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EL ALTAR


Enviado por   •  18 de Febrero de 2016  •  Documentos de Investigación  •  2.896 Palabras (12 Páginas)  •  192 Visitas

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Introducción.

La celebración del Rito Sagrado de la Eucaristía posee demasiados componentes externos; signos o símbolos que propician una mejor vivencia de la celebración. Dentro de estos símbolos se encuentra uno de los más importantes: el Altar o Lugar de Sacrificio. Mismo que fue legado de los antiguos ritos judaicos, y que ahora, el cristianismo mismo como religión, ha asimilado pero con una significación mucho mayor.

El Altar es característico en todos los Santuarios o Templos cristianos, que de igual manera ha comprometido al Pueblo de Dios a una singular veneración que se ha manifestado a lo largo de los siglos. Si bien, el motivo de mi investigación se engarza con la historicidad de dicha veneración. ¿Cuál es el motivo más propio de la veneración?, ¿ Cuál es el significado del Altar mismo?, ¿Por qué la simbología externa, en cuanto a presentar de piedra dicho Altar?, ¿Existirá alguna historicidad que preceda y haya contribuido a la utilización del Altar en el culto religioso romano?, y finalmente, ¿Cuáles deberían ser los artefactos anexos al mismo objeto señalado? Esto dentro de la actualidad, con los comentarios de algunas personas que han acrecentado el valor mismo de la singularidad del Altar; Altar que concentra, incluso, la mayor parte del contenido de la esencialidad cristiana, dentro de una actitud externa.

Habrá que recordar que la historia misma ha favorecido en una aclaración del simbolismo mismo del lugar de Sacrificio, y que, por consiguiente ha tenido distintas mutaciones o accidentes dentro de su exterioridad. La interioridad, que se nos ha legado dentro de la misma Tradición de la Iglesia y manifiesta por los Santos Padres en relación al mismo santo monumento, ha quedado clara con una mayor reflexión: Cristo mismo. No obstante, que en la exterioridad se ha querido manifestar su claro significado, a partir de una concreta y concisa realidad.

La grandiosidad de la Acción Litúrgica se manifiesta principalmente dentro de la celebración del grandioso recuerdo del Santo Sacrificio; mismo que se realizó en el suplicio de la Cruz, en el Calvario; y en el cual aún en nuestros tiempos se sigue realizando en el mismo Calvario que es la imagen explícita del Altar. Por dicho motivo, el respeto presentado por los fieles mismos, denota la familiaridad cristiana y la relevancia de la expresión misma de la fe que poseen. Una fe que está “bien fundamentada”, como lo ha dicho la Sagrada Escritura, en referencia a la “Roca que despreciaron los constructores.” Que nos demuestra la funcionalidad misma del Altar.

Por último, el deseo de ésta investigación, fue el manifestar el valor mismo del Altar, y de ahí, constatar la peculiaridad del mismo Rito que día a día se celera en cada Iglesia; Iglesia que está presente en todo el mudo (catolicidad), y que implica una estructuración.

  1. EL ALTAR.

        El corazón de todo templo cristiano, el alma que le da vida, el centro hacia donde converge todo (en relación a la misma ejecución del rito litúrgico de la Eucaristía), es el Altar. Éste mismo queda de manifiesto a la entrada de cada Iglesia, incluso es aquel que siempre está a la visa de todos los receptores quienes ingresan a la santa celebración. “Toda la liturgia gira en torno a de la Santa Misa, y como ésta se celebra en el Altar, podemos decir que en torno al Altar gira toda la Liturgia, todo el culto oficial de la Iglesia Católica[1]. Ante esta realidad es reconocible afirmar que el altar más que un símbolo externo es el lugar del sacrificio, un nuevo Calvario donde cada día se renueva el sacrificio de la Cruz.

        La primitiva etimología de la palabra “altar” es: alta ara o alta res, o sea “ara o cosa alta”, alta no tanto por la estructura sino por la dignidad que posee[2], de ahí que podemos darnos cuenta del lugar que ocupa el altar en nuestros

        El Altar es el signo de Cristo y el signo de la Iglesia, imagen perfecta del Cuerpo Místico de Cristo. “Es el espacio más sublime donde la espacialidad de la creación y del hombre se une de verdad y con profunda realidad sacramental a la espiritualidad pura de Dios, viniendo a ser esta unión de Dios a lo material sacramento eucarístico, que significa y produce la elevación del espíritu de los hijos de Dios congregados en don de sí.”[3]El carácter anteriormente señalado (en cuanto a signo de Cristo e Iglesia), expresa la gran realidad para el pueblo por medio de la imagen visible, la certeza de la vivencialidad de lo invisible: Cristo, cabeza de la Iglesia, abarca en uno a todos los hermanos, tanto aquellos que ya han llegado a la glorificación, purificación y, por ahora se encuentran en la terrena peregrinación, , según el testimonio del mismo apóstol Juan, cuando se refiere al “altar de oro” en el cual se consagran a Dios Padre las ofrendas de los fieles, en la lectura de su Apocalipsis. Los manteles y los corporales del Altar son los miembros de Cristo; los fieles de Dios, con los que el Señor se adorna como preciosas vestiduras[4] 

  1. Historia del Altar Cristiano.

El Altar es inseparable de la idea y la acción de un sacrificio; hablamos de una suprema expresión de culto a la divinidad. En referencia al primer Altar cristiano fue la mesa sobre el cual Jesucristo celebró su última cena en el Cenáculo, esta fue de Madera, hasta que el papa san Silvestre las prescribió de Piedra. El único de madera aún en uso es el antiquísimo altar papal de la Basílica de San Letrán. El primer modelo de altar cristiano se halla en la catacumba de San Calixto, en un fresco del siglo II. Este representado en un trípode sosteniendo una mesita sobre la que están depositados los panes del Sacrificio y a su lado hay dos personaje. Por ahí se ve que los primeros altares debían ser de diferentes formas: redondos, cuadrados, triangulares, etc. En las catacumbas, los mismos sepulcros de los mártires con losas y tablas sobreexpuestas, servían de altares; y cuando los altares estaban a flor de tierra, colocábanse por encima de ellos o por delante, mesas movibles que hacían de altar. “esta misma práctica se observó allí donde había algún cuerpo de mártir”, para asociar así íntimamente el culto de los Mártires al Sacrificio Eucarístico.

De aquí que nacen los altares-tumbas, o sepulcros; cuando, por multiplicarse las Iglesias y los Altares, no fue ya posible contar con un cuerpo santo para erigir estos alatares-tumba, suplióse esta falta depositando en cada altar algunas reliquias de mártires, que recordaran su sepulcro. Acción que todavía hoy en nuestros días se exige como q1qrequisito para la consagración de los mismos Altares.[5]

A partir de las catacumbas, la historia del Altar se puede dividir en tres periodos:

Primer periodo: (comenzando a partir del siglo IV al IX). El Altar es un macizo de forma cúbica. El Altar es demasiado santo para que se admita en él otra cosa que la materia del Sacrificio y el Misal. Está rodeado de rico cortinaje y coronado por un baldaquino o ciborio que lo cubre de majestad. En realidad es un Altar limpio; es realmente la piedra del sacrificio, el “Altar Ideal.”

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