Armonia Matrimonial
rmx8017 de Septiembre de 2013
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Armonía Matrimonial
armonía.
(Del lat. harmonĭa, y este del gr. ἁρμονία, de ἁρμός, ajustamiento, combinación).
1. f. Unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes.
2. f. Bien concertada y grata variedad de sonidos, medidas y pausas que resulta en la prosa o en el verso por la feliz combinación de las sílabas, voces y cláusulas empleadas en él.
3. f. Conveniente proporción y correspondencia de unas cosas con otras.
4. f. Amistad y buena correspondencia.
5. f. Mús. Arte de formar y enlazar los acordes.
Los casados deberían examinarse con humildad y lealtad para ver si deben corregirse de algún defecto que obstaculice la armonía matrimonial.
Pocos matrimonios habrá en los que alguna vez siquiera no haya habido un disgusto serio. A veces los disgustos son frecuentes. Las causas pueden ser muchas: orgullo, egoísmo, frivolidad, obstinarse en querer tener siempre la razón, sensualidad desenfrenada, sensibilidad exagerada, palabras imprudentes, celos enfermizos, desorden negligente, etc.
Rara vez la culpa será de uno solo.
Un silencio cariñoso, el saber ceder con prudencia, el explicarse con calma, el olvidar cristianamente, etc., ayudan a pasar por encima de muchas dificultades.
Los pequeños disgustos, al prolongarse, pueden terminar en algo grave. Lo mejor es acabar con ellos cuanto antes, con un poco de humor, espíritu de conciliación y capacidad de olvido.
Al cabo del tiempo puede que un día aparezca la decepción del cónyuge. Evitar toda palabra descalificadora: «Eres inaguantable». «No se puede vivir a tu lado». «Ya no te aguanto más». «No te soporto». «Que sea la última vez». «Tu actitud es inadmisible». Hay palabras que nunca deberían pronunciarse: «Contigo es imposible hablar». «Siempre quieres tener la razón». «Nada de lo que te digo te parece bien».
Estas generalizaciones y frases radicales ahondan más las discrepancias. Y si a esto se añade traer una lista de antiguos agravios, sin digerir, lanzados como proyectiles, el efecto es demoledor para el amor.
Las palabras agresivas, humillantes y ofensivas hacia el cónyuge o su familia son de efecto destructivo para la armonía conyugal. Nunca expresar a tu pareja tus sentimientos de agresividad. Para desahogarte podrías escribirle una carta manifestándole todos tus sentimientos.
Pero una vez escrita, la rompes. No se la entregues. Ya te has desahogado.
Para la armonía matrimonial es importante:
- Nunca levantar la voz ni gritar al cónyuge.
-Nunca decir palabras ofensivas o hirientes.
-Siempre mantener un comportamiento correcto, delicado, educado.
-Siempre mostrar un trato afable, bondadoso, cordial.
- Ser comprensivos al máximo, ponernos en lugar del otro.
- No tener miedo a mostrar nuestras debilidades y defectos.
- Permitir que el otro sea él mismo, y recordar que su dignidad de persona es su mayor valor» No olvidar jamás que quien no respeta, no ama. El respeto es la base de la felicidad. Antes de corregirle y criticarle con amor, reconócele sus virtudes.
- Jamás utilizar los hijos contra el otro. Es una vileza que se paga.
- Si los dos estáis enfadados y pretendéis tener razón, la tendrá quien antes abandone la discusión.
- Reconocer privada y públicamente las cualidades del otro para ayudarle a potenciarlas.
- Una forma segura de dinamitar el mutuo amor y la paz conyugal y familiar es recordarle al otro sus errores y debilidades del pasado: pasarle factura. ¿No hay nada bueno que se pueda decir del otro?
»El amor y la convivencia es comunicación. Hay que saber escucharle con interés. Contarle nuestras cosas y que nos cuente las suyas.
»Amar es también unirse en el dolor, y hacer frente común en los momentos más graves»2.
«La vida conyugal, que es fuente de grandes alegrías, también puede ser causa de grandes sufrimientos. Y el riesgo de fracasar es tan grande como las posibilidades de felicidad. No hay vida matrimonial sin crisis. (...) No hay vida conyugal perfecta. Muchos son víctimas del espejismo de la pareja modelo, sin fallos ni miserias. Pero crisis no es sinónimo de fracaso.
Muchas parejas se imaginan, a la primera dificultad un poco seria, que su vida común ha quedado rota. Eso se debe a una concepción idílica de la vida en pareja, según la cual la vida conyugal sería como una especie de luna de miel permanente»3.
El amor matrimonial no excluye los conflictos. Pero hay que solucionarlos. Aclarar las cosas sin herir. Más que buscar culpables, hay que buscar soluciones.
En esos momentos es muy importante la comunicación mutua. Quizás preguntarle: «¿En qué te he decepcionado?». El amor, como las plantas, hay que regarlo para que florezca. Si no lo cuidas, terminará por secarse.
A veces puede surgir el deseo de buscar fuera del matrimonio una compensación, que puede ser desde una santa ocupación hasta el adulterio.
Ni siquiera la atención a los hijos puede justificar la desatención a la pareja. Aunque puede ser perfectamente compatible con la armonía conyugal una actividad en servicio de los demás.
Hay que procurar siempre, con prudente habilidad, que las disensiones -a veces inevitables- no se prolonguen. Si no se pone a tiempo remedio se producen heridas muy profundas.
El desacuerdo serio y continuado en el matrimonio es una de las mayores cruces de la vida terrena.
Conviene saber llevar la cruz del matrimonio sobrellevando mutuamente las deficiencias de carácter, defectos, etc. En el matrimonio no todo es disfrutar. Está hecho también de comprensión y renuncia: conocerse y animarse, comprenderse y perdonarse.
Conviene no olvidar que el hombre es muy distinto de la mujer.
-El hombre y la mujer son iguales ante la ley por tener la misma dignidad personal, pero son distintos corporal y psíquicamente, para poder complementarse. Por eso la mujer que no tiene feminidad es un marimacho, y el hombre sin masculinidad, una damisela.
-Las diferencias fisiológicas entre el hombre y la mujer llegan hasta el cerebro4.
Eso de que las diferencias de modo de ser entre hombre y mujer sean consecuencia de la educación recibida, no es cierto.
-Es verdad que la educación influye en el modo de ser, pero hay una base en la naturaleza.
Lo mismo que fisiológicamente el hombre no puede dar a luz un hijo, psicológicamente la mujer está dotada de unas cualidades propias de la maternidad, que el hombre no tiene. La ternura femenina para con el niño es algo muy distinto de lo que el hombre es capaz de dar.
- La mayoría de los hombres son capaces de tener una vida sexual sin amor; en cambio la mayor parte de las mujeres sólo son capaces de entregarse a un hombre cuando lo aman.
El hombre es más carnal, la mujer más tierna. El hombre debe saber que ella no encuentra placer en el amor físico, sino a través del amor psíquico.
-La mujer es más detallista, el hombre mira las cosas en síntesis. Al hombre le gusta conquistar, a la mujer ser conquistada. A la mujer no le importa ser dominada por la personalidad, el hombre prefiere ser dominado por el cariño.
-La mujer ha nacido para amar y el hombre para luchar. No exclusivamente, pero sí preferentemente.
- El hombre es más seco que la mujer en manifestar sus sentimientos. Los expresa más con las obras que con las palabras. Siente rechazo a expresar su intimidad. Le desagrada aparecer «sensible».
-Se muestra más interesado por las cosas que por las personas. La mujer es al revés. Le interesa más todo lo relacionado con la persona.
-El hombre se entusiasma con las ideas, la política, el deporte, su coche o su ordenador. Por el contrario, la mujer goza hablando de sus intimidades, y necesita ser oída.
«El hombre se manifiesta, sobre todo, por su carácter activo, emprendedor, creativo; la mujer, más bien, por su carácter acogedor, receptivo. Hasta la constitución física, de alguna manera, está moldeada para expresar esta diversa manera de estar en el mundo»5.
El hombre razona, la mujer intuye. El hombre es más cerebral, la mujer más cordial, más sentimental: incluso puede dejar que los sentimientos influyan en su razón.
El hombre tiene tendencia a lo universal, la mujer a lo concreto. El hombre se interesa más por las ideas, la mujer por los afectos. El hombre quiere que lo valoren, la mujer que la amen.
El hombre vence por la fuerza, la mujer por las lágrimas. La mujer se deja dominar por los sentimientos mucho más que el hombre. Mientras ella manifiesta sus sentimientos fácilmente, el hombre suele sentir pudor en manifestarlos: por eso es frecuente que los oculte.
La mujer ama y sufre con más intensidad que el hombre. Por eso cuando odia es temible: su maldad, su espíritu de venganza y su ingenio para hacer daño son terribles6.
El hombre es estable, la mujer voluble. Ya lo dijo Virgilio en la Eneida (IV,559) «la mujer es variable y tornadiza». Y también Verdi en su famosa ópera Riggolletto (Acto IV,4º) : «la donna `e mobile» : la mujer es variable. Tan mudable que muchas veces ni ella misma se entiende. Como está hecha para la maternidad su psicología está afectada por los cambios fisiológicos del ciclo reproductor.
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