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Catecismo de la Iglesia Católica


Enviado por   •  6 de Junio de 2023  •  Resúmenes  •  2.029 Palabras (9 Páginas)  •  40 Visitas

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Catecismo de la Iglesia Católica

Capítulo Segundo: Los sacramentos de Curación

En el Catecismo de la Iglesia Católica, dentro de los párrafos del 1422, al 1498, se nos habla de cuales son las enseñanzas que tiene la iglesia sobre este sacramento, siendo el primero de manera textual: 1422 "Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones".

A continuación, veremos los puntos más importantes del Artículo 4: El Sacramento De La Penitencia Y De La Reconciliación, en sus fracciones VI, VII, VIII, IX, X y XI.

  1. El sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación  

En esta fracción, nos habla del pecado como una ofensa a Dios, la cual rompe nuestra comunión con Él. Solo Dios puede perdonar nuestros pecados, y Jesús es su hijo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10). Pero Jesús confió esta carga a sus apóstoles para que, a través de Dios, puedan exhortar una reconciliación con Dios.

Habla también de como la reconciliación con Dios al perdonar nuestros pecados nos permite reintegrarnos a la iglesia, y al hacer partícipes a los Apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia.

Nos dice que Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros pecadores de su Iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído en el pecado grave y así hayan perdido la gracia bautismal.

En tiempos antiguos, la penitencia era diferente a como lo es hoy en día, siendo más rigurosa y extremista durante los primeros siglos. Durante el siglo VII, los misioneros irlandeses, inspirados en la tradición monástica de Oriente, trajeron a Europa continental la práctica "privada" de la Penitencia, que no exigía la realización pública y prolongada de obras de penitencia antes de recibir la reconciliación con la Iglesia, sino que esta práctica era solo entre el penitente y el sacerdote.

La penitencia comprende dos elementos esenciales: por una parte, los actos del hombre que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo; y por otra parte, la acción de Dios por el ministerio de la Iglesia.

  1. Los actos del penitente  

"La penitencia mueve al pecador a soportarlo todo con el ánimo bien dispuesto; en su corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción"

La contrición es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar. Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama "contrición perfecta"(contrición de caridad).

La contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador.

La confesión de los pecados (acusación), incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás.

“En la confesión, los penitentes deben enumerar todos los pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente, incluso si estos pecados son muy secretos y si han sido cometidos solamente contra los dos últimos mandamientos del Decálogo, pues, a veces, estos pecados hieren más gravemente el alma y son más peligrosos que los que han sido cometidos a la vista de todos”

Según el mandamiento de la Iglesia "todo fiel llegado a la edad del uso de razón debe confesar, al menos una vez la año, fielmente sus pecados graves". Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia.

Con respecto a la satisfacción, La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó. Es por eso por lo que, liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera apropiada o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama también "penitencia".

La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual.

  1. El ministro de este sacramento

Cristo confió a sus Apóstoles el ministerio de la reconciliación, como se ve en San Mateo 16: 18-19 y San Juan 20: 22-23.

El perdón de los pecados reconcilia con Dios y también con la Iglesia. El obispo, cabeza visible de la Iglesia particular, es considerado, por tanto, con justo título, desde los tiempos antiguos, como el que tiene principalmente el poder y el ministerio de la reconciliación: es el moderador de la disciplina penitencial.

Ciertos pecados particularmente graves están sancionados con la excomunión, y cuya absolución, por consiguiente, sólo puede ser concedida, según el derecho de la Iglesia, por el Papa, por el obispo del lugar, o por sacerdotes autorizados por ellos. Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la Penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable.

Los sacerdotes deben alentar a los fieles a acceder al sacramento de la Penitencia y deben mostrarse disponibles a celebrar este sacramento cada vez que los cristianos lo pidan de manera razonable. El sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador y por consiguiente, el confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de Dios

  1. Los efectos de este sacramento

Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad. El sacramento de la reconciliación con Dios produce una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los cuales es la amistad de Dios.

El pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna. El sacramento de la Penitencia la repara o la restaura. En este sentido, no cura solamente al que se reintegra en la comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros.  En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena.

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