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Relación De La Virgen María Con La Stma. Trinidad


Enviado por   •  13 de Enero de 2015  •  818 Palabras (4 Páginas)  •  214 Visitas

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RELACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA CON LSANTÍSIMA TRINIDAD

El contemplar las distintas relaciones que tiene María para con las Tres Divinas Personas nos ayuda a distinguirlas claramente entre Sí:

1. Relación de María con la Segunda Persona Divina Encarnada. Es su Madre. Ésta es para nosotros la relación divino-mariana que mejor entendemos. Pero su maternidad se da en una intimidad, con una permanencia y de un modo único tal, que aventaja infinitamente a toda relación común entre hijo y madre. Entre Jesús y María importó más la unión de sus almas que su relación física, que fue secundaria. Aun separados físicamente luego de nacer Jesús, su unión espiritual no quedó interrumpida, sino que alcanzó nuevas e inconcebibles profundidades de intercomunión estrechísima; tanto, que la Iglesia ha podido proclamar a María no sólo la Colaboradora de la Segunda Divina Persona -es decir, la Corredentora de nuestra salvación, la Mediadora de la gracia-, sino, también hoy, "semejante a Él" (cf. Gén. 2, 18).

2. Relación de María con el Espíritu Santo. Es comúnmente llamada su templo, su santuario, su sagrario, pero estos términos no llegan a expresar la prodigiosa realidad. La realidad es que el Espíritu Santo se ha unido tan íntimamente con María que la ha ensalzado a una dignidad inferior únicamente a la de Él. Él se la ha asociado tan íntimamente, la ha hecho tan una con Él, la anima hasta tal punto con Él mismo, que se puede afirmar que el Espíritu Santo es como el alma de María. No es Ella un simple instrumento o cauce de Su actividad; es su Colaboradora inteligente, consciente; y de tal modo que, cuando obra Ella, quien realmente obra es Él; y, si uno se cierra a la intervención de Ella, se está cerrando a la acción de Él.

El Espíritu Santo es el Amor, la Hermosura, el Poder, la Sabiduría, la Pureza..., todo cuanto es Dios. Si desciende Él en su plenitud, se remedía todo mal, y se resuelven los problemas más agudos en conformidad con el divino beneplácito. El hombre que así se refugia al amparo del Espíritu Santo (Sal. 16, 8), se sumerge en la pleamar de la Omnipotencia. Ahora bien: si una de las condiciones para atraerle a nosotros es que entendamos su relación con nuestra Señora, otra condición esencial es que apreciemos al Divino Espíritu como Persona distinta y verdadera, que tiene con relación a nosotros una misión personal, particularmente suya. Y no será posible este aprecio sino recordándole con frecuencia. Y si, en nuestras devociones a la santísima Virgen, incluimos siquiera una rápida mirada al Espíritu Santo, estas devociones pueden ser un camino real para llegar hasta Él. Especialmente, los legionarios pueden servirse para este fin del rosario; y no sólo porque el rosario es una devoción de primera categoría al Espíritu Santo -por ser la oración principal

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