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Enviado por   •  12 de Mayo de 2013  •  898 Palabras (4 Páginas)  •  242 Visitas

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Son muchos los intentos que desde el origen de la economía como ciencia han intentado conciliar los aspectos sociales, éticos y anímicos humanos con la necesidad imperiosa de producir y crecer económicamente.

No tenemos que olvidar que una de las definiciones más aceptadas sobre la economía es que constituye una ciencia que analiza el comportamiento humano como una relación entre fines dados y medios escasos que tienen usos alternativos. Por ello siempre es positivo y saludable analizar y cuestionarse si nuestra forma de abordar este difícil cometido es la más correcta.

Los modelos económicos impuestos y desarrollados en cada época no han podido refutarse o convalidarse mediante experimentos en laboratorio controlados a priori, sino que su caldo de cultivo ha sido la sociedad misma, con sus unidades productivas como elementos integrantes, y sus unidades organizadoras e inversoras como los “científicos”, que alteran, modifican o sustituyen los diversos sistemas económicos de cada momento histórico.

El problema de todo esto es que siempre es una gran mayoría de la humanidad la que paga los errores en la asignación de recursos, la organización de las unidades productivas, y reparto de los beneficios de la producción y el comercio por parte de los grandes inversores.

Son muchos los experimentos social-económicos que se han promovido e intentado establecer sobre todo en el siglo XIX y XX. Unos para mejorar las condiciones sociales y económicas de la sociedad en su conjunto, y otros para potenciar el papel de grupos de poder o lobbys concretos en la economía mundial. Pero no hay duda que toda sociedad sana y responsable debería debatir y discutir el modelo económico más adecuado a sus expectativas y a su modelo de desarrollo.

Esto por desgracia no ocurre, ya que la sociedad no es un órgano consultivo en estos temas para los gobiernos nacionales e internacionales, ni para las grandes multinacionales. Estas extienden su modelo de globalización neoliberalista donde algunos individuos o supraentidades internacionales propugnan el libre mercado feroz, donde la formula de “tanto tienes tanto vales” se hace valer frente a la iniciativa personal y las limitaciones estatales o supraestatales, tan necesarias para los ámbitos sociales básicos como la educación, la sanidad o el empleo.

Podríamos señalar que tradicionalmente, existen dos modelos puros en la economía: el centralizado o el descentralizado.

El modelo centralizado consiste en dejar un órgano central que tome las decisiones económicas que permitirán producir bienes y servicios. Este órgano decidirá qué bienes producir, a quién y cómo distribuirlos, cuánto asignar a cada persona, etc.. En este sistema la iniciativa personal y la propiedad privada se dejan al lado por lo que la motivación decrece en el ámbito económico.

El sistema descentralizado consiste en dar prioridad

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