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Dicernimiento Don De Dios

kingrouse16 de Febrero de 2015

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El discernimiento es un don que Dios da a sus hijos y es de mucha ayuda para el creyente. De acuerdo a la biblia, este don nos da la habilidad de descifrar e interpretar las situaciones, las personas y principalmente las cosas espirituales (1 Corintios 12). Pero si de algo nos debe servir este divino don, es para reconocer que en medio de las pruebas, no estamos solos. En otras palabras, si algo debemos discernir bien, es la presencia de Dios junto a nosotros en la adversidad.

El patriarca Jacob falló en esto, y en una famosa declaración expresa el sentir de los creyentes cuando estamos en un lugar de prueba: “Dios está en este lugar y yo no lo sabía” (Génesis 28:16).

Qué terrible fue para Jacob, pensar que en medio de su problema, Dios no estaba con El. Pensar en la posibilidad de ser abandonados por el Señor es quizás el mayor golpe cuando estamos bajo ataque. Jacob no pudo discernir que Dios estaba junto a el. Como muchas veces pensamos o sentimos los cristianos.

Esta historia debe permanecer como un recuerdo fresco en la mente y en el corazón de los creyentes. Porque Dios nunca abandona a sus hijos. El ha prometido estar con nosotros en las buenas y en las malas.

“No te dejaré, ni te desampararé” le había dicho Dios a varios de los suyos cuando estuvieron en dificultades. Así lo cuenta la biblia, y así sigue sucediendo en estos días.

Dios no quiere, no sabe y no puede dejar solos a sus hijos. Abandonar a quienes ama, va en contra de su naturaleza. Dios no sabe ser infiel. Jacob aprendió quizás una de las mayores lecciones con respecto a Dios.

Por eso nunca dudes que Dios está en el lugar de tu aflicción. Que nunca se te olvide que Dios está contigo en medio de tu angustia.

Encontrar a Dios en lo inesperado

Génesis 28:10 - 32:3

Ayer por la noche tuve una sesión con un grupo de participantes en el programa de entrenamiento de voluntarios, y les pedí que recordaran un momento de santidad, de encuentro con lo divino.

Este grupo de gente común llenó rápidamente la habitación con historias extraordinarias.

Una mujer describió la primera vez que vio el Océano Pacífico y la impresionante belleza de la costa. Otra mujer recordó cuando reventó su apéndice en su adolescencia y el sentido de fe que encontró en el medio de su terror y dolor. Un hombre habló de la maravilla de sostener a su hija en sus brazos por primera vez una vez cortado el cordón umbilical.

Otro contó ver el atardecer y el sentimiento de sentirse conectado a la los árboles, al cielo, y todo lo que le rodea.

En la parashá de esta semana, cuando Jacob sale de su lugar de nacimiento y comienza el viaje a la tierra natal de su madre, tiene un sueño de gran alcance. Él ve una escalera que se extendía entre la tierra y el cielo con ángeles que ascendían y descendían por ella, Dios estaba presente a su lado y le promete protección en su viaje asegurándole un futuro venturoso. Cuando Jacob despierta de su sueño, exclamó: "Ciertamente Dios está en este lugar y yo no lo sabía".

Con qué frecuencia ocurre esto a cada uno de nosotros. Nosotros desarrollamos nuestras vidas, ocupados con muchos detalles de la existencia, y de repente algo sucede.. Algo nos detiene y nos damos cuenta de la gracia única del momento. Tal vez somos llevados a esta toma de conciencia por la aparición de una enfermedad o alguna crisis. Aniversarios, eventos del ciclo de vida y otros momentos de alegría también pueden recordarnos de la preciosidad de la vida.

La revelación de Jacob es trascendental, lleno de ángeles, portales celestiales, y visiones de Dios. Sin embargo, esta misma conciencia puede venir en formas más sutiles: al morder por primera vez una manzana crujiente, un árbol ardiendo en brillantes naranjas y rojos, el sonido de la risa de un bebé, la voz de un amigo desde lejos, el aroma de los lirios llenado toda una habitación, o una inesperada bondad de un extraño.

La liturgia diaria contiene una oración por estos milagros ordinarios: "Damos gracias ... por los milagros que están con nosotros cada día ... cada hora, por la mañana, tarde y noche”. Aquí nuestra tradición nos recuerda que debemos percibir los milagros que están con nosotros en todo momento. No los milagros del Éxodo y el Sinaí, sino los que llenan nuestros días y nos sostienen, de un aliento al siguiente.

Que seamos bendecidos para encontrar la presencia de Dios en nuestra rutina diaria, así como en los hitos de la vida, cuando estamos en medio de la belleza de la naturaleza y en medio de nuestra comunidad, al celebrar las alegrías de la vida y cuando nos encontramos llenos de tristeza. Que seamos bendecidos, al igual que nuestro padre Jacob, para despertar a la presencia de Dios en los lugares más inesperados.

Nosotros somos el templo del Dios vivo.

Gen.28:16 Mt.18:20; 28:20 Ex.33:14 Sal.139:7,8 Jer.23:23,24 I R.8:27 Is.57:15 II Co. 6:16

¡TRES PUÑALADAS EN EL CORAZÓN!

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado la tarde del Día del Señor, 1 de Octubre de 2006

en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles

“Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Genesis 28:16)

El Domingo pasado contrasté a Jacob, de quien habla nuestro texto, con su abuelo Abraham. Dije que Abraham retrata a la persona joven criada en un hogar que no es Cristiano. Cuando ella llega a la iglesia, todo le es nuevo. A menudo, como con Abraham, está dispuesta a vivir su nueva vida con gran celo. Eso es lo que hizo Abraham. Y es eso lo que muchos jóvenes hacen cuando entran en la iglesia y son convertidos.

Por otra parte, Jacob retrata a la persona joven que ha crecido en la iglesia, que se sabe la Biblia y la rutina. Sabe por experiencia lo que se espera de ella, y hace sus obligaciones en la iglesia – aunque es muy mecánica en su servicio.

Igual que Abraham, el que es convertido del mundo, sin padres Cristianos que lo empujen hacia delante, frecuentemente es convertido y lleno de celo por Dios. Pero a aquel que es como Jacob, criado en la iglesia, la relación entera hacia la religión es diferente. Y esta noche siento que es propio no enfocarnos en Abraham, ni en que es convertido del mundo, sino que debemos volver nuestra atención otra vez a su nieto Jacob. Porque al igual que muchos de ustedes esta noche, Jacob fue criado en lo que hoy llamaríamos un “hogar Cristiano.” Su familia estaba lejos de la perfección. Eso lo podemos ver en una lectura rápida de Genesis capitulo 27. Era un hogar a veces lleno de tensión. La fe de su padre a veces era débil. Su madre a veces se rebelaba contra su padre. Era un hogar lejos de ser perfecto. Y sin embargo, y a fin de cuentas, era un “hogar Cristiano.” Al ser comparado con los hogares de los Filisteos y de los Hititas que los rodeaban, era el mejor hogar disponible.

Pero cuan poco apreciaba Jacob las cosas buenas que lo rodeaban en su hogar. Cuan poco pensaba de las grandes ventajas que tenía, que los chicos y chicas de las familias paganas que conocía en su juventud jamás experimentaron.

Pero para él los tesoros que conoció desde la cuna eran tan comunes que los trataba como basura. ¡Poniendo a un lado pensamiento alguno de Dios! ¡Velo engañar a su padre, planear con su madre, y mentirle a su padre! ¡Velo cavar tal brecha con su traición hasta llegar a huir del odio de su hermano! ¡Velo como huye del hogar de su niñez por miedo de perder su vida!

No debemos entrar en los detalles de la historia de Jacob, porque perderemos la lección más grande que ofrece. Debemos enfocarnos en los puntos principales, o esto se convertirá en un estudio Bíblico superficial, y el significado principal se nos escapará.

Me pregunto si habrá esta noche entre nosotros algún joven, criado en la iglesia, que siente las presiones que sintió Jacob para huir de todo. Ese es un sentimiento muy común entre los jóvenes criados en las iglesias de hoy.

Las encuestas nos dicen que más del 85% de aquellos que han sido criados en hogares evangélicos dejan la iglesia a la edad de veinte años o un poquito más, para nunca más volver. Cuán común es esto hoy en día, me pregunto si no sientes algo así, algo de la presión interior de escapar que sintió Jacob – para librarse del yugo de sus padres y vivir su vida “por sí mismo.” Oh, yo sé que nunca admitirías que lo piensas. Pero me pregunto si no te han llegado a veces, como sucedió con Jacob. Me pregunto si has pensado: “¿Cómo me puedo salir de esta? ¿Cómo puedo deshacerme de las restricciones y del cautiverio de este asunto de la iglesia?” Sé honesto contigo mismo acerca de esto. ¿No has pensado estas cosas algunas veces? ¿No ha venido Satanás a susurrarte al oído, como lo hizo con Jesús:

“Todo esto te daré, si postrado me adorares”? (Mateo 4:9).

¿No ha venido el Diablo a tí, tratando de “ahogarte,”

“por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida”?

(Lucas 8:14).

¿Y si algo de eso, aunque sea un poquito de eso, no ha sido llevado a tu mente por el Tentador, no te ha hecho pensar que quizá, después de todo sería mejor poner cierta distancia entre ti y la iglesia? “Solo por un poco,” sugiere el Tentador. “Hasta que ganes tu libertad e independencia,” susurra. “De todos modos” dice, “Ya creciste.

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