La exposición del tema "La Familia en el Catecismo de la Iglesia Católica"
3169283Ensayo24 de Septiembre de 2012
3.698 Palabras (15 Páginas)733 Visitas
Deseo expresar mi más profunda gratitud al Pontificio Consejo para la Familia por el don de este Congreso Teológico-pastoral Internacional sobre la familia. En particular, agradezco a su Eminencia el Señor Cardenal Alfonso López Trujillo, Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, por su visión y trabajo preparatorio que ha permitido la realización de este encuentro de fe, para reflexionar sobre diversos aspectos de la familia, tal como se presentan en este programa. Y especialmente le agradezco por invitarme a participar con la exposición del tema "La Familia en el Catecismo de la Iglesia Católica."
Cuando el Cardenal López Trujillo me pidió que hablara sobre este tema, acepté de inmediato: como miembro del comité de redacción del Catecismo, he tratado con él, por así decir, durante los últimos veinte años de mi vida. Espero por eso poder ofrecerles aquí, esta mañana, reflexiones útiles, en el contexto de este Congreso cuya materia general es “La Transmisión de la Fe en la Familia”. Para cumplir esta tarea, he decidido seguir tres pasos.
Ante todo, quisiera hablar del Catecismo en sí mismo, no solamente porque una obra “nacida” hace catorce años, puede que no sea bien conocida por todos los presentes, sino también porque he tratado yo mismo de responder a esta pregunta: ¿de qué les sirve el Catecismo a las personas que se preocupan hoy por la familia y están comprometidas con el apostolado familiar?
En segundo lugar, quisiera, también, poner de relieve el puesto que ocupa la familia en la doctrina de la fe de la Iglesia: pues para eso fue diseñado el Catecismo, para dar una visión exhaustiva de lo que creemos como católicos; o dicho de otra forma, lo que la Iglesia Católica cree, y como Madre amorosa invita a sus hijos, niños y adultos, a creer y vivir.
Y en tercer lugar, espero poder mostrar que el Catecismo, en sí mismo, al igual que su Compendio, recientemente publicado, debe estar indispensablemente presente en cada hogar católico, para que cada familia pueda cumplir la misión que tiene en el plan de Dios como “Iglesia doméstica”.
El Catecismo de la Iglesia Católica
El Papa Pablo VI llamó al Concilio Vaticano II el "Catecismo de nuestro tiempo". Sus dieciséis documentos constituyen un tesoro tan abundante y rico de enseñanzas que, no obstante hayan trascurrido cuarenta y un años de la conclusión del Concilio, una de las tareas principales de la Iglesia sigue siendo el estudio y aplicación de sus enseñanzas. Los temas centrales del Concilio, tal cual se expresan en sus cuatro documentos principales, las Constituciones sobre la Divina Revelación, la Sagrada Liturgia, la Iglesia en sí misma y la Iglesia en relación con el mundo actual, representan un desafío muy importante. Se trata de integrar sus nuevas perspectivas en la fe y vida de la Iglesia Católica, al final del segundo milenio del Cristianismo.
En 1985, veinte años después de la clausura del Concilio, el Papa Juan Pablo II convocó una asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos para evaluar la implementación del Concilio. Una de las conclusiones más importantes del Sínodo fue el reconocimiento de la necesidad de un nuevo Catecismo para ayudar a superar la confusión creada por las interpretaciones divergentes del Concilio que estaban en boga. Se pensó entonces que el Catecismo ayudaría a la Iglesia, difundida en todo el mundo, en su misión de evangelización y catequesis, proporcionando un lenguaje común para la expresión de la fe católica. Esta es una de las recomendaciones que el Sínodo hizo al Papa Juan Pablo II: “Son numerosos los que han expresado el deseo de que se elabore un catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto en materia de fe como de moral, para que sirva casi como punto de referencia para los catecismos o compendios que se preparan en las diversas regiones. La presentación de la doctrina debe ser bíblica y litúrgica, y ha de ofrecer una doctrina sana y adaptada a la vida actual de los cristianos”.[1]
Para realizar esta tarea, el Papa Juan Pablo II nombró una Comisión de 12 Cardinales y Obispos, y designó al Cardinal Joseph Ratzinger, en aquel momento Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, como su presidente. La Comisión, a su vez, nombró un Comité de siete Obispos, encargado de supervisar la redacción del borrador. Fue un privilegio para mí el haberme desempeñado como uno de estos obispos. Entre nosotros también estuvo Su Excelencia, Don José Manuel Estepa Llaurens, por entonces Ordinario Militar de España. Recuerdo con mucho aprecio sus ricos aportes a la composición del Catecismo, durante los intensos siete años de trabajo.
Para la confección de este nuevo Catecismo, la Comisión decidió asumir desde el principio una estructura inspirada en la tradición de los grandes catecismos, en particular la del Catecismo del Concilio de Trento. Ese texto, también conocido como "Catecismo Romano" había sido preparado por una Comisión encabezada por el gran Arzobispo de Milán, San Carlos Borromeo, y fue publicado por el Papa San Pío V en 1566. A la luz de tan importante documento, el nuevo Catecismo erige la catequesis sobre los cuatro "pilares" que sostienen la fe de la Iglesia: el primer pilar es la profesión de fe, o sea, el Credo; el segundo pilar es la celebración del misterio cristiano, o sea, la sagrada Liturgia, con los sacramentos en primer lugar; el tercer pilar es la vida en Cristo, expuesta a partir del Decálogo; y el cuarto pilar es la oración en la vida cristiana, modelada según la Oración del Señor, o sea, el Padre Nuestro. Esta estructura del Catecismo en cuatro partes presenta la fe de la Iglesia en modo exhaustivo y sistemático.
El nuevo “Catecismo del Concilio Vaticano II” pasó por varios bosquejos, y fue enviado posteriormente a los Obispos de todo el mundo para una vasta consulta. ¡Más de 25.000 enmiendas o recomendaciones fueron enviadas al Comité! Menciono esto para ilustrar cómo la Comisión trató de ser fiel para asegurar que este Catecismo representara la enseñanza de los Obispos de la iglesia y del Concilio Vaticano II. La historia ha demostrado que esto se llevó a cabo de tal manera que ha manifestado elocuentemente tanto la colegialidad de los Obispos como la catolicidad de la Iglesia. Cuando fue terminado definitivamente, el Papa Juan Pablo II promulgó el Catecismo mediante la Constitución Apostólica Fidei Depositum, el 11 de octubre de 1992 con ocasión del trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.
El Papa Juan Pablo II resaltó la importancia del nuevo Catecismo como instrumento de renovación y unidad en la Iglesia. El Santo Padre dijo que el Catecismo era un “servicio” que el Sucesor de Pedro ofrecía a toda la Iglesia: “es decir, el servicio de sostener y confirmar la fe de todos los discípulos del Señor Jesús (cf. Lucas 22, 32), así como fortalecer los lazos de unidad en la misma fe apostólica”.[2]
Quisiera enfatizar el doble aspecto de la unidad a la que se refería el Santo Padre. Ante todo, el Catecismo ayuda a la Iglesia a asegurar la unidad de fe por la que Jesús mismo oró en la Última Cena, "que todos sean uno, Padre, como nosotros somos uno", una unidad que trasciende las enormes diferencias de culturas y lenguas, y permite a la Iglesia ser signo y sacramento de unidad de la familia humana creada por un solo Dios y Padre. En segundo lugar, esta unidad de la Iglesia hoy está acompañada por la consciencia que tienen los fieles de estar en comunión con los cristianos de todos los tiempo, desde la época de los Apóstoles hasta nuestros días. El Catecismo presenta los testimonios de la fe Apostólica desde la primera generación cristiana hasta hoy: en los textos sagrados, los escritos de los Padres de la Iglesia, las formulaciones de los Concilios Ecuménicos y del Magisterio de la Iglesia través de los siglos y la reflexión de los grandes teólogos, santos y místicos. En estos testimonios oímos los ecos de la fe inmutable de la Iglesia a través de todos los tiempos.
La importancia del Catecismo, como síntesis auténtica del Magisterio de la Iglesia, puede comprenderse aún mejor a partir de la solemne afirmación del Papa Juan Pablo, cuando, en virtud de su autoridad apostólica, lo promulgó. Dijo entonces que el Catecismo era “una exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, comprobada o iluminada por la sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia. Yo lo considero un instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para la enseñanza de la fe. Ojalá sirva para la renovación a la que el Espíritu Santo incesantemente invita a la Iglesia de Dios, cuerpo de Cristo, peregrina hacia la luz sin sombras del Reino”.[3]
La enseñanza del Catecismo sobre la familia
La familia es con razón llamada la célula fundamental de la sociedad humana. De hecho, estamos acostumbrados a pensar en la familia como el lugar donde vivimos y transmitimos nuestra fe católica, sin poner demasiada atención en cómo ella misma responde a un preciso de salvación en Cristo, que Dios nos ha revelado en la Sagrada Escritura.
El cuarto mandamiento
La enseñanza de la Iglesia sobre la familia se encuentra en la parte que corresponde al tercer "pilar" del Catecismo. Allí se trata acerca de la vida en Cristo, y, en particular, sobre cómo aquello que Dios reveló en Jesús y nos donó dio en el Bautismo debe ser puesto en práctica en nuestras vidas, esforzándonos por
...