A Nolberto se lo llevó el diablo
sierpe195526 de Septiembre de 2013
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A NOLBERTO SE LO LLEVÓ EL DIABLO
Los hasta mañana maestro, resonaron por todos lados, al finalizar las clases de aquel 17 de febrero de dos mil siete, que dejó huella en un niño de apenas ocho años de edad llamado Nolberto.
Cabizbajo y meditabundo, se dirigía ese día a su casa, para reunirse a almorzar con los suyos, pensando quizá que iba a comer en familia, pues para su fortuna, su padre que era un alcohólico potencial, ese día no estaba rindiéndole tributo al dios Baco.
Repentinamente se encontró con un señor vestido de negro, luciendo un hermoso sombrero blanco, quien al instante le dijo: ¿Para dónde vas muchacho? Voy a almorzar respondió Nolberto con mucha cortesía. Luego el sujeto extraño continuó con el diálogo diciendo: Fíjate que ando extraviado y necesito que alguien me enseñe el camino y pensándolo bien ese alguien puedes ser tú e introduciendo la mano en la bolsa de su pantalón extrajo un manojo de billetes de diferentes denominaciones pero era notorio el predominio de los billetes de cien quetzales.
Mostrando el fajo de billetes le dijo a aquel inocente niño: te daré todo este dinero si me ayudas a encontrar el camino que me conduzca hacia mi destino: El Cerro Grande. La tentación de Nolberto que no admitió ninguna pregunta, lo llevó a acompañar a aquel hombre misterioso, que a nadie saludaba en el camino ni se detenía para nada.
Los vecinos del caserío “El Chapulín”, veían a Nolberto pero no a su acompañante y por ello no entraron en sospecha alguna. Atravesaron el centro del caserío y caminaron por veredas desoladas, el rumbo era totalmente desconocido para aquel niño que jamás había salido solo de su casa. Quién sabe cuánto tiempo estuvo acompañando al invisible personaje, por fin estaba frente a una cueva muy grande y un montón de voces desafinadas lo invitaron a entrar, al cabo de un rato se encontró en el centro de la cueva completamente atado de pies y manos y a coro, voces desgarradoras salían de lo más profundo de sus gargantas diciendo: bienvenido a la casa de satanás. Satanás, satanás, se escuchaba el eco en aquella tenebrosa caverna.
Nolberto estaba viviendo un trance del que no pensó salir jamás, además de las voces, escuchaba revoloteos de aves como de rapiña y veía en la penumbra siluetas de animales gigantescos y deformes, sin embargo no tenía miedo y estaba a la expectativa de los acontecimientos.
De pronto en plena oscuridad de aquella cueva grande mezclada con la retinta noche, aparecieron ante sus ojos dos hermosas palomas que eran tan blancas como la nieve, ambas movieron sus patillas invitándolo a salir de aquella funesta gruta. Nolberto al instante sintió un tremendo calor que se le regaba por todo el cuerpo y una fuerza interior le empujó a forcejar manos y piernas y en un santiamén estaba libre de aquellas ataduras.
Echó a correr a aquellas horas de la noche y hasta entonces se acordó de ti Señor, pronunció una oración como aquellas con las que suele iniciar su jornada de clases, cuando el profesor les pide a todos los alumnos y alumnas que voluntariamente eleven una plegaria a ti, para darte gracias por el nuevo día.
Nolberto quedó profundamente dormido a la vera del camino que conduce a la Laguneta, a todo esto, sus padres y vecinos de la comunidad habían emprendido una intensa búsqueda y, al amanecer lo encontraron bien dormido a la orilla de aquel solitario camino. No cabe duda que enviaste a dos angelitos para proteger a un inocente niño y con ello se puso en evidencia una vez más tu victoria sobre satanás.
Autor: José Gabriel Posadas Figueroa
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