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Cotler


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2014  •  Informes  •  416 Palabras (2 Páginas)  •  153 Visitas

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Cotler indicaba que las formas y prácticas propias de la dominación oligárquica estaban presentes incluso en los dirigentes y organizaciones que pretendían erradicarlas. El APRA y Acción Popular, los partidos políticos anti-oligárquicos, -nos decía el autor- dependían irremediablemente de las decisiones de Haya de la Torre y Belaúnde en tanto estos “encarnaban” sus respectivas organizaciones y su imagen pública: “se asimilaba a la de las figuras patronales (…), rodeados de fieles y diligentes seguidores”. Se me hizo inevitable pensar en que esta frase tiene mucha vigencia.

Prestemos atención a lo siguiente. ¿Alguien puede concebir el fujimorismo sin algún Fujimori? ¿Perú Posible sin Alejandro Toledo? ¿Solidaridad Nacional sin Luis Castañeda o el nacionalismo sin Ollanta Humala? Me temo que no. Estas agrupaciones políticas no existirían sin sus respectivos líderes porque perderían su razón de ser: son maquinarias creadas por y para impulsar la carrera política de cierta personalidad concreta. Y podríamos discutir si es así también la relación entre Alan García y el APRA, Lourdes Flores y el PPC, y algunos otros casos a nivel sub-nacional. A pesar de las diferencias con las formas organizacionales del pasado, las actuales agrupaciones políticas mantienen las mismas relaciones entre el líder y los otros miembros de la organización.

Ahora bien, no me malinterpreten, estoy de acuerdo con aquellas posiciones que argumentan que pese a que la herencia colonial se mantuvo hasta muy entrado el siglo XX, el gobierno de Velasco rompió definitivamente con el pasado de dominación oligárquico aunque sin ser capaz de construir un orden alternativo (Tanaka, 2002) y que más bien lo que subsiste (además de algunas “viejas” prácticas) es la autoridad tradicional patrón-sirve en las subjetividades: la combinación de su inexistencia real junto con su presencia imaginaria (Portocarrero, 2010). Sin embargo, donde tiene una presencia objetiva es al interior de nuestras organizaciones políticas.

De este modo, podemos afirmar que en el Perú se cumple hasta actualidad lo que afirmaba Leopoldo Zea para México en 1949: “Este pasado nuestro aún no se convierte en auténtico pasado, sigue siendo un presente que no se decide a ser historia” (3). La herencia colonialpersiste pero quizá no tanto en nuestra sociedad como al interior de nuestras organizaciones políticas. Esta es la continuidad en las organizaciones políticas peruanas surgidas en diferentes momentos históricos que, si estoy en lo correcto, no debe dejarse de lado. Salvo excepciones, las nuevas han mantenido estos rasgos del “antiguo régimen”. Así, al menos en la relación líder-seguidores de estas, la historia se ha encaprichado y no quiere ceder

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