Mascaras. El desfile era incesante y diseñaba nuevos caminos al mezclar cada sonido con alguna imagen

El desfile era incesante y diseñaba nuevos caminos al mezclar cada sonido con alguna imagen, congelando el tiempo en un momento irrepetible. Las historias miraban y formaban esperanzas distintas, aunque la realidad era la misma. Cada gesto observado se transformaba en el misterio de no saber que hubiera sido de él sin que esa mirada lo alimentase. Mientras tanto la energía contagia sonrisas, suspira alivios y vomita carcajadas. Hay una comunión en el aire de libertades compartidas, misterios conocidos que derivan en secretos no vividos. La música cambia con cada compas rítmico pero por el viento, los arboles y los latidos. Chispas mágicas de sentimientos condensados simulan reflejos que provienen de la nada. Pequeños fragmentos de tiempo vuelan hacia las mentes para esconderse en un recuerdo aunque a veces se chocan entre ellos y generan un bostezo. Hay ventanas de ojos cerradas por años de cultura y educación obligada, que llevan a la nada. Imágenes congeladas de espectros de otro tiempo que nos marcan que pasamos, a veces sin permanecer. Amores únicos que se pierden entre todos y se suben a los hombros de las miradas para buscar quien los vea con los aplausos de las pestañas. Cuerpos desnudos que se unen sin entregarse, ojos abiertos que miran sin ver y espíritus cerrados que piden con gritos de silencio poder trascender. De a poco se empiezan a colocar los vestidos y las mascaras, despojándose de los límites y los miedos. Y cuando terminan de disfrazarse, empieza el carnaval y comienzan a ser ellos.

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