Las metamorfosis de la pubertad: preparación para la meta
mariajosegavilanEnsayo26 de Septiembre de 2016
3.366 Palabras (14 Páginas)395 Visitas
Las metamorfosis de la pubertad: preparación para la meta
Mariajosé Gavilán Echeverría
Universidad Centroamericana de Ciencias Sociales
Resumen
Según este nuevo lenguaje que hemos intentado ir aprendiendo en el transcurso de estas lecturas, me propongo una articulación entre el funcionamiento de la angustia, la vida pulsional y las tres instancias del aparato psíquico con el mundo exterior. Es probable que se me escapen ciertos nexos que puedan aparentarse como obvios para el ojo del profesional fluido, sin embargo, al mejor estilo de Freud me autorizo en este espacio a ir aprehendiendo las representaciones abstractas correctas de estas complejas concepciones (básicas del lenguaje y la práctica psicoanalítica) a través del ejercicio escrito, obra de mi impresión. Espero sí, no tergiversar aquellas relaciones y conceptos insoslayables.
Economía psíquica: Angustia y vida pulsional
La conferencia 32 de Freud de las Nuevas Conferencias de introducción al psicoanálisis y otras obras (1932-36): Angustia y vida pulsional, retoma principalmente el concepto de angustia y su relación con la represión elaborado previamente en la conferencia 25 de las Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17) y la doctrina de las pulsiones elaborada a lo largo de varios escritos previos. Posterior al desarrollo de su segunda tópica, donde Freud elucida en el texto El yo y el ello (1923) las tres instancias del aparato psíquico: ello-yo-superyó y establece al mundo exterior como una cuarta instancia; luego de su elaboración respecto al narcisismo y la estructuración del yo (1914), después de Más allá del principio del placer (1920) y El malestar en la cultura (1930), Freud se ve en la obligación de retomar los conceptos de angustia y pulsión a la luz de las novedades que habían surgido con el paso del tiempo respecto a estas concepciones. Estos nuevos pasajes son harto gratos ya que retoman en manera resumida aquellos términos y procesos indispensables a esta disciplina articulándolos con estas nuevas observaciones.
Angustia
La angustia ha sido un tema central a lo largo de todo este desarrollo conceptual de Freud, sin embargo, como mencioné anteriormente, la descomposición de la personalidad anímica en un superyó, un yo y un ello obligaron a Freud adoptar otra orientación en el problema de la angustia. (1932, p 78) En la lectura de Los vasallajes del yo Freud establece claramente la relación de sometimiento que cumple el yo con el mundo exterior, el ello y el superyó, dejándolo con una permanente sensación de peligro generadora de angustia, ya que le es imposible satisfacer las necesidades de sus tres amos a la vez. Esta constelación yoíca nos deja como resultado la tesis de que el yo es el único almácigo de la angustia y nos deja en un primer plano la función de la angustia como señal para indicar una situación de peligro (Freud, 1932, p79). Ahora bien, ¿qué se entiende por angustia y cuáles son los tipos de angustia que podemos presenciar? En la conferencia 25 Freud (1916-17) establece que la angustia es un estado afectivo, una reunión de determinadas sensaciones de la serie placer-displacer con las correspondientes inervaciones de descarga y su percepción. Este estado afectivo, nos dice, es probablemente precipitado por un evento significativo incorporado por vía hereditaria. El proceso del nacimiento va a ser reconocido por Freud como ese evento significativo, traumático, que nos deja esta huella afectiva de la angustia. Freud (1932) apunta: Recurrimos al proceso del nacimiento como el evento que deja tras sí esa huella afectiva; en él, los cambios en la actividad del corazón y la respiración, característicos del estado de angustia, fueron acordes con el fin. (p 75) Esta primer angustia va a ser denominada por Freud como una angustia tóxica que servirá como nuestro arquetipo de angustia. Posteriormente pasa a establecer la diferencia entre los dos tipos de angustia que existen: la angustia realista y la angustia neurótica. Se habla también de una angustia moral, la cual retomaré en el pasaje sobre la vida pulsional.
Angustia realista
La angustia realista es aquella que parte de un peligro externo (en el entorno) que genera lo que Freud denomina el apronte angustiado; un estado de atención sensorial incrementada y tensión motriz. (1932, p 76) El desarrollo de la angustia en este caso tiene dos vías a tomar: la posibilidad de repetición de una antigua vivencia traumática funge como una señal y el sujeto en base a esto se adapta ante la nueva situación de peligro mediante sus recursos disponibles, o bien, el sujeto se queda enganchado en aquella vivencia pasada y se da el desarrollo de la angustia plena dejando al sujeto con un estado afectivo paralizante sin posibilidad de actuar frente al entorno. (Freud, 1932)
Angustia neurótica
La angustia neurótica según Freud (1932) surge a raíz de una sensación de miedo interno que aparenta una carencia de fin, no se discierne concientemente. La angustia neurótica puede observarse bajo tres tipos de constelaciones: angustia expectante (flotante, lista para engancharse con cualquier situación pasajera), las fobias (angustia ligada a determinados contenidos de representación de apariencia desmedida), y por último la angustia en la histeria y otras formas de neurosis (no se vislumbra la asociación con un peligro exterior, acompaña a síntomas, emerge como un ataque de angustia o como un estado de angustia permanente). (Freud, 1932)
Angustia y represión
Teniendo ya establecido el término de angustia como un estado afectivo que nos anuncia la emergencia de un peligro, podríamos preguntarnos a qué se le teme en el caso de una angustia neurótica y esto a su vez nos llevará a entender la relación entre angustia realista, angustia neurótica, pulsión, represión y síntoma. Recalco aquí la importancia del yo como mediador entre las instancias psíquicas y el mundo exterior. Me es necesario también remontarme sobre la importancia del principio del placer: el aparato psíquico tiene como finalidad última la evitación del displacer y la procuración del placer. El yo, encargado de la negociación, se vale de los mecanismos de la represión para evitar cuotas altas de displacer. El sujeto a su vez se ve enfrentado al principio de realidad, limitando ciertos impulsos o postergando la gratificación inmediata a favor de la adaptación social y la satisfacción a largo plazo. Añado en este punto el efecto de la condición desvalida a la que se enfrenta el ser humano y su dependencia prolongada con aquellos que cumplen la función materna y paterna que recae sobre estos procesos.
Comienza así la historia. ¿A qué se le teme en la angustia neurótica? Se le teme indudablemente a la libido, si no es posible darle salida a una moción pulsional, esta se acumula y se produce la sensación de displacer que se muda directamente en angustia. Freud (1932) afirma: Aquello a lo cual se tiene miedo es, evidentemente, la propia libido. (p 78) Ya sabemos, según lo visto en Introducción del Narcisismo (1914) y en El yo y el ello, (1923) que en el organismo primario no hay una diferenciación entre organismo y mundo, nuestro yo se encuentra desvalido a merced de las mociones pulsionales del ello y sus primeras investiduras de objeto. A partir de estas relaciones objetales se va constituyendo el yo y el superyó, quedando el primero, como sabemos, a cargo de las negociaciones entre las instancias. Entonces aquel organismo primario que inicia con la satisfacción directa de las mociones pulsionales del ello pronto se da cuenta de que además de esas pulsiones, cuenta con la exigencia de la satisfacción de ciertas necesidades orgánicas para asegurarse su conservación y un otro (objeto) es relacionado a ello. La moción pulsional irá dirigida entonces al objeto que procura estas satisfacciones.
¿Qué pasa con nuestro organismo en sus primeros años de infancia cuando se ausenta aquel proveedor de seguridad? Freud aquí se vale de la ejemplificación del resultado de las fobias infantiles. No es el miedo al otro o a la soledad lo que despierta la angustia en el niño/a sino la añoranza por el objeto; queda el afecto suelto y se trasmuda en angustia. Esta angustia se podría relacionar posteriormente con el entorno como sucede en las fobias. También podemos usar de ejemplo la mudanza de angustia en represión según lo que sucede en el complejo de Edipo. La investidura libidinal originaria de la moción pulsional queda anclada al objeto madre, nuestro yo aún endeble se percata de la imposibilidad de consumar esa relación y siente angustia frente a ese peligro exterior (angustia realista) amenazante que le impone la inaplicabilidad de su moción pulsional. Nos dice Freud (1932): (...) ese enamoramiento le aparece como un peligro interno, del que debe sustraerse mediante la renuncia a ese objeto, sólo porque convoca una situación de peligro externo. (p 80) El peligro externo o bien puede ser la amenaza al castigo de la castración o en el caso de la niña la angustia a la pérdida de amor. Esa dosis de angustia crea la represión, el niño/a se ve obligado a resignar el objeto. Freud (1932) nos vuelve a remitir en este momento a la angustia originaria del nacimiento como un camino que se vuelve a recorrer en cada situación de angustia. Valiéndose del juego de las investiduras (contrainvestidura, sustracción de la investidura, sobreinvestidura) la represión podrá ser sofocada por completo, parcialmente sofocada o una mezcla de estas reacciones en montos variables. El resultado podrá ser entonces el desarrollo de la angustia plena (no hay un objeto asociado al afecto), la formación de un síntoma (el afecto carga de investidura otro objeto) o el yo acoge la moción reprimida en su interior como una formación reactiva, como refuerzo de ciertas disposiciones. (Freud, 1932) En este último resultado vemos implicada la instancia parental asumida como el superyó y los inicios de la formación del carácter. Citando a Freud (1932):
...