Bohemio

          Bohemio, con pelo largo y zapatillas de lona, Juan busca alguna changa por la ciudad que le permita comprar el pan del día. El sol raja la tierra y desnuda los rascacielos. Con la claridad, los bondis parecen más mugrientos de lo común y las cúpulas de los edificios parecen ser grandes monstruos con bocas abiertas y con ansias de comer un sabroso bocado de carne. Juan alquila una pequeña habitación compartida en el barrio de Once. Su destino es incierto pero el objetivo es claro: sobrevivir en la jungla. La ley de vida se rige por el predominio del más fuerte. La despiadada ciudad no da tregua pero Juan con valentía y una pisca de ingenuidad se enfrenta a ella. A las 5 de las mañana del día lunes, se dirigió a una oficina ubicada en pleno centro porteño con el fin de tener su primera entrevista laboral. La oportunidad la había conseguido por recomendación de la recepcionista de la pensión.

          No era para nada fácil (y nadie mejor que el podía saberlo), y de alguna manera sentía que de antemano estaba condenado a la derrota. Casi podía ver la cara del empleador, espantado, agitado, llamando a seguridad a los gritos, casi alejándose de la silla que moriría vacía frente a Juan. Nadie reacciona con tranquilidad y dulzura frente a alguien que tiene un tercer ojo clavado en la frente. Y màs aun, si ese ojo aparece y desaparece cuando se le da la gana.

Esa madrugada, aun en su cuarto, había decidido hacer caso a sus pensamientos cansados, de la noche anterior ya solo y de vuelta en la pensión de estar en el parque haciendo las veces de fenómeno con el gorrito a sus pies, mientras contaba monedas. El ya no quería esa vida, intento hacer algo con “eso” que lo atormentaba desde siempre. Esa mañana Juan salió de su casa entre nervioso y con cierto aire de seguridad, para disimularse a si mismo. Se había puesto lo mejorcito que encontró en su bolso, y con su largo pelo intento tapar ese lugar de su frente con un penado distinto, por si aquel ojo aparecía finalmente ahí, en el lugar menos indicado.

Ya en la calle y aunque no había mucha gente, Juan notaba miradas fijas de cada uno que pasaba por su lado, no podía entenderlo, la cola de la entrevista se volvió contra el entre sorprendida y asustada. Fue entonces que no aguanto más la presión, después de gran trabajo que había hecho con su pelo, ¿que podría ser?

Ya lejos del edificio, paró frente a una vidriera, miró su reflejo y lo entendiò

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