LA REFORMA PROTESTANTE

III

LA REFORMA PROTESTANTE

Bairnes dedica todo el segundo capItulo de su magna opus a esciarecer Ia causa del protestantismo. Rechaza Ia motivación cconornica, lo de abusos cciesiásticos y relajacidn moral dcl dc­ ro, las causas poilticas, y lo atribuye todo al espiritu de Ia cpoca: impulso universal a sacudir ci yugo de Ia autoridad, sim­ bolizado en “ci odio a la autoridad de Ia Iglesia y ci espIritu de secta”, los dos caracteres esenciales dci protestantismo. “Una vez levantada la enseña del error — aflade —, era imposibie que no se agrupasen muchos en torno de ella. . . Las naciones civi­ lizadas, o serán catdlicas, o recorrerán todas las fases del error; o se mantendrán aferradas al áncora de Ia autoridad, o desple­ garán un ataque general contra ella, combatiéndola en sí misma, y en cuanto enseña y prescribe...” “Era ésta una de aquellas grandes calamidades que solo Dios, por providencia especial, es bastante a evitarlas.”

Y solamente Ia Santa Sede, con Ia certidumbre de su infa­ libilidad, podrIa explicarnos por qué no lo evitó Dios. El ejem_ plar. de esta obra, que tengo ante mis ojos, es la I 3 ediciOn. Prueba de Ia enorme boga que una obra de esta Indole ha tenido en un pueblo que ni novelas lee con entusiasmo. Se debe, no al valor cientIfico del libro, bien escaso por desgracia, sino al ser una expresiOn cabal dcl espIritu catOlico romano. “Es in­ negable — diagnostica ci autor — que ci principio de surnisiOn a Ia autoridad en materia de fe, ha encontrado siempre mucha resistcncia por parte del espIritu humano.” (pág. 21). Por este

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camino se va al libre exarnen. Nada puede estar más lejos de la verdad. El espiritu religioso busca, ineludiblernente, Ia autori­ dad. Lo que el protestantismo se pregunta Cs: Qué autoridad? De la letra? De Ia institución? De un soberano? La contes­ tación a esa pregunta detcrmina, no solo las diversas formas del protestaitismo y ci catolicismo, sino también la propia esencia dcl cristianismo y de Ia Reforma cristiana.

“En obsequio de la verdad — admite Balmes — debo advertir que no todos los protestantes han prcdicado una tolerancia uni­ versal y que muchos de ellos han reconocido el derecho de re­ primir y castigar ciertos crrores.” (Tomo II, pág. 243). Pues claro, ya lo dice Janet, con aprobaciOn de Lord Acton: “El verdadero principio de Lutcro es éste: La voluntad es esclava por naturaleza, . . El libre examen fué, para Lutero, un medio y no un principio. Se sirviO de él, y estuvo obligado de hacerlo asI, para estabiccer su verdadero principio, que era ci topoderoso de Ia fe y la gracia. . . Fué asi como ci libre exarnen se impuso al protestantismo. Lo accesorio vino a ser lo principal, la for- ma casi devorO ci fondo.”

El teOlogo Emilio Brunner ha trazado con experta mano ci regreso

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