TRABAJO RELATO DE CONVERSIÓN DE EDITH STEIN

RELATO DE CONVERSIÓN DE EDITH STEIN

Hoy estamos con Edith Stein, una de las figuras más luminosas del siglo XX. 

Era una judía/ateísta que llegó a convertirse al catolicismo. Fue discípula de Husserl y la primera mujer doctorada en Filosofía en Alemania, también fue una luchadora de los derechos de la mujer. 

• Edith, antes de empezar, cuéntame sobre ti, sobre tu infancia, cómo eras...

Nací en 1891, en Alemania. Soy la menor de mis 11 hermanos, mi padre falleció cuando yo tenía 2-3 años y mi madre tuvo que hacerse cargo de todos nosotros. Ella era muy practicante, pero no del cristianismo.

Desde muy temprana edad empecé a madurar un temperamento reflexivo y destacaba por mi inteligencia y tener una capacidad de estar abierta a los problemas.

En la adolescencia, dejé la escuela y la religión porque no encontraba en ellas sentido para la vida. A partir de esto, inicié mi búsqueda, motivada por este principio: “estamos en el mundo para servir a la humanidad”.

En la universidad, Husserl me escogió para ser su asistente de cátedra. Además, conseguí el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.

Después, decidí alistarme en la Cruz Roja como enfermera durante la primera guerra mundial.

• ¿Qué elementos han influido en tu camino espiritual?

Mi amiga, quien fue mi instrumento en mi conversión. Gracias a ella supe quién era Santa Teresa de Jesús y empecé a leer su biografía, la cual no pude dejar de leer. Cuando terminé el libro, tras haber analizado sus lógicas, supe que lo que decía en el libro era verdad. Una vez descubierta la verdad, decidí ser católica.

• ¿Cómo te diste cuenta de tu vocación? ¿Qué hiciste después de tomar esa decisión tan importante?

Simplemente coincidía en todos los pensamientos que tenía Santa Teresa de Jesús y a través de crisis profundas que solía tener. Después de pocos meses, decidí bautizarme y cambiarme el nombre a Hedwig en honor a mi amiga.

• ¿Cómo fue tu vida apostólica a partir de este gran paso?

Me solía aconsejar espiritualmente un padre que reconocía mis dones y sabía que yo había nacido para hacer el bien en el mundo.

Empecé a trabajar de maestra en Santa Magdalena. Además, escribía, traducía e impartía conferencias. Siempre que podía, buscaba la soledad y la paz. Mi amor por la liturgia de la iglesia hizo que pasara horas de oración junto con los benedictinos de ahí que añadiera Benedicta a mi nombre. Luego los nazis nos dieron la orden de abandonar nuestras profesiones, así que decidí renunciar al mundo y voluntariamente pasar a ser parte del anonimato.

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