La Medicina

En “El Chinago”, tal era el nombre que los nativos de Tahití daban a los chinos que trabajaban de sol a sol en las plantaciones, vemos el abuso de la Compañía Inglesa, la cual hace funcionar el modelo productivo de Tahití gracias a la mano de obra de cientos de trabajadores chinos, que padecen “contratos” por los cuales están reducidos a la virtual esclavitud durante cinco años.

Así, dos potencias europeas, una gerenciando la producción y la otra administrando el territorio, construyen su beneficio, a expensas de los hombres que serán sus esclavos durante cinco años, para luego regresar a su patria con una paga que allí les representará una pequeña fortuna, para aquellos que logren regresar.

Ah Cho, el protagonista de la historia, es víctima de la miseria reinante en su propio país, así como de la política imperial de la Compañía Inglesa responsable de las plantaciones de algodón en Tahití. Él prefiere ser esclavo por cinco años a medio dólar el día, que una vida de trabajo en China ganando diez dólares al año. Sabe que así podrá compensar sus cinco años de esclavitud con una vida tranquila y contemplativa una vez concluido el “contrato”, con esposa e hijos que crecerán para venerarlo. Su carácter y su modo de pensar le llevan a tolerar el sufrimiento actual con tal de obtener paz y relativa calma para su futuro.

La abismal diferencia cultural entre Ah Cho y sus empleadores es también protagonista de la historia y un factor desencadenante de la tragedia. Él entiende que mientras en China el asesinato de un trabajador se hubiese esclarecido muy rápido gracias a las torturas ordenadas por un magistrado, en Tahití los franceses prefieren las declaraciones ante un tribunal en vez de torturar, con lo cual, a criterio de Ah Cho, nunca podrán saber la verdad, y finalmente cinco hombres inocentes son condenados por un crimen cometido por otro.

Los hombres blancos son presentados como seres completamente inentendibles, y sus actitudes resultan inexplicables para los trabajadores chinos, que no creen que nada malo pueda ocurrirles porque ellos no cometieron el asesinato. Pero los trabajadores se equivocan, a la Compañía Inglesa le interesa más la urgencia por los dividendos que esclarecer la muerte de un trabajador, otro chino al fin de cuentas, y lo más importante es brindar un rápido ejemplo y un escarmiento, no sea cosa que a los demás trabajadores se les ocurra comenzar a matarse entre sí, con la consecuente merma en los dividendos para los inversores.

London nos retrata a los chinos como hombres humildes y moderados, capaces de controlar sus instintos, a diferencia de sus patrones europeos, que son desmesurados y glotones; devoran la comida y la bebida con sus cuerpos, así como sus bolsillos devoran el algodón de Tahití y cada partícula de vigor de los trabajadores esclavos. Los chinos son presentados a su

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