Sé la máquina
Philippa RadmannTrabajo3 de Julio de 2019
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Pontificia Universidad Católica de Chile[pic 1]
Facultad Historia, Geografía y Ciencia Política
Instituto de Historia
No te adaptes a la máquina, sé la máquina
Mecanización | Productividad | Rapidez | Explotación
Fronteras en AL: Globalización y reestructuración
Integrantes: Antonia Barberis Ayala (Diseño) y Monserrat Pulgar Miranda (Diseño)
Profesor: Haroldo Dilla
Ayudantes: María Fernanda Cabezas y Melissa Menéndez
10 de abril del 2019
La revolución industrial fue uno de los aspectos decisivos para el ambiente que se viviría, entre 1920 y 1930, en Estados Unidos. La profunda transformación económica, que se generó a partir del avance de las técnicas productivas, dio paso a una época de prosperidad y crecimiento. La confianza en el progreso siguió aumentando, incluso luego de la crisis de 1929 y sus repercusiones. Una profunda admiración por el sistema capitalista se instauró en el imaginario de las sociedades. Poco a poco, fueron abandonando la vida rural, para trasladarse a las ciudades, núcleo vital para la instalación y desarrollo de las industrias: “Las ciudades se han convertido en un escenario clave para el intercambio de bienes y mercancías.” (Muñoz, 2008, p.22). El estilo de vida que conllevaba ser un obrero resultó bastante prometedor. En este contexto se desarrolla la película “Tiempos Modernos”, con Charles Chaplin como actor principal (El obrero), aunque desde un tono crítico y satírico, debido a que, detrás de la productividad, había tanto sufrimiento como enriquecimiento. Incluso, solamente con el título nos damos cuenta de que se trata de una burla respecto a la supuesta grandeza de la modernidad.
¿Qué se tomaba por capitalismo en ese entonces? ¿Cómo funcionaba? Apoyándonos en la visión de la película, podríamos definirlo como un sistema de producción opresivo apoyado en la mecanización, con el fin último de aumentar progresivamente la productividad. Sustentado principalmente en las propuestas técnicas del Taylorismo, orientadas al control absoluto del tiempo en todos los procesos productivos fragmentados y movimientos de los trabajadores, para maximizar la eficiencia y lograr la mayor acumulación de capital posible. En las primeras escenas vemos como el jefe omnipresente tiene acceso a todas las instancias dentro de la fábrica, siendo capaz de controlar a cada obrero e indicando al regulador a constantemente aumentar la velocidad en las filas de ensamblaje, obligando a los trabajadores a ajustarse. Aquí también apreciamos cómo estas propuestas se sistematizaron a través del Fordismo, o más bien, de la producción en cadena (sistemas interconectados de trabajadores especializados). Pero, no solo significó un sistema de acumulación, sino que también se convirtió en una propuesta social. Estas condiciones sobrepasaron las industrias e instauraron un régimen organizativo y regulador en las sociedades industriales.
Cayó de la manera más directa y cruda sobre los obreros. Como todo sistema económico, necesitaba sustentarse por medio de política, cultura y sociedad, creando ciertos parámetros y valores que son adaptados y al integrarse, aseguran la reproducción, propagación y permanencia del régimen. Se generan “reglas” propias del momento, aunque injustas, inmorales y deshumanizantes.
La base del capitalismo, para generar, se resume en controlar los cuerpos en el espacio en función del tiempo, de la manera más intrínseca. El mismo obrero no puede ir al baño para dar un respiro o, al igual que sus compañeros, debe comer al lado de las máquinas. La supervisión es total y drástica: no existe la privacidad ni las pausas. El tiempo pasa a ser el factor fundamental que rige y controla la vida de las personas. Llega un punto donde los obreros dejan de estar en el tiempo, para vivir por el tiempo e, incluso, intentar superarlo. La desesperación por rapidez fue lo que llevó a los gerentes y propietarios a ver a los trabajadores como objetos a los que podían mutar y someter (robots). Cuando Chaplin es llevado a probar la máquina de comer queda en evidencia el trato insensible, sin interés por la comodidad u opinión del trabajador. Y, aunque no funciona, maltratando y agotando al obrero, debe volver a trabajar, como una rata de experimento.
Los límites forjados dentro de la industria representan una desigualdad de trato que afectó directamente al proletariado. Marx habla de este fenómeno en su libro “El capital”, donde explica cómo el mundo de las mercancías se contrapone al humano en las sociedades mercantilistas. La mano de obra se vende a sí misma como una herramienta más y los objetos adquieren propiedades sociales, es decir, las cosas adquieren un estado subjetivo y los sujetos, por otra parte, se asumen como cosas-mercancías, a los ojos del empresario. Así mismo, las relaciones humanas están veladas por su relación con los objetos dentro de la fábrica (1946, p.57). El largometraje repite una escena sobre la confusión que se genera: tanto el obrero como el mecánico son succionados por los engranajes de una de las máquinas. Los absorbe, y terminan siendo prótesis o extensiones de estas, “quedando a merced de un capitalismo que vende la fuerza de trabajo, usando de posesión, al trabajador” (Dilla, 2019)
Una primera relación fronteriza aparece: la del trabajador versus la máquina. Los objetos pasan a ser más importantes que los humanos porque logran ser más rápidos y eficientes, pero a la vez absorben a los trabajadores, porque estos quieren llegar a alcanzarlas (por miedo a perder su trabajo). El fin no es adaptarse a la máquina, trabajando con ella, si no que transformarse en ella. Un espectro psicológico y emocional en la que el individuo se ve sumergido y opacado por un objeto que tiene más libertades que él: “La concentración de la domiciliación sin domicilios, en la que las fronteras de propiedad, muros y alambradas no significan ya obstáculos físicos permanentes.” (Muñoz, 2008, p.25).
Vemos cómo aumentar la productividad, fundamentada en la mecanización, no significó aumentar la calidad de vida. Es más, mantener estándares tan exigentes tuvo enormes repercusiones en las personas. El obrero, aunque era el agente sustentador y generador del sistema, a la vez, era el más castigado. El estrés, el cansancio físico (atado a los accidentes laborales) y las graves repercusiones psicológicas (enfermedades mentales) se transformaron en las nuevas condiciones de trabajo. Incluso, la película se burla de quedar “pegado con un gesto” (de apretar tuercas), pero lo que demuestra es que el sistema de trabajo causaba trauma. El peso de hacer la misma tarea reiterativamente, en condiciones precarias, generó daño irreversible. Termina por obsesionarse y volverse loco: “se trata de la diferencia entre la dignidad y la humillación, entra la condición humana y su pérdida” (Bauman, 1999, p.34). Ocurre una homogeneización de la mano de obra, como parte del sometimiento al trabajo en función al tiempo.
Si ocurría lo contrario y los obreros se revelaban contra la imposición del sistema, los costos eran aún peores. El desempleo, la hambruna y la pobreza - el estado de miseria total - eran consecuencias de mostrar adversidad. A esto se le suma la situación de crisis existente para 1936: muchos trabajadores pasaron a vivir en condiciones horrorosas y estaban desesperados por encontrar trabajo, evitando quedar excluidos. Ya que, para las clases bajas, ser parte de las industrias, representaba poder vivir un ideal de vida y proveer al hogar. Aunque el “bienestar” se lograba a costa de soportar ser explotado, era el precio necesario que pagar con tal de tener un beneficio mayor. Esto lo observamos reflejado través de la niña y su familia. Su padre desempleado, salía en busca de oportunidades a diario sin resultado, y teniendo hermanas pequeñas, la única solución que ella encuentra es salir a robar o conseguir recursos de la calle. Cabe destacar que, en este entonces, los hombres eran la fuerza laboral predominante. El padre termina por morir en un tiroteo durante una protesta (exigiendo ser escuchado y poder trabajar) y, como ya eran huérfanas de madre, el servicio social se lleva a sus hermanas. La niña logra escapar, pero viéndose obligada a vivir mendigando. A pesar de los esfuerzos, el sistema les ganó. Aunque perverso, era mejor ajustarse para poder subsistir, que luchar - y morir - o ser ignorado - y abandonado – en el olvido: “Vacía tu mente, libérate de las formas. Como el agua. Pon agua en una botella y será la botella. Ponla en una tetera y será la tetera. El agua puede fluir o puede golpear. Sé agua.” (Lee, 1971).
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