Acoso escolar ha existido siempre

El acoso ha existido siempre en las relaciones entre menores, dentro y fuera del ámbito educativo,

aunque quizás sea en ente entorno en el que adquiere mayor relevancia tanto por su frecuencia

como

por el hecho de que precisamente la violencia desvirtúa el fin primordial de la educación:

consolidar

las virtudes humanas. Sin embargo, el silencio de la víctima, en unos casos, el de sus compañeros y

educadores, en otros, y la falta de implicación de los responsables de los centros educativos, han

favorecido

que permaneciera oculto lo que, a su vez, no ha hecho más que agravar la situación. Si bien es

cierto que el problema ya había sido detectado a nivel empírico, el verdadero interés por

investigarlo

desde todas las perspectivas ha surgido a raíz de la conciencia social suscitada por casos graves

conocidos

a través de los medios de comunicación (como el de Jokin Ceberio Laboa en España), del mismo

modo que ha ocurrido con la violencia doméstica.

El acoso escolar puede definirse como la agresión física o psicológica infligida deliberada y

reiteradamente

con la finalidad de perjudicar a un individuo que no puede defenderse.

No hay que perder de vista que el mayor perjudicado en esta situación es precisamente el acosado y

por ello habrá que poner a su alcance todas las medidas necesarias para devolverle la confianza en

sí

mismo (que ha perdido por completo) y para ofrecerle un sistema de protección eficaz (del que se

ha

visto privado al comprobar su impotencia y la falta de ayuda por parte de su entorno próximo).

Dada la desproporción en la relación entre víctima y victimario, basada en el poder y la jerarquía, el

menor acosado se encuentra en una situación de total indefensión y desamparo, con las

devastadoras

consecuencias que ello conlleva: miedo, ansiedad, absentismo, fracaso escolar e, incluso, depresión

y

suicidio. Así pues, la opresión

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