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EL SALUDO DE LA PAZ


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2014  •  Ensayos  •  717 Palabras (3 Páginas)  •  139 Visitas

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EL SALUDO DE LA PAZ

El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b).

a) Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.

b) Un gesto de fraternidad cristiana y eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo. Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.

LA IMPOSICIÓN DE MANOS

En el Nuevo Testamento la acción e imponer sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos, según el contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando sobre él la benevolencia de Dios.

Así , Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos.

La despedida de Jesús en su Ascensión , se expresa también con el mismo gesto: "alzando las manos los bendijo" (Lc 24,50).

Es una expresión que muchas veces se relaciona a la curación. Jairo pide a Jesús: "Mi hija está a punto de morir; ven impón tus manos sobre ella para que se cure y viva" (Mc 5,23).

Imponer las manos sobre la cabeza de una persona, significa en muchos otros pasajes, invocar y transmitir sobre ella el don del Espíritu Santo para una misión determinada. Así pasa con los elegidos para el ministerio de diáconos en la comunidad primera: "hicieron oración y les impusieron las manos" (Act 6,6).

Hay dos momentos en la celebración de la Eucaristía en que el gesto simbólico tiene particular énfasis.

Ante todo cuando el presidente, en la Plegaria Eucarística, invoca por primera vez al Espíritu (epíclesis), extendiendo sus manos sobre el pan y el vino: "santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu".

La Bendición Final es el segundo momento en el que el gesto de la imposición adquiere especial énfasis.

Este gesto nos habla también del don de Dios y la mediación eclesial:

Estupendo binomio: la mano y la palabra. Unas manos extendidas hacia una persona o una cosa, y unas palabras que oran o declaran. Las manos elevadas apuntando al don divino, y a la vez mantenidas sobre esta persona o cosa, expresando la aplicación o atribución del mismo don divino a estas criaturas.

La mano poderosa de Dios que bendice, que consagra, que inviste de autoridad, es representada sacramentalmente por la ,mano de un ministro de la Iglesia, extendida con humildad y confianza sobre las personas o los elementos materiales que Dios quiere santificar.

¿POR QUÉ ADORAR AL SANTÍSIMO SACRAMENTO?

La adoración eucarística nos permite recuperar el asombro ante este misterio, volver a descubrirlo en la celebración de cada Misa, y penetrar más profundamente en él. Toda la vida espiritual de la Iglesia se nutre de la Eucaristía, donde reconoce su fuente y su cúlmine. ¿Qué significa su fuente? Que todo parte de la Eucaristía. Sin Eucaristía no hay Iglesia, no hay sacrificio redentor, no hay salvación. Toda la vida espiritual parte y se funda en la Eucaristía que no conoce nada más alto que ella, pues su cúlmine es Dios mismo.

Adorar es el sublime modo de permanecer en el amor del Señor. “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5b). Por la adoración nuestra vida puede ser fecunda.

La acogida de Dios en nuestras vidas lleva necesariamente a la acogida del otro y de la cercanía a Dios, del encuentro íntimo con Él se reciben las fuerzas que da el Espíritu para ir hacia el otro, hacia quien más necesitado está.

Estar con el Señor en adoración es centrar nuestra vida personal y de Iglesia en Cristo.

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