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ACTITUD ANTE EL SABER


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2015  •  Ensayos  •  2.022 Palabras (9 Páginas)  •  90 Visitas

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ACTITUD ANTE EL SABER

Jorge Peña Vial.

Extracto de Entre la actitud culta del alumno y las virtudes del profesor, en Revista Centro de Estudios Públicos, nº 93, 2004.

        Frecuentemente se oye decir a los profesores y padres que tal alumno tiene una actitud negativa ante sus estudios, ante el saber o frente a una determinada asignatura. Desde luego el término actitud es vago y ambiguo. Con ello se pretende decir que el alumno no sintoniza con lo contenidos impartidos, que le interesan, que le dejan indiferente. Pero ¿cuáles  son los motivos que llevan a un alumno a desinteresarse, a permanecer indiferente, distante o ajeno ante el saber o una asignatura? Prescindiendo de posibles causas de tipo psicológico o social, de orden personal o familiar, que sin duda tienen incidencia, quisiera detenerme en el análisis de la actitud frente al saber.

        El alumno puede disponerse frente al saber ya adoptando una actitud culta o una actitud instruida. Dicha actitud no obedecer tanto a los contenidos de la asignatura como a la disposición subjetiva del alumno frente a ella. Por tanto, principalmente alude a la disposición de sujeto frente al saber o conocer.

        Una persona puede poseer una abundante instrucción y paradójicamente, no ser culta. A la inversa, se puede tener una escasa instrucción y, a pesar de ello, ser culto. Cada vez es menos raro encontrarse con personas que disponen de una altísima educación superior, lleno de perfeccionamientos y postgrados, de una preparación técnica muy especializada y elevada, y sin embargo, carentes de una actitud culta ante el saber pese a su alto grado de instrucción. Por el contrario, a veces quedamos conmovidos y gratamente sorprendidos ante personar de escasísima educación, pero que son tan cabales en su humanidad, tan atinados en sus juicios y tan certeros en su apreciación de la realidad que la de muchos hombres colmados de instrucción y rebosantes de erudición. No disponen de mayores conocimientos  pero tienen sabiduría, no gozan de una adecuada educación, pero tienen  un sentido innato de la realidad y de las cuestiones últimas capaces de iluminarla.

        Resulta desconcertante y paradójico a la vez comprobar cómo en nuestros días, cuando se imparte una instrucciones generalizada y técnicamente muy superior a la de otros períodos históricos, nuestras autoridades educativas y universitarias se quejan del evidente apagón cultural que parece cernirse fatalmente sobre la sociedad. Pareciera que la tarea de la universidad en los primeros años – y así reiteradamente lo dicen sus académicos – fuera destinada únicamente a rellenar los forados y lagunas que traen los alumnos de una cada vez más deficiente educación secundaria. Todo parece sugerir que la actual educación, con su prodigioso despliegue informático, técnico y audiovisual, está produciendo en masa hombres instruidos, pero no personas cultas.

        Debemos determinar y precisar mejor que se entiende por instrucción y cultura. Esta última tiene variadas acepciones, desde ser “una continuación de la naturaleza”, ser vista como la actividad propia y específicamente humano que le permite sobrevivir, o se la identifica con el mundo tercero de Popper, hasta considerarla como la objetivación de toda acción humana. Nosotros no emplearemos la palabra cultura en ninguna de estas acepciones, sino que adoptaremos una perspectiva más psicológica para su descripción. Se define lo que es cultura en la medida en que se determine e identifique cuál es su noción opuesta. Así, por ejemplo, es distinta la noción que se maneje de cultura si consideramos queso contrario es naturaleza, que cuando dialécticamente la oponemos, como pretendemos hacerlo ahora, a instrucción. Instrucción alude a la acumulación de conocimientos, datos, hechos sucesos. Para ello se requiere de un ejercicio de repetición a fin de grabar dicha información, es decir, es indispensable la memoria para archivar ese caudal de conocimientos necesarios. No hay instrucción sin archivo y rememoración. La actitud culta presupone y requiere de instrucción aunque, como veremos, va más allá de ella, trasciende y supera el mero conocimiento de datos y hechos relevantes. Un moderno aparato de registro, una computadora capaz de almacenar una ingente cantidad de datos, puede ser instruida mas nunca  culta.

        Por cultura entendemos, tal como la definió Gustave Thibon, “la participación vital del sujeto en aquello  que conoce”. El sujeto, por tanto no permanece al margen de lo que conoce sino que participa vitalmente de lo conocido o aprendido. Aquellos contenidos lo afectan personalmente, lo remueven y adquieren una personal resonancia en su interior. Por ejemplo, un profesor de Castellano pide a sus alumnos que se aprendan de memoria – para una posterior recitación en clase- un poema de Quevedo que alude a la muerte del ser amado. No sería extraño que un alumno sepa magistralmente dicho poema, lo recite conforme a las reglas del arte retórico con los énfasis oportunos y la dicción adecuada al caso. Se haría merecedor de una buena calificación por la fuerza y pathos de su declamación poética. Pero es asimismo posible que dicho poema no lo haya  afectado personalmente ni removido interiormente, y haya simplemente recitado el poema conforme a las reglas del arte. Cabe también la posibilidad que otro alumno, más tímido y menos resuelto en público, se haya trabado en la recitación e incluso haya titubeado en la declamación, pero sin embargo ese poema le ha afectado profundamente, ha seguido resonando en su interior a la par de ilustrarle acerca de la experiencia del amor, la muerte y su mutua relación. Este último, aunque quizás  haya obtenido una pero calificación, tiene sin embargo una actitud culta  pese a sus torpezas en la ejecución. Ese poema le ha afectado, lo ha removido interiormente, vitalmente le ha abierto horizontes para una mejor comprensión del misterio del amor y de la muerte. Tendrá  un sabor personal y concreto del poema, y sabrá apreciar  la recreación del amor y de la muerte a través de la palabra poética.

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