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SIGMUND FREUD


Enviado por   •  17 de Junio de 2014  •  Biografías  •  4.118 Palabras (17 Páginas)  •  278 Visitas

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SIGMUND FREUD (1914g)

“Rememorar, repetir y reelaborar”

(Nuevas recomendaciones sobre la técnica del psicoanálisis II)

(“Erinnern, Wiederholen und Durcharbeiten”)

(Traducción, presentación y notas de Juan Bauzá)

Presentación

El título de este trabajo de Freud conjuga de manera lógica tres términos fundamentales en psicoanálisis, correspondientes a otros tantos conceptos: el recuerdo o la reminiscencia vinculado a la memoria y a las huellas mnémicas, de ahí rememoración como base del aparato psíquico; la repetición, noción fundamental que en psicoanálisis requiere y tiene un desarrollo conceptual específico, vinculado a la acción, a la represión y al retorno de lo reprimido, a la resistencia y a la transferencia; la reelaboración o también llamada preelaboración. Podríamos hablar tal vez como título: “De la repetición sintomática a la rememoración y de la rememoración a la preelaboración”.

El 18 de julio de 1914, Freud le escribe Ferenczi: “Estoy escribiendo un artículo técnico importante”. Va a constituir el segundo artículo publicado bajo la rúbrica: “Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis”, Hay que situarlo en este sentido entre: I. “El inicio del tratamiento” (1913), y III. “Observaciones sobre el amor de transferencia” (1915). Todos estos artículos forman parte de la serie de artículos de Freud sobre la técnica analítica, entre los que se hallan asimismo: “Sobre la dinámica de la transferencia” y “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, ambos anteriores de 1912.

Este artículo se vincula a ciertos fines u objetivos del análisis, desde la rememoración y la abreacción, pasando por el trabajo elaborativo de análisis de la repetición y de la compulsión a la misma, de las formaciones de lo inconsciente, de la resistencia y de la transferencia.

La repetición concepto fundamental, que podríamos contrastar con el trabajo de Kierkegaard sobre “La repetición”, lo que hará Lacan a lo largo de su enseñanza, abre la vía a “La otra cara del principio de placer” (1920) y al viraje decisivo que supondrá en la obra de Freud.

Juan Bauzá

No me parece inútil recordar una y otra vez a los estudiosos las profundas transformaciones que la técnica psicoanalítica ha experimentado desde sus comienzos. Al principio, en la fase de la catarsis breueriana, se enfocaba directamente el síntoma y se daba al origen y al momento de la formación de los síntomas la prioridad, orientándose el tratamiento del mismo a lograr reproducir (reproduzieren) los procesos psíquicos de la situación a la que estaban asociados, a fin de conseguir su derivación, y la de la cuota de afecto bloqueada con ellos, por medio de una actividad conciente. Recordar y abreaccionar eran en aquel tiempo las metas que se procuraba alcanzar con la ayuda del estado hipnótico. Luego, después que se renunció a la hipnosis, pasó a primer plano el trabajo de deducir desde las ocurrencias espontáneas del analizante aquello que no conseguía recordar o despejar en su significación. Se pretendía sortear la resistencia mediante el trabajo interpretativo y la comunicación de sus resultados al enfermo; así se mantenía el enfoque primitivo sobre las situaciones vinculadas a la formación del síntoma y sobre aquellas otras que se descubrían presentes detrás del momento en que se contrajo la enfermedad; en cambio, la abreacción era relegada y parecía sustituida por el trabajo que el analizante tenía que llevar a cabo para vencer, como se le pedía (por la obediencia a la regla  fundamental), la crítica contra sus ocurrencias espontáneas [contra todo aquello que le ve venía a la mente espontáneamente en la sesión analítica]. Por último, quedó plasmada la consecuente técnica que hoy empleamos: renunciamos a enfocar de manera exclusiva un momento o un problema determinados, y partimos del estudio de la superficie psíquica que el analizante nos presenta en cada encuentro, y nos valemos de nuestra interpretación, esencialmente, para descubrir y discernir las resistencias que emergen y hacérselas concientes al analizante. Así se establece una nueva modalidad de división del trabajo: el médico pone al descubierto las resistencias que el enfermo desconoce, y una vez vencidas las mismas, el paciente puede narrar con relativa facilidad las situaciones y relaciones problemáticas olvidadas. Desde luego que la meta de estas técnicas ha permanecido idéntica. En términos descriptivos: llenar las lagunas del recuerdo; en términos dinámicos: vencer las resistencias que mantienen la represión.

Hay que seguir agradeciendo a la vieja técnica hipnótica por habernos presentado, aislados y de algún modo esquematizados ciertos procesos psíquicos del análisis. Sólo a partir de ahí pudimos atrevernos a confrontarnos con situaciones más complejas en el tratamiento analítico, sin que perdieran su trasparencia.

El recordar, en aquellos tratamientos hipnóticos, era relativamente simple. El paciente se trasladaba a una situación anterior, que no parecía confundir nunca con la situación presente; comunicaba los procesos psíquicos de ella hasta donde habían permanecido normales, y agregaba lo que podía resultar por la trasposición de los procesos hasta entonces inconscientes en conscientes.

Intercalo ahora algunas observaciones que todo analista puede comprobar y corroborar en su experiencia. El olvido de impresiones, escenas, vivencias, se reduce las más de las veces a un «bloqueo» [retentivo] de ellas. Cuando el paciente se refiere a este olvido, rara vez deja de añadir: «En verdad lo he sabido siempre, sólo que no me pasaba por la cabeza o no había pensado o no lo relacionaba con esto o lo otro». Y no es infrecuente que exteriorice su desengaño porque no se le ocurren suficientes cosas que pueda reconocer como «olvidadas», y en las que no había vuelto a pensar desde que sucedieron. Sin embargo, también esta añoranza resulta de algún modo satisfecha, sobre todo en las histerias de conversión. El «olvido» no es verdaderamente tal y se ve restringido por recuerdos encubridores, tan universalmente presentes. En muchos casos he tenido la impresión de que la consabida amnesia infantil, tan importante para nuestra teoría, se ve totalmente contrapuesta o compensada recuerdos encubridores. En estos no se conserva sólo algo esencial de la vida infantil, sino en verdad todo lo esencial. Sólo hace falta saber extraerlo y desarrollarlo desde ellos por medio del análisis.

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