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Auxiliar De Enfermeria

sakaesabrina26 de Mayo de 2014

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EL RENACUAJO PASEADOR

El hijo de Rana, Rinrín Renacuajo, salió esta mañana, muy tieso y muy majo. Con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero encintado y chupa de boda.

"¡Muchacho, no salgas!" Le grita mamá. Pero él hace un gesto y orondo se va.

Halló en el camino a un ratón vecino. Y le dijo: "¡Amigo! venga, usted conmigo.

Visitemos juntos a doña Ratona y habrá francachela y habrá comilona". A poco llegaron, y avanza Ratón. Estirase el cuello, coge el aldabón.

Da dos o tres golpes, preguntan: "¿Quién es?" "–Yo, doña Ratona, beso a usted los pies".

¿Está usted en casa?" –"Sí, señor, sí estoy: y celebro mucho ver a ustedes hoy; Estaba en mi oficio, hilando algodón. “Pero eso no importante; bienvenidos son".

Se hicieron la venia, se dieron la mano, y dice Ratico, que es más veterano: "Mi amigo el de verde rabia de calor, démele cerveza, hágame el favor".

Y en tanto que el pillo consume la jarra mandó la señora traer la guitarra Y a Renacuajito le pide que cante versitos alegres, tonada elegante.

¡Ay! de mil amores lo hiciera, señora, pero es imposible darle gusto ahora, Que tengo el gaznate más seco que estopa y me aprieta mucho esta nueva ropa".

"Lo siento infinito, responde tía Rata, Aflójese un poco chaleco y corbata, Y yo mientras tanto les voy a cantar una cancioncita muy particular".

Mas estando en esta brillante función. De baile y cerveza, guitarra y canción, La Gata y sus Gatos salvan el umbral, y vuélvase aquello el juicio final.

Doña Gata vieja trinchó por la oreja al niño Ratico maullándole: "Hola" Y los niños Gatos a la vieja Rata uno por la pata y otro por la cola.

Don Renacuajito mirando este asalto Tomó su sombrero, dio un tremendo salto, Y abriendo la puerta con mano y narices, se fue dando a todos "noches muy felices".

Y siguió saltando tan alto y aprisa, que perdió el sombrero, rasgó la camisa, Se coló en la boca de un pato tragón y éste se lo embucha de un solo estirón.

Y así concluyeron, uno, dos y tres, ratón y Ratona, y el Rana después; Los gatos comieron y el Pato cenó. ¡Y mamá Ranita solita quedó!

LA POBRE VIEJECITA

Érase una viejecita sin nadita que comer sino carnes, frutas, dulces, Tortas, huevos, pan y pez. Bebía caldo, chocolate, leche, vino, té y café,

Y la pobre no encontraba qué comer ni qué beber. Y esta vieja no tenía Ni un ranchito en qué vivir fuera de una casa grande con su huerta y su jardín.

Nadie, nadie la cuidaba sino Andrés y Juan y Gil y ocho criadas y dos pajes De librea y corbatín. Nunca tuvo en qué sentarse sino sillas y sofás

Con banquitos y cojines y resorte al espaldar. Ni otra cama que una grande Más dorada que un altar, con colchón de blanda pluma, mucha seda y mucho holán.

Y esta pobre viejecita cada año hasta su fin, tuvo un año más de vieja Y uno menos que vivir. Y al mirarse en el espejo la espantaba siempre allí

Otra vieja de antiparras, papalina y peluquín. Y esta pobre viejecita No tenía qué vestir sino trajes de mil cortes y de telas mil y mil. Y a no ser por sus zapatos

Chanclas, botas y escarpín, descalcita por el suelo anduviera la infeliz. Apetito nunca tuvo

Acabando de comer, ni gozó salud completa cuando no se hallaba bien. Se murió de mal de arrugas,

Ya encorvada como un 3, y jamás volvió a quejarse ni de hambre ni de sed. Y esta pobre viejecita al morir no dejó más que onzas, joyas, tierras, casas,

Ocho gatos y un turpial. Duerma en paz, y Dios permita que logremos disfrutar

Las pobrezas de esta pobre Y morir del mismo mal.

CUENTOS DE: RAFAEL POMBO.

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