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Comercio Internacional

Pau.Orozcor11 de Abril de 2013

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Hoy los conocemos como dos de los ocho poderosos del sistema mundial. La patria de la histórica Revolución de 1789 y la isla de los grandes reyes y los supremos dominios coloniales, han regido, a través de sus propios aconteceres históricos, el del resto de la Humanidad. Desde el momento en que se constituyeron como naciones, Francia e Inglaterra ocuparían un papel esencial en el mundo conocido y en los que posteriormente se descubrirían. Pero el camino para llegar allí no dejó de ser tortuoso y traumático.

Después, ya con el estatus propio de su territorio, lo consolidaron o debilitaron según la época con la que confrontaron. Para mantener esta unidad nacional e incluso imponerla como elemento de superioridad a otros territorios emplearon recursos de todo tipo pero válidos en el transcurrir del tiempo pues terminaron siendo dos de las naciones principales en cuanto al rumbo político y socioeconómico de la Europa del futuro.

Siglos XIII-XIV: Los primeros pasos para la unidad constitucional

Con el desarrollo que ya acumulaba la humanidad en cuanto a los medios de producción y la división social del trabajo, a partir del siglo XIII D.c., comienzan a evidenciarse cambios trascendentales en las estructuras sociales que conllevarían a la posterior aparición de los primeros Estados-nación (Francia e Inglaterra) en el siglo XV. Por supuesto, como toda transformación en la historia, estas aparecieron causadas por factores de diversa índole.

Al principio, los territorios estaban divididos (e identificados) simplemente por reinos y dentro de ellos los señoríos y propiedades de la Iglesia. Pero el propio crecimiento de las actividades comerciales motivó la aparición de factores que le otorgaron un carácter más propio a cada región según sus características.

Por ejemplo, a partir de este siglo comenzó el auge por todo el territorio europeo de las ciudades, llamadas burgos. Cada una de ellas había surgido con un fin específico (militar, religioso, cultural, como parada de viajeros para el descanso y comerciales) pero fueron las dedicadas al comercio las más notorias debido a su impacto en la población feudal. Allí surgieron los primeros gremios o asociaciones de personas con el mismo oficio. Y en algunas ciudades dedicadas al comercio se desarrollaron, como manera de estimular esta actividad, ferias de intercambio con las más representativas en las regiones de Champagne (Francia) y Brujas y Medina del Campo (España).

También se intensificó como principal elemento de cambio comercial el uso de la moneda, respectivas de cada país aunque las más conocidas fueron el maravedí (España), el florín (Florencia) y el ducado (Venecia).

Por supuesto, las futuras instituciones que florecerían en las ciudades también caracterizaron las naciones. Además de los ya nombrados gremios, aparecieron asociaciones de maestros independientes de la enseñanza escolástica que llevaron luego a la creación de las primeras universidades en París, Oxford, Cambridge y Salamanca.

A partir de la segunda mitad de este siglo el emperador alemán fue perdiendo poco a poco su poder. Algunos príncipes dejaron de obedecerle y se independizaron. Esto coincidió con el afianzamiento de las grandes monarquías: Francia, Inglaterra, Portugal, Castilla o Aragón. Los reyes exigieron ser tratados como iguales del emperador y por tanto, señores en sus reinos.

Paradójicamente, para formarse como estados independientes, estos soberanos tomaron de ejemplo a su más feroz enemigo: la iglesia. La estructura de organización autoritaria, con una cabeza suprema a la que se le debía absoluta obediencia les sirvió para formar sus propios imperios. Más tarde, los monarcas seculares ayudados por las doctrinas resucitadas del derecho imperial romano, los volvieron contra el clero.

Pero, ¿cómo empezaron Francia e Inglaterra?

En el territorio francés, los rezagos heredados del sistema medieval habían causado un territorio dividido en propiedades donde los señores feudales tenían más poderío que el propio rey. Este no contaba con recursos ni poder económico para el añorado mando central que resolvería el caos en cuanto al transporte de mercancías y la seguridad entre otros, propios de la época.

Ante tal situación, el soberano Felipe III buscó una alianza provechosa con los comerciantes. Estos lo apoyaban con dinero y la formación de milicias populares y a cambio se les otorgaba vía libre a sus negocios porque ello también significaba el camino hacia la próspera centralización. Con el tiempo esta medida, llamada popularmente (aunque se ve que no necesariamente beneficiaba al pueblo) "la alianza del rey con el pueblo", debilitó la influencia de los señores feudales y creó paulatinamente las conocidas zonas especializadas en mercancías.

Luego, con el reinado de Luis IX, se dictaron nuevas medidas como leyes contra el saqueo y la emisión de monedas falsas. También los señores feudales fueron obligados a residir en las ciudades para permitir su mayor vigilancia y al mismo tiempo, evitar posibles conspiraciones.

En Inglaterra, con otras condiciones, contó por supuesto con otros medios para la centralización.

Desde año tan antiguo como 1215 la nobleza y el clero obligaron al rey Juan Sin Tierra a firmar la Carta Magna que respetaba los bienes y propiedades de la aristocracia y garantizaba a todos los servidores su libertad individual. Ello fortaleció el pensamiento común de ciudadanía del inglés que ahora se veía libre y con plenos derechos como tal. Sin embargo, hizo lo mismo con las riquezas de la nobleza que mantuvieron sus privilegios y por tanto, sus prerrogativas de una nación dividida a sus intereses.

Lo positivo de este acuerdo consistiría en que ya al menos una sección del pueblo que no pertenecía a la realeza o al clero podía, a través de uno o varios representantes, presentar solicitudes a su soberano. Los llamados estamentos del poder popular también serían recordados por identificar a su nación: en España las Cortes, en Inglaterra el Parlamento y en Francia los Estados Generales, convocados por primera vez por Felipe el Hermoso para que le asistan en su conflicto con el papa Bonifacio VIII.

Es solo en el siglo XIV, con el poderío militar y las primeras conquistas de Eduardo III, que el país comenzó a pensar en un todo. Posteriormente, en la Guerra de las Dos Rosas, acontecida en el siglo XV entre las casas de aristócratas, se fortificó la unidad política del país ya que se eliminó su enemigo principal: la nobleza.

¿Por qué no sucedió lo mismo en los territorios de las futuras Alemania e Italia?

Alemania estaba constituida por varios señoríos feudales cuyos amos estaban más empeñados en luchar entre sí o conquistar territorios que en reunirse como nación.

En Italia ocurría una situación parecida aunque en el ámbito económico. Las prósperas ciudades italianas, con el dominio del Mediterráneo y sus conexiones comerciales con Oriente tampoco necesitaban la unidad. Entre ellas mismas competían por vender sus mercancías. Aunque en ellas fueron donde aparecieron en el ámbito literario las primeras ansias de unidad a través del lenguaje toscano que Dante hizo el idioma nacional cuando lo reflejó en su obra. También el poeta Francesco Petrarca en sus rimas se duele de aquella Italia dividida que por la indolente ambición de sus ciudades sufriría continuos saqueos de alemanes, franceses, españoles y austríacos.

El Concilio de Constanza, en el siglo XV, constituyó el primer claro indicio del nacimiento de las naciones cuando los territorios votantes exigieron ser nombrados no como reinos sino como países debidamente organizados y agrupados.

De conquistas y conquistadores

La última Cruzada trajo consigo profundos cambios en las poblaciones del continente. A pesar de su indiscutible derrota en esta gran escaramuza territorial propugnada por la Iglesia y apoyada por las ciudades comerciales italianas, Europa se benefició del contacto con la civilización oriental. Como resultado positivo aprendió de los árabes mejores procedimientos para cultivar la tierra, así como el establecimiento delcomercio con novedosos y útiles productos como el arroz, cítricos, caña, albaricoques, seda y cristal entre otros.

En general, se fortaleció el intercambio mercantil a través del transporte marítimo con Oriente y de ello las máximas favorecidas fueron las ciudades italianas. En el aspecto social, ocurrió una solidificación del sentimiento nacional pues con la muerte de muchos señores feudales en las batallas los reyes volvieron a tomar las riendas de sus dominios, al frente de las ciudades constituidas cada vez más por antiguos campesinos cansados de las miserias de la ruralidad. Además la diferenciación entre los distintos reinos participantes de las cruzadas influyó en la consolidación de las diferentes nacionalidades. Aunque luchaban bajo el mando único de la Iglesia, cada territorio conocía por separado de las victorias o desastres de sus hombres.

Los siglos XIV y XV se destacaron como eras convulsas, plagadas de reyes ambiciosos y consecuentes guerras de conquista. El pueblo, arrastrado en esta vorágine de poder, comenzó a despertar de su existencia ajena al curso de los acontecimientos y a rebelarse contra conflictos que solo aumentaban su miseria.

En Francia se evidenció esto claramente. Durante la conocida guerra de Cien Años que realiza contra Inglaterra, su población llega a límites insospechados de miseria. Los propios efectos devastadores de todo conflicto, el continuo pillaje de los ingleses y los numerosos impuestos para pagar rescates de poderosos señores que nunca llegaron a ver, influyeron

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