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Enviado por   •  29 de Agosto de 2014  •  Informes  •  423 Palabras (2 Páginas)  •  190 Visitas

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El desplazamiento del poder de Manuel Antonio de la Cerda y las manifestaciones de rechazo popular y de las capas sociales burguesas «modernizadas» hacia su extremo puritanismo y su tan ridícula como empecinada dependencia espiritual de la Iglesia Católica y del ideario escolástico, fueron el preámbulo perfecto para una reforma seudoliberal y la instauración de un nuevo eclecticismo político plagado de fragmentos de postulados filosóficos modernos, acordes a las demandas de una nueva capa social en ascendencia, en cuyo interés actuaban, tanto las masas empobrecidas de campesinos, como los doctos ilustrados de las altas clases.

La belleza, inteligencia y sagacidad de doña Damiana Palacios, así como su dramático fin (ciega y enloquecida por los acontecimientos que concluyeron con la dolorosa separación de su hija), constituyen una fábula histórico-social interesante, que arroja cierta tenue luz sobre un período importante en nuestra historia política: finales del dieciocho y comienzos del diecinueve. Desde esa época Nicaragua ha oscilado entre dos abismos que el historiador Karlos Navarro caracteriza como «desgobierno y desorden público», es decir, demagogia y dictadura: el mundo imaginario de las leyes y la realidad.

Víctima del desasosiego histórico que causa el atraso económico, la injusticia social y la fragmentación de nuestra vida política, la literatura nicaragüense, y en especial su narrativa, está obligada a ejercer una función crítica y autocrítica de la historia. La temática constante de la narrativa histórica nicaragüense, dentro de la cual puede ahora inscribirse Doña Damiana, confirma la necesidad de reinventar constantemente nuestro pasado para evitar que se petrifique en el presente. Para que nuestros problemas más antiguos, paradójicamente siempre permanentes, encuentren por fin solución.

Frase memorable atribuida por el autor a de la Cerda y que, a manera de adémdum, no puedo dejar de anotar: «En este país, maldito desde que asesinaron al obispo Valdivieso, va a correr mucha sangre, pero dentro de doscientos años todavía se van a estar casando los Argüello con las Sacasa y los Lacayo con las Chamorro».

Pues bien, casi han pasado esos doscientos años y en efecto, mucha sangre ha corrido. También las Sacasa se siguen casando con los Argüello y las Chamorro con los Lacayo. Pero los clanes también se han expandido y por supuesto, también se han reformado, se han adaptado a los tiempos y a los avatares de las más recientes guerras civiles, a la tropicalización de otras ideologías importadas. Y de acuerdo a como marchan las cosas, otros nombres y apellidos figuran, o figurarán, en este baile de máscaras de nuestra historia social.

Los tres que de inmediato se me ocurren: Somoza, Alemán y

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