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CAPRICHO DEL DESTINO


Enviado por   •  16 de Octubre de 2014  •  785 Palabras (4 Páginas)  •  127 Visitas

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CAPRICHO DEL DESTINO

Una noche gélida de diciembre, cinco vagabundos combatían el frío en torno a una hoguera que habían encendido bajo el Viaducto de Madrid, a escasos metros de la Plaza Mayor.

Esos cinco hombres desarrapados, de edades comprendidas entre los veinticinco años de Juan, y los sesenta y ocho de Roberto, se contaban, mientras trasegaban un par de tetrabrick de vino y unos frutos secos, las vicisitudes de un día sin alicientes, y las miserias de sus vidas yermas.

De vez en cuando evocaban los recuerdos, de un pasado en el que ellos—según decían— eran personas normales, ciudadanos con ilusiones y ambiciones, que el tiempo y los avatares sufridos diluyeron en la nada.

Eran carrilanos, vagabundos, que se habían convertido y eran conscientes de ello, en unos seres sin futuro, ni presente. Ovejas negras de una sociedad en la que los perdedores no tienen sitio.

Entre ellos se encontraba Nacho, un hombre de cuarenta y dos años, con el pelo oscuro plateado por las sienes. Era alto, no mal parecido, delgado, y serio. Hablaba poco, no tenía demasiados amigos entre los vagabundos de la zona, y era en ese quinteto de fracasados donde únicamente se sentía a gusto, aunque no solía sincerarse con nadie, limitándose a escuchar en silencio, ensimismado, la narración de las cuitas de sus compañeros del Viaducto.

Aquella noche próxima a Navidad unas voces y una luz cegadora les hizo volver la cabeza y contemplaron asombrados a una mujer rubia, joven y muy atractiva, enfundada en un abrigo negro, que llegaba a su lado, micrófono en mano, seguida de un cámara de televisión.

La dama les dijo que era, Ana Bermúdez, la presentadora de un programa televisivo, que se emitía a nivel nacional, en “prime time”, que recogía por toda España la vida de “los sin techo” y que venía a entrevistarlos, para convertirlos, el próximo miércoles, en los protagonistas de su reportaje.

Los cinco compañeros de infortunio, se encogieron de hombros y todos, excepto Nacho, aceptaron confesar, en la pequeña pantalla, las circunstancias adversas, que les habían conducido a la difícil situación en la que se encontraban.

Por fin, Nacho se alejó del grupo, quedando fuera del alcance de la cámara y Ana, tras realizar una emotiva entrada y presentación de los indigentes, fue dándole la palabra a cada uno de esos cuatro vagabundos anónimos, convertidos por capricho del destino, en los representantes de muchos hombres y mujeres marginados.

Acabaron de rodar y tras concluir el reportaje, antes de despedirse, Ana Bermúdez le preguntó a Nacho, que la contemplaba ensimismado en silencio:

—Y usted ¿Qué profesión tenía?

La pregunta se quedó sin respuesta, ya que Javier Morlán, el cámara, un hombre cincuentón, grueso y calvo, dio un grito, se quejó de

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