¿Se puede conocer la verdad en términos científicos sin perder la fe?

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Universidad Iberoamericana · Ciudad de México

Francisco Serrano Hess

¿Se puede conocer la verdad en términos científicos sin perder la fe?

Cuando pienso en una respuesta a esta pregunta, me viene a la mente el caso del científico más relevante del siglo XX, cuyos trabajos sentaron las bases las bases para la física estadística y la mecánica cuántica. Me refiero a Albert Einstein, quien dijo una vez que “Dios no juega a los dados”, para objetar los postulados de la física cuántica que afirmaban que en el universo reinaba el caos y la incertidumbre. En una ocasión incluso manifestó: “mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más pequeños detalles que podemos percibir con nuestra frágil y débil mente”, aunque especificaría después que creía en “un Dios que se revela en la armonía de todo lo que existe, y no en un Dios que se interesa en el destino y las acciones del hombre.” ^[1] Aunque nunca se casó con una religión, la mayoría de sus biógrafos lo entienden como un practicante del deísmo, una filosofía que deriva la existencia y la naturaleza de Dios de la razón y la experiencia personal, en lugar de hacerlo a través de los elementos comunes de las religiones teístas como la revelación directa, la fe o la tradición.

“Así, uno de los principales postulados de esta filosofía religiosa está basado en la creencia de que Dios existe y creó el universo físico, pero no interfiere con él […] Este postulado se relaciona y origina con una filosofía y movimiento religioso que deriva la existencia y naturaleza de Dios por la razón. Por ello no toma posición sobre lo que hace Dios fuera del universo […] Los deístas típicamente también tienden a rechazar los eventos sobrenaturales (milagros, profecías, etc.) y a afirmar que Dios no interfiere en la vida de los humanos y las leyes del universo […] Lo que para las religiones organizadas son revelaciones divinas y libros sagrados, la mayoría de deístas entiende como interpretaciones inventadas por otros seres humanos, más que como fuentes autorizadas. Los deístas creen que el mayor don divino a la humanidad no es la religión, sino la habilidad de razonar.”^[2]

       Claro que para contestar la pregunta en cuestión, habremos de establecer lo que para fines de este ensayo, entendemos por Dios. Los deístas, y probablemente Einstein, no se referían a un Dios bíblico ni como lo entienden las religiones convencionales, sino a uno creador y que está más allá de nuestra comprensión (que es de naturaleza humana, terrenal, pobre en contraste con lo divino). Por lo tanto, aunque comprensible el intento; el sujeto, en este caso todo aquel que aspira a conocer Dios, no puede entenderlo en términos distintos a los humanos, siendo que el objeto supera y capacidad de aprehensión humana.

       Quizá el error más común de los apologistas de la relación simbiótica, al momento de pensar en una coexistencia armónica de la religión y la ciencia —que más bien habría que entender como conocimiento religioso y conocimiento científico— es querer establecer en todas las explicaciones una concordancia, en vez de entenderlos como diferentes «interpretaciones» de los fenómenos que aspiramos a conocer (objetos).

       Para este ensayo, partimos de la primicia de que todo conocimiento posee el carácter de subjetivo, dado que su estado «natural» se corrompe en cuanto se transfiere por acción del hombre, para ser comprendido por el mismo, en un lenguaje o código en términos humanos, y por lo tanto, no naturales. Principio que aplica no solo sobre las explicaciones que pueden ofrecer las religiones, sino también las ofrecidas por las ciencias —que establecen una metodología para el objeto de estudio y la sistematización de los conocimientos— en un intento por explicar esos mismos fenómenos.

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