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La insurrección de José Leonardo Chirino (1795)


Enviado por   •  30 de Noviembre de 2014  •  Tesis  •  3.820 Palabras (16 Páginas)  •  295 Visitas

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mn-lbkkja) La insurrección de José Leonardo Chirino (1795)

El movimiento insurreccional del zambo José Leonardo Chirinos en Curimagua, pueblo de la serranía de Coro, constituye una de las primeras manifestaciones importantes de la crisis en la sociedad colonial venezolana del siglo XVIII. En la región de Coro no existía un clima de de violencia social superior al de otras partes de Venezuela, al contrario podría decirse que el régimen de explotación que sufrían los esclavos del área, era bastante benévolo comparado con las plantaciones del centro de Venezuela. No obstante será la Sierra de Coro el escenario de la rebelión.

En la jurisdicción de Coro habitaban 3.261 esclavos negros, de ellos 960 en la ciudad propiamente dicha[1]. Existía además una comunidad de once mil negros libres y pardos; muchos de estos negros libres formaban un grupo aparte, con barrios propios; éstos eran los llamados negros “loango”, la mayoría fugitivos de Curazao. Asimismo, junto a los grupos indicados anteriormente, formaban parte del cuerpo social los indios*, divididos en los en dos grupos: los libres o exentos de tributos (descendientes de los caquetíos) y los tributarios o “demorados” (descendientes de los Jiraharas y Ayaguas). Para completar el cuadro social, agregaremos que el grupo blanco –dentro de él los propietarios de tierras, esclavos y dinero– representaba la minoría étnico-social, aproximadamente diez por ciento del conjunto en total.

Como bien los señala Marianela Ponce, a diferencia de la población aborigen para la cal fue menester crear un nuevo derecho, la esclavitud ya tenía un estatuto legal en Europa antes de crecer en Hispanoamérica[2]. Bajo las directrices del derecho castellano y los preceptos establecidos en la legislación de Indias, funcionó en Hispanoamérica la legislación para la esclavitud. Estas normas se hallan recogidas en la Nueva Recopilación de las Leyes de Castilla, publicada en 1567 bajo el reinado de Felipe II y en el Código de las Siete Partidas, elaborado por Alfonso X El Sabio entre los años 1250 y 1263[3]. Estas leyes (que, a su vez, toman lo sustancial del derecho romano), son las que se aplican en Hispanoamérica hasta el fin del dominio español a comienzo del siglo XIX. A medida que se fue aumentando el número de esclavos, la realidad local impuso las características peculiares de cada esclavitud, con diferentes matices.

Es por ello que, además de estos ordenamientos, existían gran cantidad de disposiciones reales para la esclavitud, representadas en Reales Cédulas, Reales Ordenes, Reales Provisiones, Pragmáticas, etc., dirigidas a resolver problemas concretos del esclavo hispanoamericano. De éstas, la última disposición real sobre la esclavitud que llega a América antes del amotinamiento de José Leonardo Chirino y que pareciera haber creado gran expectativa entre los esclavos, fue la Real Cédula del 31 de mayo de 1789[4].

Orígenes de la Insurrección

Distintas causas –de diferentes órdenes– dieron origen a este movimiento. La variable condición social en que se encontraban los negros y los aborígenes, representa un motivo de importancia, pues todos los negros aspiraban a ser libres y todos los indígenas a ser exentos. Así estaban las situaciones cuando llegó la noticia, en la cual el Rey de España había acordado la libertad de los esclavos. La cédula que esto ordenaba había llegado a Venezuela, pero las autoridades reales y especialmente el Cabildo de Caracas se oponían a darle cumplimiento, por ser atentatoria a los derechos de los propietarios. Para 1790 ésta era una verdad, aceptada por los negros de la serranía, pues un hechicero llamado Cocofió se había encargado de propagarla por todas las haciendas. Se decía incluso que José Caridad González, un negro que tuvo la oportunidad de ir a la Península y logró conseguir con el Monarca títulos de propiedad para los negros loangos de las tierras de Macuquita, había visto en España la referida cédula. Dentro de este esquema, el Rey aparecía como un “Santo” dispensador de bondades, y la autoridad y los amos, como unos seres despreciables. Así se fue encendiendo el rencor, sembrándose el germen de la rebeldía.

Esta vez tenían cierta razón los negros por sus sospechas. Se trataba en verdad del llamado Código Negro, el que, si bien no tenía el alcance que le daban los esclavos, pues en lo absoluto se refería a la concesión de la libertad, se establecía un régimen de mayor consideración para ellos.

Para el tiempo en que se propagaban los rumores, llegó a Coro como recaudador de los Derechos Reales, Juan Manuel Iturbe, quien puso todo su empeño en cobrar formalmente las contribuciones. Los aborígenes demorados debían pagar sus tributos –según el recaudador Iturbe– en dinero efectivo; el derecho de alcabala debía extenderse a todas las transacciones, por pequeñas que ellas fueran. A las mujeres –afirma Arcaya[5]– les embargaban en garantía de los impuestos sus rosarios, zarcillos y hasta pañuelos con que cubrían la cabeza. Estos hechos perjudicaban principalmente a los esclavos y labradores libres de la Sierra, los cuales no disimulaban su descontento.

Otra causa fue el inicio de la Revolución Francesa, de la cual llegaban noticias. A Coro llegaban a través de La Guaira y Curazao. Durante el transcurso de la guerra franco-española aparecerían con frecuencia los corsarios franceses en las cercanías del puerto de La Vela. Los terratenientes corianos, quienes vivían gran parte del año en sus haciendas, comentaban los sucesos de dicha Revolución.

Uno de ellos, Don José Tellería, tenía como huésped en su hacienda de Curimagua al mejicano José Nicolás Martínez, que había llegado a Coro en 1794. Este Martínez era un hombre ilustrado, como también Tellería, y en sus tertulias, entre otras cosas, hablaban de los acontecimientos de Francia, del derrumbamiento del antiguo orden social, de la proclamación de la República y la igualdad para todos, del ajusticiamiento del Rey y de la guerra con España; además preveían que el triunfo de los franceses podría traer como consecuencia un desembarco de los corsarios de esta nacionalidad para apoderarse de Coro.

Estas conversaciones las escuchaban los criados y los esclavos quienes las comentaban entre los suyos. Todas estas cosas llegaban a conocimiento de un negro libre de nombre José Leonardo Chirino, quien además las escuchaba directamente pues vivía en la casa de Don José de Tellería, señor a quien servía. Él era hijo de un esclavo de Don Cristóbal Chirino –de donde venía su apellido– y de una india libre – caquetía– llamada Cándida Rosa.

José Leonardo Chirino había acompañado a Don José Tellería en sus viajes de negocios a Curazao y Haití, donde

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