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Ser o no ser

christian25gdl14 de Marzo de 2012

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Después de haberlos conservados en el hogar hasta los siete o nueve años (siete años es la edad en la que los niños se separan de las mujeres para ir a la escuela o para integrarse al mundo de los adultos), se coloca, tanto a los muchachos como a las muchachas, en casa de otras personas, para el servicio ordinario, donde se quedaran unos siete o nueve años es decir, hasta los catorce o dieciocho años aproximadamente). Se les llama aprendices. Durante este tiempo, realizan todos los trabajos domésticos. El italiano estima que esta costumbre es cruel, lo cual significa que la misma sedesconocía o se había olvidado en su país.Este tipo de vida fue probablemente común a todo al occidente medieval.De manera general, la principal obligación del ni;o confiado a un se;or es la de “servirlebuen y en debida forma”.El servicio domestico se confundía con el aprendizaje, forma muy general de laeducación. El muchacho aprendía con la práctica, y esa práctica no se limitaba a unaprofesión, tanto más cuanto que no había entonces, ni hubo durante mucho tiempo,limites entre la profesión y la vida privada.La educación se hacía, pues, mediante el aprendizaje, y se daba a esta noción unsentido muchacho amplio que el que tomo posteriormente. No se conservaba los hijosen el hogar propio: se les enviaba a otras familias, con o sin contrato, para quepermanecieran y comenzaran allí su vida. Hay que ver en este aprendizaje unacostumbre difundida en todas las clases sociales.Para parecer buen educado, no era suficiente saber comportarse en la mesa, como hoydía; era preciso además saber servirla. El servicio de mesa ocupa hasta el siglo xvIII un

LUIS MARIO ALEMAN ACEVEDO

espacio considerable en los manuales de urbanidad o lo tratados de cortesanía obuenos modales.El servidos era un ni;o, un muchacho, que o bien estaba colocado en la casa por unperiodo limitado con el fin de compartir la vida de familia e iniciarse así a su vida dehombre.En esta transmisión del aprendizaje directo de generación en generación no habíaespacio para la escuela. En realidad, la escuela, la escuela latina que se dirigíaúnicamente a los clérigos, a los que hablaban latín, se presentaba como un casoaislado, reservado a una clase muy particular.El aprendizaje era norma común. Incluso los clérigos enviados a la escuela estabanfrecuentemente confiados, de pupilos como los demás aprendices, a un clérigo, a unsacerdote, a veces a un prelado, a quien servían. Dicho servicio fue sustituido, en elcaso de los estudiantes demasiado pobres, por las becas de un colegio, y ya vimoscomo esas funciones fueron el origen de los colegios del Antiguo Régimen.Es probable que algunas disciplinas técnicas, como la de la escritura, procedan a unaprendizaje ya organizado y escolarizado.En general la transmisión de generación en generación estaba asegurada por laparticipación familiar de los niños en la vida de los adultos. Así se explica esacombinación de niños y adultos que hemos observado tan frecuentemente a lo largo deeste análisis.En esas condiciones, el niño se desgajaba pronto de su propia familia, aunque luegoregresaba a ella, convertido en adulto, cosa que no ocurría siempre. La familia nopodía, pues, sustentar un sentimiento existencial profundo entre padres e hijos, lo cualno significaba que lo padres no quisieran a los hijos, si no que se ocupaban de ellos,mas en virtud de la cooperación de esos niños a la obra común, al establecimiento dela familia, que por ellos mismos, por el afecto que les tenían

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