La verdadera pureza

La verdadera pureza[pic 1]

Muchas veces nos encerramos en una religión de obligaciones y prácticas pronunciandose en nombre de Dios, nos aferramos a lo que dice el hombre y descuidamos el mandamiento de Dios, como fue el caso de los fariseos, que acostumbraban a lavarse las manos antes de comer como signo de purificación (Mc. 7, 1-4) y nos preguntamos, ¿Qué me hace realmente puro? nos hace dudar de nuestras acciones, sobre ¿Qué hago bien y qué hago mal? ¿Debo o no debo hacerlo? Pero para todas estas numerosas preguntas, sólo existe una respuesta.

Cuando los fariseos preguntaron a Jesús “¿Por qué tus discípulos no respetan la tradición, sino que comen con las manos impuras?” (Mc. 7, 5) Su respuesta fue: “Ninguna cosa que de afuera entra, puede hacer a una persona impura”(Mc. 7, 15) y así es. Nada que venga de afuera puede hacernos impuros, lo que realmente nos hace impuros es lo que sale de nosotros. Lo que hace a una persona impura, es lo que sale de su corazón, de ahí proceden los actos inmorales, como lo son los malos pensamientos, robos, asesinatos, la infidelidad, entre otros. No hay pecados sin mala intención. Todas las maldades, son las que hacen a una persona impura (Mc. 7, 21) y claro está, todas vienen de adentro. Esto quiere decir, que no hay actos, ni ritos, ni tradiciones que nos vuelvan puros o que nos quiten las impurezas. Para que nosotros seamos puros, debemos ser serviciales, tolerantes, solidarios, respetuosos y amorosos. desearle el bien a los demás, salir de mi egocentrismo, en búsqueda de lo que yo quiero y necesito, para anteponer lo que los demás necesitan. Es conocer y aceptar mis errores, para yo poder aprender de ellos. Es vivir en la realidad del amor al prójimo y sobre todo a Dios. A pesar de todo no debemos olvidar algo fundamental, que todo esto, debe nacer del corazón, porque en el corazón es donde nace la pureza.

Muchas veces, las personas piensan que con los ritos pueden purificarse y un claro ejemplo son las personas que asisten a la Eucaristía, pensando que el simple hecho de asistir, los vuelve mejores personas. Este ejemplo lo podemos asociar con  el pasaje de los fariseos (Mc. 7, 1-4). Lo que ellos deben conocer, es que un rito, una tradición o lo que sea, no nos volverá puros, ni mejores personas. Todo está dentro de nosotros y de nuestra voluntad para cambiar, para convertirnos fieles seguidores de Dios y sus mandatos. Jesús quiere que aprendamos que, a veces por aferrarnos a las tradiciones de los hombres, descuidamos lo que Dios realmente quiere para nosotros.

Ahora sabemos  que todas las impurezas, vienen nada menos que de adentro y de nuestras malas intenciones y la única manera de purificarnos es seguir el camino de Dios para que limpie nuestro corazón y conozcamos, la verdadera pureza.

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