CEPAL Y LA INTEGRACION ECONOMICA DE AMERICA LATINA
YUKOYAMIInforme21 de Noviembre de 2012
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CEPAL Y LA INTEGRACION ECONOMICA DE AMERICA LATINA
Desde su origen, la propuesta de la integración latinoamericana causó grandes expectativas, quizás en gran medida porque su argumentación se insertó en la lógica de un cuerpo teórico de análisis y de un modelo de desarrollo coherente y mucho más general. Las ideas pioneras de Raúl Prebisch y allegados conformaban una estrategia que aunque esencialmente económica, era una visión multidisciplinaria que cuestionaba de forma integral los procesos de desarrollo en la región
y sus modos históricos de inserción en el ámbito mundial. Se trataba en síntesis de una reflexión heterodoxa que emocionaba por la profundidad del análisis y por enunciar soluciones alternativas que prometían atacar de raíz los problemas económicos, políticos y sociales de América Latina. En noviembre de 1956, el Comité de Comercio de la CEPAL solicitó a la Secretaria Ejecutiva de la Comisión la constitución de dos grupos de expertos, uno para el establecimiento gradual de un régimen de pagos multilaterales y otro para definir las características del mercado regional. En este contexto, se elaboraron una serie de recomendaciones que en las siguientes décadas se convertirían en las referencias teóricas del proyecto de integración económica (lo cual no deja de poner en evidencia tanto la riqueza de la conceptualización original como, en términos comparativos, la crisis teórica posterior). En la reflexión, destacan, por una parte, los argumentos de tipo teórico y por otra, los de carácter instrumental.
El primer grupo de ideas se articula en torno a la visión según la cual los mercados nacionales eran reducidos para alcanzar condiciones de eficiencia. Para avanzar en dirección de una especialización productiva más sofisticada, de mayor contenido tecnológico, la estrategia de la industrialización por sustitución de importaciones (ISI), requería de la realización de economías de escala. Como resultado, el desarrollo de las industrias básicas, y particularmente de las productoras de bienes de capital (maquinaria) características de una etapa superior de especialización productiva en el modelo propuesto, necesitaba de la constitución de un mercado protegido más amplio (Prebisch, 1959).
La integración regional se asociaba entonces a la disponibilidad de un mercado común relativamente cautivo y de cierto tamaño, lógica que dicho sea de paso es muy similar a la que inspirara, en una primera instancia, la construcción del mercado europeo. A este argumento de peso a favor de la integración se agregaba en primer lugar la posibilidad de diversificar las importaciones y exportaciones, pero, en segundo término, de coordinar una política latinoamericana común frente a las dinámicas de la economía internacional.
La propuesta era también, en suma, un instrumento político que permitiría romper con una dependencia histórica en relación con los centros industriales. La subordinación de las estructuras productivas latinoamericanas a los requerimientos de las grandes empresas y de los mercados extranjeros se traducía en precios elevados de las importaciones y, en consecuencia, en altos costos del proceso sustitutivo. En palabras de Prebisch, la industrialización en la región se había desarrollado en el molde anacrónico de las relaciones comerciales del siglo XIX, caracterizadas por un escaso intercambio entre los países de América Latina.
Es importante recalcar que en la visión cepalina original, y hasta los años setenta, los autores de esta corriente entendían que la integración económica pasaba forzosamente por consensos políticos y que estos se reflejarían en la creación de mecanismos e instituciones comunitarios. A manera de ejemplo, Felipe Herrera escribía en una obra colectiva sobre el la oposición centro/periferia, la restricción externa y la escasez de capital y tecnología.
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