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Importancia de lo Palabra de Dios en la Asamblea Litúrgica.

Luigui33Tesis5 de Septiembre de 2014

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EL MINISTERIO DEL LECTOR

Importancia de lo Palabra de Dios en la Asamblea Litúrgica.

El Concilio Vaticano II ha puesto de relieve la lectura de la Palabra de Dios: "Se expresan de modo admirable los múltiples tesoros de la única Palabra de Dios, ya sea en el transcurso del Año Litúrgico en el que se recuerda el misterio de Cristo en su desarrollo, ya en la celebración de los sacramentos y sacramentales de la iglesia o en las respuestas de cada fiel a la acción interna del Espíritu Santo3 ya que entonces la misma celebración litúrgica que se sostiene, se apoya principalmente en la Palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece esta palabra con una nueva interpretación una nueva eficacia". (Ordenación de las Lecturas de la Misa No. 3).

La Liturgia es por tanto lugar privilegiado donde la Palabra salvadora de Dios habla a su pueblo; "Cristo sigue anunciando el Evangelio y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración" (Constitución de Liturgia 33).

La Palabra de la Escritura, cuando se proclama en las celebraciones litúrgicas, constituye uno de los modos de la misteriosa y real presencia del Señor entre los suyos como lo enseña el Vaticano II: "Él está presente en su Palabra, pues cuando se lee en la Iglesia las Sagradas Escrituras, es él quien habla" (Const. De Liturgia 7).

La Misión del Lector.

El lector viene a ser como el intermediario de Dios entre su Palabra revelada y el pueblo. Su función consiste en hacerse mensajero y portavoz de la palabra de Dios. El lector litúrgico será el último eslabón para que la palabra de Dios llegue a su pueblo ofreciendo su voz, sus recursos de interpretación para que se realice esta encarnación de la Palabra. El lector también participa de la misión profética de Cristo puesto que es un signo vivo de la presencia del Señor.

Será interesante recordar lo que dice el Padre Schoekel: "Por amor a esta palabra y por agradecimiento a este don de Dios, el lector litúrgico tiene que hacer un acto de entrega y un esfuerzo diligente; si su voz no suena, no resonará la Palabra de Dios; si su voz no se articula la palabra se volverá confusa; si no ve bien el sentido del pueblo, no podrá comprender la Palabra; si no da la debida expresión, la palabra perderá parte de su fuerza. Y no vale apelar a la omnipotencia divina porque el camino de la omnipotencia también en la liturgia pasa por la encarnación". Luis Alonso Schoekel (Consejos al lector, Pág. 32).

Escuchar y acoger lo Palabra de Dios para Comunicarla al pueblo.

El lector no desempeñará bien su función si no tiene un amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura. El lector, desempeñando los ministerios de la Palabra, ha de transmitir a los fieles "los tesoros bíblicos de la Iglesia" puestos a disposición de los fieles en mayor abundancia en la mesa de la Palabra de Dios (Const. De la Divina Revelación No. 21 y de Liturgia No. 51).

Es necesario que se conozca la Palabra de Dios, que haya una lectura asidua y un estudio diligente que vaya acompañado de la oración para entablar un diálogo entre Dios y el hombre. El lector tiene que familiarizarse con el mensaje bíblico en su conjunto1 meditándolo personalmente, acogiéndolo con corazón de discípulo lo que va a comunicar al pueblo de Dios.

Preparación de los lectores:

Los lectores deben ser aptos y preparados. Esto requiere un conocimiento y amor a la Sagrada Escritura y cualidades humanas concernientes al arte de la comunicación, por ello habrá que prepararse en los siguientes puntos:

Instrucción bíblica: el lector debe captar el sentido de las lecturas en su propio contexto y para entenderlo a la luz de la fe, el núcleo central del mensaje revelado. No se trata de conocer aspectos exegéticos o de interpretación sino un conocimiento vital de la sagrada Escritura, a la luz de la transmisión litúrgica.

Instrucción Litúrgica: esto se refiere, sobre todo, al sentido y estructura de la Liturgia de la Palabra con su relación a la parte de la liturgia del sacramento.

El lector debe conocer como esta elaborado el leccionario con los diferentes tiempos litúrgicos. Conocerá también los criterios de ordenación y armonización de las lecturas entre sí, que le será muy útil para ayudar a los demás cuando haya que elegir algún texto mas adecuado.

Preparación técnica: a la comunicación y a la lectura en público, ya sea de viva voz o con la ayuda del micrófono.

El lector debe tener una cierta capacitación de su función sin detrimento del amor y de la dedicación a la Sagrada Escritura. Por lo mismo, el arte de leer bien y usar adecuadamente el micrófono hay que tomarlo con competencia y preparación y no con mera improvisación.

Técnica: para proclamar la Palabra de Dios.

El que pronuncia lo que lee, descubre lo que está escrito, dando a cada palabra y a cada frase su sentido exacto. Por eso el lector debe proclamar correctamente: Preparación de la lectura o conocimiento previo del texto que se va a proclamar. El lector debe estar familiarizado con las palabras que va a leer. Hacerlas suyas especialmente cuando son difíciles; Pronunciarlas correctamente y cuando hay que darles mayor intensidad.

En la preparación de la lectura hay que tener en cuenta el género literario del texto bíblico, por ejemplo si es narrativo, lírico, meditativo, parenético, o un poema o exhortación.

No se trata de hacer una dramatización de sentimientos o una ficción, sino actuar adecuadamente con sencillez y sin afectación, con articulación y como la lectura debe llegar al auditorio sin que se pierda una palabra o sílaba.

Al leer hay que abrir la boca lo suficiente para que se escuchen perfectamente las vocales y para que las consonantes se hagan sentir con nitidez.

Al texto hay que darle vida. Aunque la lectura se haga con claridad se puede caer en la monotonía. El tono y el ritmo que se den a la lectura serán importantes para evitar una continuidad fastidiosa; también hay que evitar la voz monocorde y el tonillo.

Las interrogaciones, paréntesis, serán una buena ocasión para subir o bajar la voz. Los finales de frase no tienen porque hacer inflexiones de manera sistemática. Es conveniente tener presente la acústica del templo y la fuerza del micrófono, porque resulta hiriente una voz muy fuerte que grita, como también una voz apagada y mortecina.

Ritmo de Proclamación: El ritmo es un elemento indispensable para comprender el texto que se proclama; cada lector tiene su propio ritmo, incluso cada lectura exige lo suyo. Lo importante es que los oyentes entiendan el mensaje transmitido, así habrá que equilibrar los movimientos en la lectura, imponer la atención, una voz sosegada y firme que anuncia y transmite el mensaje.

La lectura muy rápida resulta incomprensible y obligada a un esfuerzo mayor. La excesiva lentitud provoca apatía y aburrimiento.

La lectura del texto requiere un estilo natural que no se vaya a los extremos. Debe ser respetada. Las pausas del texto permiten respirar al lector y dar al auditorio a comprender lo que se está leyendo.

Leer con expresión: El lector debe identificarse con lo que lee para que la Palabra surja viva y espontánea y penetre en cl corazón del que escucha, por eso conviene: sinceridad sin condicionamientos o artificios, claridad y precisión. Conducir al oyente a retener las palabras. Originalidad imprimiendo a la lectura un sello de distinción y personalidad de acuerdo con los matices de cada texto. Misión y convicción como actitudes que encierran fuerza y perfección; recogimiento y respeto, corno responde a una acción sagrada.

EL CONMETADOR EN LA ASAMBLEA

El comentador o monitor antes de las lecturas podrá hacer algunas explicaciones a manera de introducción muy breve sobre las lecturas.

El presidente de la asamblea ya de por sí realiza algunas moniciones como «Oremos, fieles a la recomendación del Salvador..." lo mismo el diácono cuando dice: arrodillémonos, podéis ir en paz, etc.".

Las moniciones vienen del verbo "moneo" que significa avisar o amonestar. Esta Palabra la compusieron los habitantes de Francia. En cambio los italianos la llaman "didascalias" (enseñanzas), otros le llaman "invitatorios".

El monitor es el comentador y guía. A él le toca introducir a la intelección de la oración y de los ritos.

Las moniciones harán una parte importante en la liturgia que de ninguna manera la interrumpen sino que la perfeccionan y la presentan con mayor claridad.

Las moniciones no pueden ser fijas, han de ser flexibles y muy variables. No hay que tomarlas literalmente sino hacerlas propias y decirlas y prepararlas por escrito, para evitar el hacerse una voz difusa que no termine en nada. Quien hace el oficio de comentador o monitor requiere que tenga una instrucción religiosa y litúrgica apropiada. De otra manera puede caer en un cierto misticismo o en alguna interpretación equivocada de los ritos. Debe formarse teórica y prácticamente en la liturgia para formar una asamblea viva y auténtica. Ha de contar con un espíritu de servicio, humanidad, caridad y respeto, evitando regaños y llamadas de atención que de ninguna manera le corresponden hacer.

Su espíritu debe ser positivo, lleno de una espiritualidad conformada por la fidelidad a la palabra de Dios, con un deseo e inquietud de superarse; corregir las fallas y ser signo de unión en la Asamblea. Tiene que recordar el ejemplo de Juan Bautista, que decía: "Es

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