Consecuencia Del Crecimiento Demografico
damaristema28 de Mayo de 2014
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Consecuencias del crecimiento demográfico
La población, o número de habitantes de una determinada región, afecta a todos los aspectos de nuestro mundo, desde las oportunidades económicas hasta los cambios en el medio ambiente y en las experiencias de la vida cotidiana. La comprensión de las tendencias a largo plazo resulta esencial para efectuar las proyecciones necesarias para una planificación inteligente en las áreas de economía, protección del medio ambiente y sanidad, así como para entender que, aun cuando otras muchas sociedades hayan sufrido análogas transformaciones a largo plazo en sus estructuras de población, sin embargo sus experiencias y métodos pueden ser muy diferentes. Las preferencias culturales, los incentivos económicos y las políticas gubernamentales que generan los cambios demográficos presentan ciertas analogías, pero no se pueden reducir a una simple fórmula o generalización.
A la hora de estudiar las poblaciones, los demógrafos y los sociólogos analizan las tasas de natalidad y de mortalidad y la esperanza de vida media. Además, investigan si la gente planifica el momento, el género y el número de hijos. El hecho de que las personas crean o no en su capacidad para planificar la familia y lo que harán o dejarán de hacer para su control, revela igualmente mucho acerca de sus actitudes respecto a la naturaleza, la moral y sí mismos.
Analizando los últimos 2.000 años de la historia de la población, las culturas y las creencias de la humanidad podemos detectar hábitos que permitan vislumbrar posibles tendencias de crecimiento futuro de la población.
Una revolución en cifras
Durante la mayor parte de la historia, la población global ha sido cíclica, sin evidentes tendencias a largo plazo. Una estimación sugiere que hasta el año 1500 aproximadamente este crecimiento era por término medio del 0,0002% anual, lo que se traduce en un incremento de 5 personas al año en todo el mundo entre los años 10000 y 4000 a.C., momento en el que nuestro planeta estaba habitado por unos 20.000.000 de individuos. A lo largo de los siguientes 4.000 años la población aumentó a un ritmo ligeramente superior, alcanzando una cifra cercana a 200.000.000 durante el I siglo d.C., manteniéndose así durante 600 años. Durante los siguientes 650 años creció un 75%, a un ritmo anual inferior al 0,1%. Curiosamente, algunas ruinas de antiguas ciudades y asentamientos parecen indicar que ciertas poblaciones urbanas contaban con el mismo número de habitantes a principios del primer siglo de nuestra era que en el año 1500.
La población humana en 1250 se hallaba fuertemente concentrada en unas cuantas regiones donde se practicaba la agricultura sedentaria y surgieron las ciudades. Cerca del 75% del total de la población vivía en el 6 ó 7 % de la superficie terrestre seca de nuestro plantea, promediando 65 habitantes por milla cuadrada (aproximadamente equivalente a la Europa de 1650 o al actual estado de Texas). El 93% restante del territorio mundial no se hallaba habitado o servía de hábitat a pueblos nómadas que vagaban por extensos territorios, con una densidad de unos 0,5 habitantes por kilómetro cuadrado. Prácticamente la totalidad del incremento de la población procedía de la conquista de los nómadas o la conversión de éstos a la agricultura y al asentamiento en poblados. La escasa evolución de las técnicas de cultivo explica la inapreciable variación del número máximo de personas que podían vivir en una cierta superficie.
Hacia el año 1250, la población mundial comenzó otra vez a disminuir debido a la aparición de nuevas epidemias y a la utilización de técnicas de cultivo inadecuadas que provocaron en muchas zonas el empobrecimiento del suelo. Entre tanto, la enorme expansión del Imperio mongol gobernado por nómadas se tradujo en una interrupción del crecimiento del territorio controlado por los pueblos agrícolas y constructores de viviendas. La población mundial no volvió a aumentar hasta el año 1450, fecha en la que se produjo la eclosión.
Crecimiento rápido de la población, primera fase: 1450-1650
Hacia 1450, la población aumentó rápidamente en Asia oriental, Europa y probablemente en la India, existiendo también signos de crecimiento en otras regiones densamente pobladas como Egipto. La población total del mundo pronto alcanzó nuevos máximos, y esta vez las cifras nunca volvieron a caer por debajo de los niveles previos a 1450. A finales del siglo XVII se produjo un ligero descenso, pero hacia el año 1700 la población mundial contaba como mínimo con 600.000.000 habitantes.
Existen muchas teorías para explicar esta variación masiva. Tras la disolución del Imperio mongol y el siglo de inestabilidades que vino a continuación, surgieron en diferentes regiones gobiernos más fortalecidos. Estos gobiernos se beneficiaron de una mejor agricultura, que se traducía en una mayor recaudación de impuestos y mayor número de habitantes, lo que a su vez significaba más soldados. En consecuencia, fomentaron un aumento de cultivos y asentamientos en las regiones fronterizas. No se produjo ningún avance significativo en las técnicas agrícolas, pero merced al aumento de la educación y de la imprenta, las técnicas vigentes se podían transmitir a un número mayor de gente. La medicina continuaba siendo bastante ineficaz, pero la formación y la imprenta contribuyeron a la difusión de ciertos principios básicos de los cuidados infantiles y prenatales, especialmente en China, Japón y Corea.
Crecimiento rápido de la población, segunda fase: 1700-2000
Hacia mediados del siglo XVIII, China, Japón y Europa occidental habían alcanzado nuevos máximos de población y estaban experimentando crecimientos más rápidos que los conocidos hasta entonces. A partir de este momento, dichas regiones conocieron disminuciones de poblaciones únicamente temporales y muy ligeras. En el siglo XIX, la mayoría del resto del mundo siguió el mismo camino, rompiendo todas las cifras de población anteriores. Hacia 1800 la población total del mundo era de unos 950.000.000, hacia 1900 de 1.650.000.000 y actualmente ronda los 6.000.000.000. La tasa de crecimiento era posiblemente del 0,3% anual en el siglo XVIII, entre 0,5 y 0,6% en el XIX y de un sorprendente 1,5% en el siglo XX. Algunos países han conocido tasas de crecimiento superiores al 3% anual, doblando su población en un periodo de unos 23 años.
Al existir un mayor número de personas se requería una mayor cantidad de alimentos. En gran parte del mundo el rendimiento máximo posible de alimentos por unidad de superficie no aumentó de manera significativa hasta la invención de los fertilizantes y los pesticidas químicos hacia 1900. Pero en los siglos XVIII y XIX se produjo una gran expansión del área total cultivada, especialmente en el continente americano, en Rusia, Australia y en el sudeste asiático al tiempo que continuaba la difusión de las mejores técnicas de cultivo.
Los cambios en la organización económica y social de muchos lugares sirvieron igualmente de acicate para el crecimiento de la población. Hasta el siglo XVIII muchas sociedades impedían a los ciudadanos contraer matrimonio y tener hijos mientras no fueran capaces de mantener una familia, lo cual, por lo general, implicaba heredar las posesiones de los padres. Pero en el siglo XVIII, especialmente en Europa y en Asia oriental, cada vez más personas se ganaban el sustento trabajando para terceros y sin esperar a heredar las tierras, las herramientas o el comercio familiar. Así pues, comenzaron a tener hijos a una edad más temprana y en mayor número.
A medida que aumentaban las tasas de nacimiento, decrecían las de mortalidad. La disminución de la tasa de mortalidad antes de 1900 no cabe atribuirla tanto a nuevos conocimientos médicos como a la difusión de algunos de los existentes, a las mejoras en la recogida de basuras y en el suministro de agua potable, así como a otras medidas relativas a la sanidad pública. En la década de 1900, las tasas de mortalidad decrecieron tan vertiginosamente que la población ha continuado creciendo incluso en muchos lugares donde las tasas de natalidad han disminuido drásticamente.
Una revolución de actitudes y costumbres: la planificación familiar
Al mismo tiempo que la población mundial se disparaba a partir de 1450, se estaba produciendo algo igualmente importante a nivel individual. En el siglo XVII, o incluso antes, muchas personas ya intentaban planificar el número, el momento de nacimiento y, en determinados casos, el sexo de sus hijos. Sin embargo, no se dispone verdaderamente de pruebas directas sobre estos aspectos debido a la ausencia de registros escritos y al carácter tan personal de las decisiones acerca de la reproducción. Sabemos que algunas personas intentaban controlar el tamaño de la familia utilizando medios ilegales, como el aborto o el infanticidio, lo cual también les obligaba a borrar cualquier prueba de tales prácticas. Como consecuencia de lo limitado de estos conocimientos, todo lo que sabemos acerca del control de la fertilidad está estrechamente ligado a la obra del primer demógrafo (investigador de la población), Thomas Malthus.
Malthus mantenía que una vez que los individuos habían contraído matrimonio, la frecuencia de sus relaciones sexuales venía determinada por unos instintos biológicos que ni la sociedad ni la cultura eran capaces de modificar. Y aunque sabemos que las personas han intentado durante siglos encontrar métodos anticonceptivos que les permitieran las relaciones sexuales sin provocar un embarazo, generalmente se había dado por bueno que no existía un método anticonceptivo eficaz hasta la invención del condón, fabricado con caucho vulcanizado, en el
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