LA ÚLTIMA VACANTE

LA ÚLTIMA VACANTE

En medio del valle de Mora vivía la familia Gutiérrez, una familia muy unida y sobre todo temerosa de Dios. José era el padre y un hombre muy trabajador; María, era una madre entregada a los quehaceres de la casa y a la educación de Lucrecia quién era hija única. Cada vez que Lucrecia salía a recoger flores o a jugar con su perro Toby nacía en su corazón la idea de querer asistir a un colegio adventista para aprender más de Jesús y también tener nuevos amigos. Lucrecia acababa de cumplir 12 años y estaba a punto de empezar la secundaria así que José y María pensaron que el mejor regalo era darle una educación de calidad por tal motivo empezaron a buscar en la ciudad un colegio adventista.

Después de muchos días de búsqueda y de ir de un colegio a otro por fin pudieron encontrar uno, pero había solamente una vacante. Todos estaban felices de poder encontrar el lugar perfecto sin embargo esa alegría se transformó en preocupación cuando se dieron cuenta que les faltaba una cierta parte del dinero para que ellos puedan completar el pago de la matrícula de su hija.

María estaba preocupada de no poder alcanzar esa vacante, mientras buscaba una manera de conseguir el dinero se voltea a ver su esposo y lo que encontró en él fue la seguridad de poder confiar en Dios. José miró a los ojos de su esposa y le dijo vamos a orar y dejar que Dios haga su voluntad en nosotros.

Las horas y minutos corrían y la solución parecía no llegar, pero aquella oración les había transmitido paz. Ahora faltaban diez minutos para cerrar las matrículas y José estaba recibiendo una llamada diciéndole que vaya a rápido a tal lugar para que recoja un pago sobre una hectárea que había vendido de su terreno. Por fin la solución llegó y lleno de alegría José fue a recoger el el dinero. Al recibir el cheque José se dio cuenta que el dinero no sólo alcanzaba para la matrícula, sino que también iba alcanzar para comprar el uniforme nuevo que Lucrecia iba a necesitar.

No encontraban las palabras exactas para dar gracias a Dios, por fin Lucrecia iba a estudiar en un colegio adventista. Pero la mayor lección que José y María pudieron dar a su hija fue que debemos aprender siempre a confiar en Dios que el sabe el momento correcto para responder los deseos de nuestros corazones.

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