CUARTA PALABRA: “DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?”
Carlos Fernando Martinez ClavijoApuntes11 de Junio de 2022
719 Palabras (3 Páginas)188 Visitas
CUARTA PALABRA: “DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?”
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? No podemos escuchar, sin estremecernos, esta palabra de labios de Jesús. ¿Cómo puede Dios abandonar a Dios? ¿Cómo puede el Padre desamparar a su Hijo? No es que el Padre haya abandonado a su Hijo, por el contrario, Jesús nunca dejó de existir en el Padre, ni el Padre en El. Su voz y su grito no son por tanto una protesta o una rebelión.
Jesús al pronunciar estas palabras, estaba orando, en sus labios había un rezo del salmo 22 que al inicio dice así: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Estas lejos de mi queja, de mis gritos y gemidos.” Y continúa el salmo. “Clamo de día, Dios mío y no respondes, también de noche, y no haces caso”
Jesús en la cruz, en medio del padecimiento, no estaba desesperado, por el contrario, estaba orando a su Padre, en medio de la aflicción propia del dolor físico, estaba sintiéndose cerca, protegido por su Abba.
Jesús sufre el tormento de la Cruz. Sufre, sobre todo, el escarnio de su Pueblo. Jesús es una Víctima, la Víctima, de la “cultura de la muerte y del desencuentro”; del uso perverso de la libertad, de un individualismo extremo que nos confiere un “poder absoluto sobre los demás y en contra de los demás”. La muerte de Jesús fue decidida por las autoridades del momento; se procedió contra Él siguiendo las formalidades de la aparente justicia. Los sumos sacerdotes lo acusaron de blasfemo. Roma, de traidor. Jesús estaba de más, molestaba; su mera presencia incomodaba el egoísmo de los fuertes.
Esta cuarta palabra resuena en la historia cada vez que, con el amparo de leyes injustas y con la cobertura favorable de una opinión pública contaminada, se aplasta a los débiles. ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué ese número inmenso de niños a quienes se impide nacer? ¿Por qué tantos pobres a quienes se les hace difícil vivir? ¿Por qué tantos hombres y mujeres víctimas de una violencia inhumana? ¿Por qué tantos ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad? Dios no parece intervenir para imponer la justicia.
El grito de Jesús es el grito del justo que sufre en el mundo ante un Dios que calla y que no interviene para salvarlo. Pero ese grito y ese silencio es la expresión del amor de un Dios que quiere compartir, en la experiencia del abandono, la soledad de nuestras noches, la oscuridad de nuestras desesperanzas, la angustia de nuestros desamparos. El amor de Dios se manifiesta en su compasión, en su derrota, en su debilidad, en su muerte.
A pesar de todas las calamidades y oscuridades que ensombrecen nuestra vida, Dios siempre está a nuestro lado si tenemos confianza y si nos dejamos encontrar por Él. En ocasiones no podemos comprender con claridad las acciones de Dios, porque la lógica de Dios, no es la lógica del hombre, por eso dice la Escritura: “Mis caminos no son vuestros caminos., ni mis planes vuestros planes”.
Normalmente no percibimos los planes de Dios hasta que pasa un tiempo en nuestras vidas. Los sufrimientos nos curten, las decepciones nos hacen fuertes, las crisis nos ayudan; pero en el momento de la tormenta lo único que vemos es que la barca de nuestra vida se hunde; nos hace falta esa visión profunda, para darnos cuenta de que Dios está atento a nuestras necesidades y viene a socorrernos cuando ya no podemos más.
Ante la libertad del hombre, que dice continuamente “no”, Dios parece fracasar siempre. Pero su amor es más grande que el “no” humano: “A cada “no” humano se abre una nueva dimensión de su amor, y él encuentra un camino nuevo, mayor, para realizar su “sí” al hombre, a su historia y a la creación”, decía Benedicto XVI. Con su grito, Jesús lleva al corazón de Dios el sufrimiento de todos los olvidados. Con su grito, con su abandono, provoca la transformación de la injusticia en justicia, de la enemistad en amor, de la soledad radical del sinsentido en la certeza de la cercanía de Dios a los que sufren: En la Cruz del Señor encontramos los creyentes “fuerza en la debilidad, gloria en el oprobio, vida en la misma muerte” (San León Magno).
...