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PREGUNTAS INOCENTES- RESPUESTAS NATURALES


Enviado por   •  24 de Junio de 2013  •  2.313 Palabras (10 Páginas)  •  378 Visitas

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¿PREGUNTAS INOCENTES...?

RESPUESTAS NATURALES

1

Hace poco tiempo me encontraba en un parque sentado en un banco de madera

vigilando a mis nietos que correteaban entre los balancines, toboganes y columpios

que allí había.

Al poco rato un matrimonio joven se sentó a mi lado ya que era el único sitio libre en

todo el recinto y mientras su hijo jugaba por las instalaciones del parque corriendo

tras las palomas que picoteaban los restos de merienda de los niños.

En un momento determinado el niño se acercó s sus padres corriendo y preguntó.

- ¿Papá porqué vuelan las palomas?, tras unos segundos de silencio ambos padres

contestaron a la vez

Por que tienen alas, contestó el padre, porque las asustas, dijo la madre.

El niño permaneció unos instantes mirándoles con cara interrogante y al ver que sus

padres daban por terminado el coloquio salió corriendo de nuevo tras las aves.

Una hora más tarde la pareja se marchó y llegaron mi mujer y los padres de mi nieto

que se habían quedado en casa terminando de arreglarse y se sentaron junto a mí y

mientras charlábamos se acercó corriendo el niño y dijo

- Papa, papá ¿Porqué…? y antes que sus padres contestaran nada cogí a mi nieto por

la manó y le acerque a mi al tiempo que le explicaba en lenguaje infantil la respuesta

correcta a su pregunta.

- ¡Ah! Exclamó el niño con evidente señal de que lo había comprendido y siguió

jugando tranquilamente.

2

¿PAPA PORQUE…?

Esa es la pregunta universal con que todos los niños desde el origen de la vida

bombardean a los padres diariamente en su afán de comprender

porqué suceden las cosas..., ¿Porqué vuelan los pájaros?..., ¿Porqué

nadan los peces?..., ¿Porqué cojea ese señor?..., ¿Porqué tienen distinto

sexo él y su hermanita?..., ¿Porqué tienes pelos en las axilas y yo no?...,

¿Porqué te afeitas papá?..., ¿Porqué te pintas mamá?..., ¿Porqué?...,

¿Porqué?..., ¿Porqué?..., ¿Porqué?..., ¿Porqué?...

Y así todos los días a todas horas y en cada momento en que el retoño intenta

comprender algo que su vista ha fotografiado y que la memoria del ordenador de su

mente todavía no ha grabado o por lo menos no lo ha hecho con la definición tan

exacta como para entenderla.

Para estas ocasiones todos los seres de la creación son infinitamente sabios, bueno

todos menos el hombre, y así como en todos los casos los padres enseñan a sus

retoños los secretos de la vida, bien genéticamente o por paciente aprendizaje, el ser

humano se inhibe casi totalmente de este deber de progenitor y solo se concentra en

los principios básicos para librarse de ciertas tareas engorrosas como alimentarles o

limpiar pañales, el resto lo dejan a cargo de la madre Naturaleza.

Esta cumple su función primitiva como con el resto de los retoños de la creación pero

a pesar de su sabiduría la Naturaleza no dispone de medios para introducir datos en

los archivos del cerebro humano, solo le provee de los medios necesarios para que los

asimile a través de las enseñanzas paternas.

Por consiguiente si los padres se desentienden de este cometido los niños por si solos

tardarían mucho tiempo en rellenar esa parte de su archivo cerebral y es entonces

3

cuando ante la recepción de un nuevo suceso en el espacio vacío de su mente provoca

la pregunta..., ¿Porqué?..., ¿Porqué?....

Y aquí viene la tragedia…, En un porcentaje muy elevado los padres escurren el bulto

con evasivas unas veces y reprimendas otras en las que la pregunta entra en el campo

que los padres consideran “Apto para mayores con reparos”.

El cuento de Teresa y Luis no es tan imaginario como podría parecer a simple vista en

los tiempos actuales ya que su infancia discurrió en momentos en los que hasta bien

avanzada edad la mayoría de ellos trataban de usted a los padres.

Teresa, tres años mayor, y Luis eran hijos de un matrimonio con una elevada

formación cultural pero educados en el seno de sendas familias de arraigado

sentimiento religioso y costumbres ancladas en el siglo XIX.

Ambos niños crecieron al amparo de un profundo amor paternal pero con un total

aislamiento en cuanto a la información que todos los niños necesitan para enfrentarse

en el futuro a la vida en solitario, hasta tal punto de que Teresa no descubrió hasta los

seis años que su hermano tenía un apéndice del que ella carecía.

Automáticamente corrió hasta su madre para hacerle partícipe de su descubrimiento

más por el temor de que se tratase de un defecto físico de su hermano que por la

necesidad

...

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