrial constituye la psicología como ciencia, la inestabilidad de la posrevolución francesa produce la sociología. Esto se produce en una redistribución general de la episteme cuando, abandonando el espacio de la representación, los seres se alojaron en la profundidad de la vida, la riqueza en las formas de producción, las palabras en el devenir de los lenguajes. Pero, dado al mismo tiempo la teoría general de la representación desapareció y se impuso la necesidad de interrogar al ser del hombre como fundamento de todas las positividades, no podía faltar un desequilibrio: el hombre se convirtió en aquello a partir de lo cual todo conocimiento podía constituirse en su evidencia inmediata y no problemática. El hombre empírico pasa a posibilitar el saber empírico pero al mismo tiempo es el que autoriza a poner en duda todo conocimiento del hombre. De allí esa doble e inevitable disputa:
- Las ciencias del hombre que pretenden fundamentar las ciencias duras y éstas que intentan fundamentarse en contra de todo psicologismo y sociologismo
- La filosofía que acusa de ingenua la pretensión de las CH de autofundamentarse y las CH que reclaman al hombre como su patrimonio.
En la época clásica el campo del saber era homogéneo. Todo conocimiento procedía al ordenamiento por el establecimiento de las diferencias y definía las diferencias por la instauración de un orden, largas cadenas, pretendidamente exhaustivas, ordenaban las diferencias. Es decir, en la época clásica el conocimiento era pensado como algo homogéneo, era la matesis (una sola ciencia universal del hombre). Pero en el siglo XIX el campo epistemológico se fracciona porque surgen las ciencias especig¡ficas y se redistribuyen sin una lógica matematica. El campo de la episteme moderna ya no se ordena según el ideal de matematización clásica llenando de empiria una serie de espacios formales. La ciencias humanas dentro de la episteme moderna son parte de un campo heterogéneo, voluminoso, abierto pero articulado en tres dimensiones:
- matemáticas y física que se ordenan deductivamente
- ciencias (lenguaje, vida, producción y distribución de riquezas) que relacionan elementos discontinuos pero análogos, de tal modo que pueden establecer entre ellos relaciones causales y constantes de estructura. Estas dos primeras dimensiones se relacionan en la posibilidad de matematizar la vida, la riqueza y el lenguaje.
- la filosofía que como pensamiento de lo mismo, traza un plan común con la biología, economía y lingüística, generando ontologías regionales y otro plan común con la matemática para formalizar el pensamiento.
Las ciencias humanas están excluidas de este triedro epistemológico, ya que no se las puede encobtrar en ninguna de las dimensiones. Pero de alguna manera puede decirse que están incluidas.
El triedro del saber es la tesis que Foucault propone para un darle lugar epistemológico a las ciencias humanas que no son ciencias naturales, no son cuantificables y que tampoco son especulaciones filosóficas. Todo este campo es heterogéneo, en el se articula las tres dimensiones para explicar la episteme moderna.
En este triedro se ubican a las ciencias formales, y las ciencias humanas se ubican en los intersticios que quedan entre uno y otro orden, se tocan pero ocupan otro lugar. No son ciencias, son saberes. El saber da lugar a las disciplinas y las ciencias humanas son disciplinas. Aquí se desplazan nebulosamente las CH, secundariamente al riesgoso psicologismo o sociologismo, lo que en una palabra podría llamarse “antropologizacion”, que es en nuestros días el gran peligro interior del saber. Las CH son intermediarios peligrosos en el espacio del saber (ya que representan algo así como una amenaza permanente para todos los otros saberes)
Pero a decir verdad, esta postura misma las entrega a una inestabilidad esencial, lo que explica la dificultad de las CH, su incertidumbre como ciencias, su peligrosa familiaridad con la filosofía que denuncia la complejidad de su configuración epistemológica.
La forma de las Ciencias Humanas
En las CH se observa un retiro de la mathesis, la desmatematización propugna una liberación de las empiricidades y paradójicamente una aplicación de las matemáticas a ámbitos imprevistos (ej.: biología). El retiro de la mathesis es lo que permite que aparezca el hombre como objeto del saber: un ser empírico-trascendental siempre entramado con lo impensado, separado de su origen.
Las relaciones entre CH y matemáticas son poco problemáticas, son más claras, mas serenas y en cierta forma más transparentes. El problema se da en las relaciones de las CH con la filosofía y el triedro biología-filología-economía. Las CH estudian al hombre en la medida en que éste vive, produce y habla pero el hombre no reduce su “funcionamiento” al modo biológico, comunicativo y productivo. El hombre es para las CH el ser que posee la extraña capacidad de poder representarse la vida, la riqueza y el lenguaje. El objeto de las CH no es la vida, la riqueza o el lenguaje, las CH humanas no estudian la vida sino el saber sobre la vida, etc., reconducen subrepticiamente a las ciencias de la vida, el trabajo y del lenguaje al lado de esta analítica de la finitud que nuestra cómo puede el hombre habérselas en su ser con esas cosas que conoce y conocer esas cosas que determinan en la positividad su modo de ser. Lo propio de las CH no es la dirección del contenido sino un carácter puramente formal, el simple hecho de que están en relación con las ciencias a las que el ser humano se da como objeto, en una posición de duplicación, un desdoblamiento sobre sí (siempre es posible hacer de las ciencias humana, la psicología de la psicología, etc.) LAS CH ESTAN EN UNA RELACIÓN HIPO-EPISTEMOLÓGICA: hunden al hombre que toman por objeto, al aldo de la finitud, de la relatividad, de la perspectiva, lo hacen inaccesible. La invencible impresión de vaguedad, inexactitud, imprecisión de las CH es epifenómeno de aquello que permite definirlas en su positividad.
Los tres modelos El dominio de las CH esta cubierto por tres ciencias o regiones epistemologicas: biología, economía, filología. Las CH se articulan mediante dos modelos:
- modelo imitativo: trasporta conceptos desde otros dominios del conocimiento.
- modelo constitutivo: desarrolla de categorías específicasen el saber singular de las ciencias humanas.
-Desde la superficie de la biología el hombre tiene “funciones”, es estimulado, responde, se adapta, evoluciona, borra desequilibrios (psíquicos, sociales) y despliega normas de ajuste para cumplir sus funciones. ---------Desde la superficie de la economía, el hombre tiene necesidades y deseos, ganancias y pérdidas, entra en conflicto con otros hombres, esquiva estos conflictos y establece reglas que son limitaciones y vueltas del conflicto. ------Desde la superficie de la filología, todas las acciones del hombre intentan comunicar algo, tienen una significación; objetos, ritos, hábitos, discursos, etc., son signos con un sentido coherente que forma un sistema. Función-norma, conflicto-reglas, significación-sistema cubren todo el conocimiento del hombre. Todos estos binomios no se limitan a funcionar dentro de una disciplina (por ejemplo, conflicto-regla en la sociología) por eso los objetos y métodos tienen límites imprecisos (psicología se mezcla con mitología, literatura y sociología). Las CH se entrecruzan, sus fronteras se borran, las disciplinas intermedias se multiplican indefinidamente, su objeto propio se disuelve.
En CH, la perspectiva discontinuista se opone a la continuista, esto se debe al carácter bipolar de los modelos. El continuismo se apoya en la permanencia de las funciones sobre los conflictos y las tramas de las significaciones. El discontinuismo se apoya en la especificidad de los sistemas significantes, en el emerger de la norma por encima de la función. Desde el XIX se observa primero el reinado del modelo biológico (Comte), luego económico (Marx) y luego filológico (Freud).
Una gran deriva ha hecho recular el primer término de cada binomio, función-conflicto-significación, poniendo de relieve los segundos términos: norma-regla-sistema. Se hizo necesario separar los funcionamientos normales de los anormales y así se admite una psicología normal y otra patológica, también se admiten patologías en las sociedades. Cuando el análisis se hizo desde la norma-regla-sistema, cada cosa adquirió su coherencia específica, su lógica no era deudora de un análisis formal sino autónomo. Todo puede ser pensado dentro del sistema, de la regla y la norma. Al pluralizarse, ya que los sistemas son aislados, las reglas forman conjuntos cerrados, y las normas son autónomas, el campo de las CH se encontró unificado. Freud es representante de tal unificación ya que borra la separación entre lo normal y lo patológico, lo positivo y lo negativo, etc.
Norma-regla-sistema nos remite al suspendido problema de la representación en las CH. Desde el XIX las CH se aproximan siempre al inconsciente. Estas categorías duales permiten la disociación del saber contemporáneo sobre el hombre entre la conciencia y la representación: vida-necesidad-lenguaje son duplicados por la representación en función-conflicto-significación de una forma que puede ser inconsciente. Norma-regla –sistema no se dan a la experiencia cotidiana, dan lugar a experiencias parciales nunca a representaciones exhaustivas. CH hablan sólo en el elemento de lo representable pero de acuerdo con una dimensión consciente-inconsciente (por ejemplo al sacar a la luz el orden de los sistemas las reglas y las normas. La dicotomía normal-patológico decrece acentuando la bipolaridad consciente-inconsciente.
La representación no es sólo un objeto para las CH, es el campo mismo de las CH y en toda su extensión, es aquello a partir de lo cual se hacen posibles las CH. Por ello las CH desde el XIX no pudieron delinear el primado de la representación. Las CH nacen junto al hombre (elemento que antes no existía en el campo de las episteme). La CH al abordar la representación, abordan su propia condición de posibilidad, por eso siempre están en una movilidad trascendental, ejercen sobre sí mismas una perpetua reanudación crítica. Intentan desmitificarse antes que precisarse o generalizarse. El inconsciente no es un problema circunstancial con el que las CH se cruzan, sino un problema coextensivo a su existencia, su constitución misma.
Las CH no están constituidas por el hombre, es la disposición general de la episteme la que les da lugar. Hay CH siempre que se analiza en el nivel del inconsciente normas-reglas-sistema. Las CH no constituyen mera ideología (creencia u opinión) pero tampoco son estrictamente ciencias. Las CH constituyen “otra” configuración del saber. Su tangencialidad al inconsciente hace que las CH se desplieguen mediante transferencias de modelos. El hombre debe ser dominio positivo del saber pero no puede ser objeto de una ciencia.
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