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El Amor de Dios


Enviado por   •  12 de Junio de 2012  •  Trabajos  •  1.563 Palabras (7 Páginas)  •  591 Visitas

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El Amor de Dios, Parte I

por José Belaunde M. Hoy iniciamos esta serie de cinco partes en la cual el autor nos invita a reflexionar acerca del amor de Dios. El amor de Dios por nosotros no es de hoy ni de ayer. Nos ha amado desde antes que viniéramos al mundo. Si Dios nos ama hoy, nos ha amado desde siempre, pues Él no cambia.

Todos los seres humanos tienen necesidad de ser amados. Desde el comienzo de su vida la pequeña criatura recién nacida tiene sed de amor y necesita de amor para desarrollarse. Privado de amor, aunque esté bien alimentado, el bebe aumenta lentamente de peso, está triste y se enferma con facilidad. Privado de amor el niño crece triste, es como una planta marchita. Para el ser humano, sea niño o adulto, amar y ser amado es casi tan necesario como respirar. Todo ser humano aspira a amar y a ser amado, trátese del amor filial, o maternal, o conyugal, o de enamorados, o de la intimidad entre amigos, todos deseamos amar porque sin amor no hay felicidad.

Esto es así porque el hombre está hecho a la imagen y semejanza de Dios, que es amor. La necesidad de amar y ser amado le viene al hombre de la imagen de Dios que lleva dentro. De ahí que el ser humano responda al amor con amor, porque el amor toca la fibra más íntima de su ser. Si alguien nos dice una palabra amable le respondemos de igual manera. Y si nos dice que le caemos simpático, encontraremos en esa persona cualidades que antes no habíamos visto en ella.

El amor embellece al objeto amado. Amar y sentirse amado, apreciado, embellece a las personas. Ese es uno de los efectos más curiosos y sorprendentes del amor. No hay producto cosmético que se le iguale. Así está hecha la naturaleza humana porque Dios es amor y puso su capacidad de amar en nosotros. Nuestra capacidad de amar y de responder al amor es un reflejo del amor de Dios que hay en el alma de todo ser humano. Por eso es que hasta los criminales más endurecidos aman.

En términos generales podemos decir que, hasta cierta edad, pasadas las etapas de la infancia, de la adolescencia y los primeros años de la juventud, los seres humanos adultos viven sobre todo del amor conyugal o del amor de pareja. Pero suele llegar un momento en la vida en que se ven privados de ese amor, sea por fallecimiento de uno de ambos, o porque se enfrió ese amor, o por otras causas. En esas circunstancias el amor por los hijos y de los hijos puede reemplazar en parte al amor conyugal. Pero si los hijos son ingratos, o indiferentes, o están ausentes, es decir, si también ese amor falla, los seres humanos sufren, se repliegan en sí mismos y se vuelven amargados.

Pero también es cierto que ambos amores, el amor conyugal y el de los hijos, pueden ser reemplazados por el amor sacrificial por el prójimo: el darse a otro por amor a Dios, sin recibir nada a cambio. Ahí el amor de Dios suple con creces al amor humano. Es el caso, por ejemplo, de las hermanas de la caridad, que sin sueldo cuidan de los enfermos, o de las hermanitas de la Madre Teresa, que abandonan todo para dedicarse a atender a los más necesitados. Es el caso, también, de tantas personas que, sin retirarse del mundo, dedican su vida a ayudar a sus semejantes por amor a Dios. A ellos Dios les devuelve con abundancia el amor que derraman en otros.

No obstante, hay muchas personas que caminan en la vida huérfanos de amor y convencidos de que no hay nadie que los ame, aunque no vivan solos. Eso ocurre con más frecuencia de los estaríamos inclinados a creer. Aunque vivan con parientes y no estén completamente solos, las relaciones que mantienen con ellos son frías y distantes, cuando no conflictivas. La necesidad los obliga a vivir juntos. La vida de esas personas es muy triste, porque les falta un elemento esencial. Su expresión suele ser taciturna, deprimida. Pero si por azar descubren que alguien les ama, o alguien les dice una palabra cariñosa, su estado de ánimo y su expresión cambian. Una sonrisa ilumina de pronto su rostro, como si de repente el sol brillara a través de la bruma, o como cuando el sol asoma después de una tempestad.

Si tú eres uno de esos que carecen de amor, piensa que hay un ser que te ama con un amor inconmensurable,

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