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A la carga! (Gung ho!) Cómo aprovechar al máximo el potencial de las personas Ken Blanchard y Sheldon Bowles


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2014  •  Reseñas  •  431 Palabras (2 Páginas)  •  449 Visitas

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¡A la carga! (Gung ho!) Cómo aprovechar al máximo el potencial de las personas Ken Blanchard y Sheldon Bowles

Dedicado a la memoria de

Andrew Charles Longclaw 1940 – 1994 y de su amada esposa, Jean, y su hijo Robert, Muertos trágicamente en Septiembre de 1965 Prólogo Por peggy Sinclair Una promesa es una deuda pendiente... -Robert W. Service “la cremación de Sam Mc Gee” El martes le hice una promesa a Andy Longclaw. Le prometí a usted la historia de cómo salvó nuestra empresa de la quiebra y lo que hicimos después para alcanzar utilidades sin precedentes y una productividad nunca antes vista. Y le prometí que le hablaría de cómo usted, también puede motivar y activar la potencia de toda su fuerza laboral. Pero ante todo, permítaseme explicar por qué hice esta promesa y cómo nació este libro. Todo comenzó en el hospital Walton Memorial el 7 de junio de 1994. Andy estaba hospitalizado. Ambos sabíamos que sería la última vez que nos veríamos, pero yo no lograba aceptar que se iría y tampoco sacar valor para decir las cosas que necesitaba decirle. Lo que hice fue hablar alegremente de ese lindo día de primavera, del béisbol y de los negocios. Pero llegó el momento en que me quedé sin palabras a mitad de una frase. Hubo un silencio corto e incómodo para mí. Entonces sentí que mis pensamientos salían a flote a pesar de mí misma. "Te quiero, Andy", le dije con un nudo en la garganta. Él movió lentamente sobre la sábana esa mano grande y curtida hasta apretar la mía con una fuerza que no creí que poseyera todavía. "Lo sé", dijo. Y después agregó: "Yo también te quiero. Siempre te he querido". No sé si lo que lo agotó fue la emoción del momento o mi visita. En todo caso cerró los ojos y dejó caer la cabeza suavemente sobre la almohada. Yo sabía que no dormía pues sentía la tranquilidad que me transmitía a través de su mano. Quizás sencillamente honraba el momento con su silencio. Con los años había aprendido que un silencio largo de Andy era su forma de decirme que mis palabras eran importantes y merecían un espacio propio antes de desvanecerse en una respuesta. Estuvimos así, cogidos de las manos, durante varios minutos. Andy me había dicho alguna vez que su madre le había enseñado a no esperar un silencio antes de hablar sino a esperar a que el silencio terminara. Finalmente Andy habló con voz débil pero clara. "Hoy iré a reunirme con mis antepasados". Como siempre, fue directo al grano.

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