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Bang Bang


Enviado por   •  2 de Junio de 2014  •  1.416 Palabras (6 Páginas)  •  163 Visitas

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Durante 1994 tuvo lugar el genocidio de Ruanda, uno de los hechos de barbarie más significativos desde la Segunda Guerra Mundial y uno de los más vergonzosos episodios para una comunidad internacional más preocupada por salvaguardar sus propios intereses que por impedir la muerte del millón largo de personas (de etnia tutsi, pero también hutus moderados) que perdió la vida en aquellos trágicos días, o limitar la extensión posterior del conflicto a países vecinos como Burundi o Zaire (hoy de nuevo Congo), que no escatimaron medios en añadir víctimas a la cuenta de resultados a la que occidente contribuyó con su incapacidad o falta de voluntad, según el caso, para atajar una situación que se les fue de las manos, una responsabilidad que es doble en este caso y que se remonta a los días en que Congo, Ruanda y Burundi eran gestionados por la cruel e inhumana administración colonial belga, inventora de unas etnias que no existían con el fin de crear una estructura “burguesa” o “aristocrática” a la que inundar de comodidades y bienes materiales que la ayudara a dominar al resto de la población en un territorio tan extenso. De este modo, y teniendo en cuenta un dato tan objetivo como era el número de vacas que cada familia tenía en propiedad, el gobierno belga, uno de los más criminales de la Historia en su aventura colonial africana, dividió poblaciones que siempre habían convivido, amigos, familias e incluso matrimonios en etnias diferentes repartiendo un denominado “carnet étnico” que decía si uno era hutu o tutsi (así se crean esas naciones en las que muchas personas en occidente dicen creer como en dogmas de fe y que han defendido, y en algunos casos defienden aún hoy, con la guerra y la violencia, un acto arbitrario, una categorización de seres humanos cuyo último criterio a aplicar es precisamente la Humanidad, poniendo por delante cuestiones raciales, étnicas, lingüísticas, religiosas o culturales).

Esta producción sudafricana dirigida por Terry George aborda un hecho real en el marco del genocidio ruandés. El responsable de un hotel (magnífico Don Cheadle en un derroche interpretativo lleno de matices), impulsado por su deseo de proteger a su propia familia de los excesos violentos que recorrían el país de parte a parte, fue acogiendo en las reducidas dimensiones del edificio y sus instalaciones anexas primero a las familias de los empleados, luego a los amigos, y finalmente a todo aquel que, sin que importara lo más mínimo si se trataba de hutus o tutsis, huyera de la guerra y la muerte. La película retrata aquellos hechos de manera convincente, con una muy creíble recomposición de los sucesos tanto estética como narrativa, y sin caer en efectismos permite trasladar al espectador la zozobra, la incertidumbre, la angustia y el clima de violencia incontenible que como una ola arrasó con todo. A partir de ahí, la película, centralizando la narración en las difíciles circunstancias del encierro (constantes amenazas de asalto, suministro de provisiones y víveres, cuestiones de higiene y hacinamiento, la fragilidad de la resistencia emocional, etc.) retrata de forma verosímil el clima imperante en el país, los motivos profundos del estallido violento, el odio racial, las matanzas, la atmósfera opresiva de la caza sistemática del hombre, mujer o niño, y también el papel de la comunidad internacional (sobre todo encarnada en el papel del militar canadiense de los cascos azules interpretado por Nick Nolte, prisionero de la burocracia por un lado y de los intereses de países poderosos que limitaron el papel de la ONU de forma letal para cientos de miles de personas, y en el del fotógrafo que interpreta Joaquin Phoenix, el bienintencionado occidental que vive aterrorizado en un infierno de barbarie y carga contra la miseria moral de un occidente que lo permite e incluso lo alienta). Ése quizá sea el talón de aquiles de la película, los límites políticamente correctos (para occidente) del ejercicio divulgativo que supone el film sobre el genocidio ruandés. Porque la película, no sólo omite el surgimiento arbitrario y absurdo de una división étnica impuesta por los colonizadores europeos, sino que también pasa por encima de los intereses de potencias como Estados Unidos y Francia por su rivalidad económica en la zona de los Grandes Lagos africanos. Lejos de ser una guerra tribal, el conflicto tenía poderosas connotaciones económicas, comerciales y de gestión

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