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Análisis Y Evolución Del Producto Interno Bruto


Enviado por   •  15 de Mayo de 2015  •  6.426 Palabras (26 Páginas)  •  232 Visitas

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Análisis y evolución del producto interno bruto

La recesión que afecta a la economía internacional desde el segundo semestre de 2008 es global, lo que representa una situación que no se había presentado desde la crisis de 1929. Los canales de transmisión de la crisis a nuestro país han sido el comercio exterior, los precios de algunos bienes y la volatilidad del tipo de cambio, así como la caída en las remesas, el turismo, la inversión extranjera directa (IED) y, en general, la drástica reducción

de la disponibilidad de recursos financieros externos. Esta crisis se está transmitiendo a todo el mundo a través de estos y otros canales, pero está afectando más a algunas economías, entre ellas la mexicana, poniendo en evidencia la vulnerabilidad de su estrategia económica. Después de subestimar la crisis, el gobierno ha tenido que aceptar la gravedad de la situación ante el deterioro continuo de la producción y el empleo.

México es uno de los países que se están viendo más afectados por la crisis económica mundial, mucho más que cualquiera de las demás economías latinoamericanas.

La caída del PIB en 2009, estimada oficialmente como se ha dicho en alrededor de 7%, puede alcanzar entre 8.5 y 9.5%. Como lo muestran las cifras del PIB al segundo trimestre

de 2009, la economía mexicana se encuentra ante la peor crisis desde 1931, incluidas las crisis de 1982-1983 y 1995. La caída del PIB en el segundo trimestre se situó en 10.3% respecto al mismo trimestre de 2008. El desplome de la producción está siendo muy abrupto y es previsible que la recuperación sea muy lenta. Se calcula que en los primeros siete meses de 2009 se perdieron 845 mil empleos y la cifra podría superar un millón al concluir el año. Si bien es cierto que la crisis se inició afuera, el efecto devastador que ha tenido en México sólo se explica por la fragilidad de la economía. A la intensidad con la que se está padeciendo la crisis económica mundial hay que añadir el pobre desempeño estructural de la economía mexicana en los últimos años. Si se analiza su evolución a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y los primeros ocho años del XXI, se identifican dos períodos claramente diferenciados por la dinámica del crecimiento: mientras que el PIB por habitante creció en promedio a tasas superiores a 3% anual entre 1950 y 1981, entre este último año y 2008 lo hizo a una tasa de 0.5% promedio anual.

La crisis ha hecho más evidentes las severas deficiencias de la estrategia de desarrollo impulsada a partir del cambio estructural de los años ochenta. En primer término destaca la vulnerabilidad externa, que se expresa en una alta dependencia de la economía estadounidense, así como la escasa capacidad de respuesta de los instrumentos de la política económica. En segundo lugar la política monetaria exacerba la volatilidad del tipo de cambio y la fiscal no tiene margen para instrumentar políticas anticíclicas; la Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria establece limitaciones que en los hechos tienen un efecto procíclico. Un tercer aspecto es la inexistencia de una adecuada red de protección social. A estos elementos hay que añadir la elevada dependencia fiscal de los recursos petroleros, la migración y la informalidad como válvulas de escape del mercado laboral y la elevada dependencia del flujo de remesas de ciertos sectores y regiones del país. Otro problema estructural no resuelto y en muchos casos acrecentado por las reformas

es el predominio de estructuras de mercado poco competitivas y la ineficacia o

Inexistencia de mecanismos adecuados para regularlas. La fragilidad estructural de la economía mexicana Como en la recesión con la que se inició el siglo XXI, la caída de la economía mexicana siguió rápidamente a la de Estados Unidos y hasta ahora ha sido más profunda. El Tratado de Libre Comercio (TLCAN) ha tenido como resultado indeseable un incremento de la subordinación económica frente a este país. El boom de los productos primarios permitió crecer a América Latina, pero México fue el país que menos se aprovechó de este auge. El rezago de México respecto a la región se explica en parte por las oportunidades perdidas, entre las que destaca el haber desaprovechado los ingresos extraordinarios del petróleo para realizar una importante inversión en infraestructura, pero también por la ausencia de políticas activas de fomento económico y promoción del empleo.

México mantiene una relación comercial superavitaria con Estados Unidos y Guatemala, pero es deficitario en sus intercambios con el resto del mundo. El superávit con Estados Unidos es casi simétrico al déficit con Asia. No sólo es un problema de dependencia, sino de falta de claridad sobre las posibilidades de la relación. A su vez, la pérdida de competitividad se debe en gran medida a los altos costos logísticos y de transporte, producto de la escasa inversión en infraestructura portuaria, el escaso crecimiento y deterioro de la red carretera y el estancamiento, cuando no franco retroceso, en el transporte ferroviario. La política cambiaria también ha contribuido en varios momentos del pasado reciente a esta pérdida de competitividad.

La falta de políticas de fomento ayuda a explicar la debilidad de la demanda interna y la pérdida de dinamismo del mercado nacional. La menor competitividad de los productos mexicanos en el exterior es en gran medida un reflejo del estancamiento de la productividad,

que es consecuencia de la falta de inversión y del descuido del adiestramiento de los trabajadores, así como del rezago en la investigación científica y del desarrollo tecnológico.

Uno de los principales problemas del cambio estructural, iniciado en México en los años ochenta, es que la inversión privada no ha podido compensar, ni cualitativa ni cuantitativamente, la caída en la inversión pública, circunstancia que ha afectado la capacidad de crecimiento de la economía mexicana.

Otro problema fundamental es la incapacidad del sistema financiero para canalizar crédito a las actividades productivas. El crédito se ha encarecido y se ha orientado principalmente

al consumo y en menor medida a las hipotecas, en menoscabo del financiamiento a las empresas, que han tenido que recurrir a fuentes alternativas de financiamiento, incluido el crédito de proveedores. México cuenta con un sistema financiero ineficiente e insuficiente, que no ha logrado aumentar el índice de bancarización y que si bien aún no enfrenta problemas de liquidez y cartera vencida –dados los altos índices de capitalización que alcanzó después de la crisis de 1995– tampoco contribuye a superar la situación actual y la puede empeorar

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