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COMO HACER UN ENSAYO


Enviado por   •  26 de Mayo de 2015  •  1.436 Palabras (6 Páginas)  •  127 Visitas

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an Preciado llega a Comala buscando a su padre, como le prometió a su madre cuando ella estaba a punto de morir, ilusionado por descubrir su lugar de origen, y a partir de aquí la narración nos desvelará la verdadera realidad del pueblo: en él, hallamos un mundo donde solo habitan almas en pena, personas en un estado distinto del ser: un estado de no-ser que, sin embargo, se refleja en la existencia, extraordinaria paradoja en la que este ensayo tratará de incidir. Finalmente, el protagonista también morirá, confuso y atemorizado por la realidad de este misterioso lugar que, por otra parte, se nos antoja un personaje literario en sí mismo, puesto que en él se instaura el mundo de los muertos, como un escenario escatológico que acoge la condena colectiva de vagar sin descanso (“Hay pueblos que saben de la desdicha. Se les conoce con sorber un poco de su aire viejo y entumido, pobre y flaco como todo lo viejo. Este es uno de esos pueblos”, p. 140), un pueblo maldito que, al mismo tiempo, se vuelve universo narrativo, marco cerrado de vida (o de no-vida) donde las normas naturales quedan rotas, e incluso la frontera entre la vida y la muerte se difumina.Así, para acometer esta reflexión sobre el tratamiento de la muerte en la novela, es necesario destacar determinados tópicos literarios, símbolos e intervenciones de los propios personajes.

Como punto de partida, a lo largo de la historia de las letras se ha ido desarrollando el tópico literario ubi sunt, expresión latina que postula la mayor preocupación existencial del hombre: ¿dónde están los que se han ido? ¿adónde iremos tras la muerte? Este planteamiento de raigambre filosófica y metafísica será el motor de la novela, y tendrá para el lector, a priori, dos posibles respuestas convencionalmente aceptadas en la cultura occidental: por un lado, podemos pensar que no hay nada más allá de la muerte; por otro, y siguiendo la estela de contenido religioso-moral de la novela, podemos concluir, como expone el cristianismo, que después de la muerte el alma vive eternamente en otro lugar(pensemos en el Paraíso, el Purgatorio o el Infierno, tantas veces retratados por las distintas disciplinas artísticas). No obstante, Juan Rulfo da un paso más, puesto que, lejos de situar en distintos “estancos” la vida humana y la vida trascendente –como hiciera Dante Alighieri en su Divina Comedia-, ambas realidades coexisten en un mismo cronotopo. Esta característica no solo se convertirá en una de las más llamativas a la hora de desentrañar la novela, ya que los esquemas establecidos sobre ambas existencias se rompen, dificultando la lectura de la obra, y sobre todo, complicando la tarea de esclarecer en qué estado natural se halla cada personaje; también será fundamental para reconocer la originalidad de la obra y la maestría de construcción narrativa del texto, más todavía teniendo en cuenta la complejidad estructural y las constantes rupturas de tiempo y espacio, las abundantes analepsis y prolepsis con las que se va desgranando la historia.

En los últimos momentos de vida de Susana, Justina contesta a la pregunta que Pedro Páramo le formula sobre el comportamiento de su amada: “No, señor, no se queja de nada; pero dicen que los muertos ya no se quejan” (p.165). Esta cita cobra importancia porque, en efecto, los muertos sí se quejan; la novela nos muestra el rumor constante de las voces que han quedado atrapadas en su estado de no-ser, murmullo cuya sonoridad evoca las oraciones colectivas en los momentos de culto en las iglesias, y al que contribuyen elementos del pueblo, como el repiqueteo de las campanas: “lamento rumoroso de sonidos”, (p.170). Este elemento, la musicalidad lograda con el llanto, el rumor constante del lamento, es uno de los elementos formales más destacados de la novela; impregna el escenario narrativo de un tono pesimista, de desgarradora agonía, descrita con un lirismo profundo que roza lo poético: “Eso lo despertó: un llanto suave, delgado, que quizá por delgado pudo traspasar la maraña del sueño, llegando hasta el lugar donde anidan los sobresaltos”, (p. 85); “Ruidos callados. […] Otra vez el llanto suave pero agudo, y la pena haciendo retorcer su cuerpo”, (p.86). Así nos presenta Juan Rulfo esta original cuestión: ¿Y si los muertos se quejan? Los personajes de Comala conservan

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