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Edith Stein

ecruz1613 de Julio de 2015

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EDITH STEIN: LA FILÓSOFA QUE ENCUENTRA A DIOS

EDITH STEIN: THE PHILOSOPHER THAT MEET TO GOD

Edgar Cruz Acuña

RESUMEN

El propósito de este ensayo consiste en resaltar uno de los aspectos de la multiforme cualidad de una intelectual católica que llegó a abrazar la fe luego de un largo itinerario de búsqueda incesante de la verdad, y, al encontrarla la contempló con reverencia y se consagró a su servicio. La personalidad de Edith, su espíritu de entrega, responsabilidad y coherencia, constituye un ejemplo vivo para todo intelectual cristiano contemporáneo que busca con sinceridad la verdad, no solamente mediante el uso natural de la razón, sino también a través de la luz que viene de lo alto. Su testimonio de sapiencia, fe, valentía y entrega, trasciende los límites eclesiales, irradiando a toda conciencia que busca la Verdad, la Belleza, la Justicia y la Felicidad.

PALABRAS CLAVE: fenomenología, razón, verdad, contemplación, mística, maestra, fe, tomismo.

ABSTRACT

The purpose of this paper is to stand out the qualities of a Catholic intellectual who came to embrace the faith after a long journey of relentless pursuit of truth, which looked with reverence and devoted to their service. Edith’s personality, her spirit deliver, coherence and responsibility, is the exact example for all contemporary Christian intellectual sincerely seeking the truth, not only by the natural use of reason, but also of the light coming from above Christian faith. Her testimony of wisdom, faith, courage and commitment, church transcends boundaries, radiating conscientiously seeking Truth, Beauty, Justice and Happiness.

KEYWORDS: phenomenology, reason, truth, contemplation, mystic, teacher, faith, Thomism.

Introducción

Presento un bosquejo de la trayectoria histórica de Edith Stein, maestra, filósofa, mística y santa carmelita que, después de haberse alejado por un tiempo de la fe, encontró nuevamente a Dios en el contexto de la experiencia cristiana. Edith es la santa suscitada para nuestro tiempo; su vida consagrada a la búsqueda de la verdad tuvo, finalmente, un desenlace doloroso, por un lado, pero glorioso, por otro: ¡cruz y resurrección! Habiendo alcanzado vislumbrar el “rostro” del Misterio, luego de un arduo trabajo intelectual, lo contempló con amor y reverencia, y se puso a su servicio hasta dar la vida por él.

Muchos testimonios académicos dan cuenta de la grandeza e importancia de Edith Stein. Trabajos de alta calidad y reconocimiento por provenir, muchos de ellos, de la misma cantera donde se forjó la santa. En la presente investigación he seguido muy de cerca los datos que se recogen tanto en el texto del padre Antonio Sangalli OCD y Bruno Biotti como en las obras completas de Edith, editado por Julen Urkiza y Francisco Sancho, respectivamente. Estos, y muchos autores, ensalzan las virtudes humanas, intelectuales y espirituales de Edith; yo también me aúno a ellos con el único propósito de seguir contribuyendo en la difusión de la vida y la doctrina de la santa.

Finalmente, en esta oportunidad, el objetivo de la presentación no se aboca a desarrollar un tema específico de la multiforme presentación humana, intelectual y mística de Edith, sino a desplegar un itinerario biográfico de búsqueda de la verdad, desde la filosofía, pasando por la teología, hasta arribar en la mística. Un camino que va desde la razón natural a la fe sobrenatural, desde la verdad humana filosófica hasta la verdad divina teológica, desde el ser finito al el Ser eterno. Todo en una relación de secuencia y complementación. Así lo entendió Edith, así lo vivió y se adhirió a su contemplación y servicio.

Primera etapa de su vida

Edith Stein, la menor de once hermanos, nació en Breslau (Alemania) en 1891, en el seno de una familia judía ortodoxa. Su padre Sigfred Stein, de profesión comerciante, falleció cuando apenas tenía dos años, encargándose la madre del cuidado y la educación de sus hijos. Según testimonios, Edith, desde un principio, mostró una personalidad fuerte, independiente, audaz y emprendedora. Muy propensa a los estudios, manifestó gran afición por la historia y la literatura de su país, así como su admiración por los grandes genios de la música como Bach, Mozart y Wagner.

Algunas circunstancias adversas ocurridas en torno a su familia la sumergieron en una profunda crisis existencial y de fe religiosa. Debido a ello, entre los 13 y 15 años, no solamente descuidó y abandonó sus estudios en el Instituto, sino también, de manera consciente y libre, abandonó la práctica de la religión judía, declarándose completamente atea, ansiosa de encontrar respuestas en otras fuentes más acordes a sus exigencias sobre el sentido de la vida y la realidad. Sin embargo, un año después volvió a retomar sus estudios, terminando brillantemente en marzo de 1911.

Trayectoria Académica

En el año 1911, inició su formación humanística en la Universidad de su ciudad natal. Se matriculó en la Facultad de Filología, Historia y Psicología, destacando de manera especial en alemán, latín e historia. Sin embargo, tampoco su primera formación humanística alcanzó satisfacer sus expectativas y responder sus exigencias. Predominaba en el ambiente académico un clima de escepticismo y relativismo empirista, de agnosticismo neokantiano y de psicologismo natural y materialista que pretendían reducir todo a la mera materialidad. En este contexto de malestar e incertidumbre, es que Edith conoce el libro “Investigaciones Lógicas” de Husserl, cuya lectura le abriría hacia una perspectiva diferente y nueva de la realidad, debido a su orientación clarificadora del nuevo método fenomenológico. Edith, sin pensarlo mucho, decidió trasladarse a la Universidad de Gotinga en 1913, donde E. Husserl ejercía el magisterio, convencida de que él era el filósofo de su tiempo.

Las enseñanzas del maestro le impresionaron hondamente porque suponían “un abandono radical del idealismo crítico kantiano y del idealismo de cuño neokantiano” (Sangalli-Biotti, p. 33). Para sus discípulos y críticos del momento, dicha propuesta significaba una “nueva escolástica”, ya que apartando la mirada filosófica del sujeto, se dirigía ahora al objeto mismo. Bajo este nuevo enfoque, el conocimiento más que crear o dar forma a la realidad, consistía en reconocer la realidad tal cual es en la globalidad de sus factores y adherirse a ella como criterio regulador.

Edith compartía con sus colegas que la perspectiva fenomenológica, más que un sistema filosófico, es una determinada actitud vuelta hacia las cosas mismas; más que un compendio doctrinal, es un método que permite abrirse a la realidad y comprenderla desde ella misma. La fenomenología husserliana, tal como aparece planteada en “Investigaciones Lógicas”, se propone la comprensión de las esencias que subyacen en la apariencia. Por eso Husserl comienza analizando primero el sentido original de las palabras, separando con minuciosidad y rigurosidad los distintos significados y, de este modo, va penetrando gradualmente en las cosas mismas, a través de la puesta en evidencia del significado preciso de los términos. Al respecto escribía: “Ahora, las cosas mismas que habría que entender a través del significado de las palabras, no son hechos empíricos individuales, sino algo general, es decir, la idea o la esencia de las cosas…” (cit. por Sangalli-Biotti, p. 32).

El período de su estancia en Gotinga (1913 – 1915), fue una etapa repleta de nuevas experiencias y grandes retos. Dos hechos fueron significativos en esta etapa: por un lado, el inicio de sus investigaciones de su tesis doctoral sobre de “El problema de la empatía”, bajo la guía del maestro Husserl y, por otro lado, el tener que interrumpir sus estudios para ingresar, en calidad de voluntaria, al servicio de la Cruz Roja, luego que estallara la Primera Guerra Mundial en 1914. Su abnegada labor le hizo merecedora de un reconocimiento especial del gobierno con la “medalla al valor”. En este período también conoció y entabló amistad con Max Scheler (1874-1928), un filósofo de renombre y de gran importancia para el desarrollo de la fenomenología, la ética, la antropología filosófica y la filosofía de la religión. De él aprenderá el recurso a los temas de la filosofía de la vida y el agustinismo teológico y filosófico. Además, conoció y trabó amistad con otro gran filósofo, Adolf Reinach (1883-1917), discípulo y colaborador de Husserl en la cátedra, dedicado a la aplicación del método fenomenológico en el ámbito jurídico. Tanto Scheler como Reinach, dos discípulos genuinos de la escuela de Husserl, influyeron decisivamente en la formación de Edith, no solamente desde el punto de vista académico, sino sobre todo existencial, expresando y entendiendo la vida desde una perspectiva diferente. En relación a Max Scheler escribirá: “Tanto para mí como para otros muchos, la influencia de Scheler en aquellos años fue algo que rebasaba los límites del campo estricto de la filosofía (…) era la época en que se hallaba saturado de ideas católicas (…) Este fue mi primer contacto con este mundo hasta entonces para mí completamente desconocido. No me condujo todavía a la fe. Pero me abrió a una esfera de “fenómenos” ante los cuales ya nunca podía pasar ciega (…) Las limitaciones de los prejuicios racionalistas en los que me había educado, sin saberlo, cayeron, y el mundo de la fe apareció súbitamente ante mí. Personas con las que trataba diariamente y a las que admiraba, vivían en él (…) Me conformé con recoger

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