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CLASES, ESTADO Y NACIÓN: JULIO COTLER

acamilamtm2 de Septiembre de 2013

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CLASES, ESTADO Y NACIÓN: JULIO COTLER

1. PREAMBULO

Para comprender la particularidad del gobierno militar y su proyección político era, pues, insuficiente analizar la crisis oligárquica iniciada en los años cincuenta y concluir en la formación de dicho gobierno. Esto solo podría lograrse conociendo los singulares problemas derivados de la formación social peruana: solo explicaría de manera muy general los acontecimientos del fenómeno político de los últimos diez años. En efecto, parecería irrazonable que para entender una crisis política debiéramos examinar su pasado. Básicamente, porque se parte de la constatación que en este caso, a diferencia de otros, no ha exiliado a un corte histórico desde el siglo XVI que haya significado un momento nuevo y diferente en su formación social, y condicionando su desenvolvimiento subsiguiente. La sociedad peruana arrastra, sin solución de continuidad, un conjunto de características derivadas de su constitución colonial, que condicionaron el desarrollo de su estructura y procesos sociales. La acumulación de una serie de problemas a los largo de su historia, que al sobreponerse y confundirse marcan fuertemente su existencia y seria solo a mediados de los años cincuenta que dejaron traslucir. Estas consideraciones nos llevaron a plantear, 1ro, el examen de la formación social, lo que eufemísticamente se llamo la “revolución peruana”. Al estado militar que desarrollo una estrategia para atacar la formación social, modificando las constantes que la definen y analizando los resultados logrados. De esta ambiciosa tarea nace este volumen, dedicando al examen de la formación social, al que debe seguir otro que estudie las relaciones entre Estado y sociedad de esta década.

Los problemas de la formación social peruana han sido tratados de diferentes formas, diferentes perspectivas y observadores, pero en términos generales se repiten de manera monótona los mismos síndromes, recurriendo a términos tales como “desarticulación”, “inorganicidad”, “dualismo”, “archipiélago”, “desintegrado”, para caracterizar de manera sistemática las notas básicas de esta sociedad “enferma”. Macera remato con una frase estas percepciones negativas al aseverar que el Perú no es sino un exceso semántico. De ahí que la “promesa de vida peruana” de Jorge Basadre haya sido una nota constante, la idea de una país por realizar. Esta suponía igualmente, la necesidad de ordenar de manera radicalmente diferente la sociedad y política peruanas. En los diferentes trabajos de interpretación del Perú, y nos solo en los contemporáneos, se le define pro sus rasgos negativos, por lo que no es y por lo que podría y debería ser. Parecería que un sentimiento de frustración fuera el común denominador que ha motivado a los autores para tratar en entender y desentrañar las deficiencias a fin de lograr una integrada referencia social y cultural.

Los diferentes autores, aluden de manera reiterativa a la falta de articulación territorial del país, a la ausencia de homogeneidad y de fluidez económica entre varias esferas de la producción y entre las varias regiones geográficas. Asimismo, señalan como determinantes de situaciones plurales y heterogéneas, no integradas, las que llevarían a definir al Perú como un “museo viviente”. A todo esto se le agrega la permanente inestabilidad política con gobiernos incapaces de hacer efectiva dicha centralización; incapaces de gobernar y de poderosos reducidos a la Impotencia. A esto se le agrega la carencia de una identidad colectiva con el consiguiente sentimiento de solidaridad nacional entre indios, cholos, mestizos, asiáticos, negros y blancos; costeños y serranos; burgueses, terratenientes, obreros, feudatarios y comuneros. En resumen, el Perú se encontraba en un estado coloidal, a la espera de un modelador providencial.

Varias han sido las explicaciones relativas al porque de esta situación. Hasta la década del veinte se decía que el problema residía en la deficiencia racial de las clases populares o en la indolencia del alma hispánica por la presencia de otros. Es decir, la interpretación se caracterizaba por su manifiesto racismo e idealismo, o bien por la inmediatez fáctica del positivismo, sin ninguna capacidad para remontarse por encima de ellos a fin de lograr una científica comprensión del fenómeno mismo. Con Mariátegui y Haya de la Torre se inician nuevas corrientes de interpretación del problema peruano, que buscaban comprenderlo a partir de sus condiciones materiales de existencia y enlace. Estos dirigentes hicieron explícitos los temas que quienes los precedieron solo trataron de manea implícita y unilateral, en tanto no recogieron los intereses y perspectivas históricas de las masas populares. El ánimo de contribuir a seguir esclareciendo estos problemas y considerar de que manera y hasta qué punto tienen vigencia y validez en la actual situación creada por el Gobierno de la Fuerza Armada. Se analizan clases, Estado y Nación, tratando de enlazarlos con la historia peruana; con un peso necesario, señalando que factores jugaron para darle cohesión a la sociedad peruana, pese a su “desarticulación”. Este trabajo no pretende ser una historia social o política del Perú, se propone a encontrar un camino para dejar de ser forastero en este país.

2. Capítulo I: La Herencia colonial

La conquista de América se llevo a cabo en el momento que Europa pugnaba por resolver la crisis del sistema feudal a través de su expansión territorial. La conquista suponía superar dicha crisis, constituyéndose una economía mundial de orden mercantil. Europa paso a ser el nuevo eje del sistema y América una de las periferias coloniales. En estas condiciones “el oro y la plata del Nuevo Mundo permitió a Europa vivir por encima de sus posibilidades y de invertir mucho más de lo que ahorraba”. En efecto, la conquista de América procuro la producción e intercambio de mercancías, que permitían la realización de grandes y rápidas operaciones comerciales a un reducido tipo de interés. América cumplió la función de un banco emisor que suministraba una oferta elástica de dinero a los sectores metropolitanos. El oro y la plata americanos, y la explotación minera fue el eje de la producción colonial, después le seguían la agricultura, las artesanías, y el comercio. Pero la principal preocupación de los conquistadores era únicamente el de obtener cada vez mas oro, por consiguiente poder económico. Al Perú le toco un rol en el que no estuvo en condiciones de experimentar transformaciones que ocurrían en los países centrales, en términos de acumulación original y de liberación de la mano de obra de las ataduras legales pre-capitalistas. El establecimiento legal de dichas relaciones sociales, destinadas a favorecer la apropiación mercantil, sello la suerte y el destino histórico de la sociedad peruana.

La explotación de la mano de obra nativa se dio a través de la concentración de esa población en las reducciones que se caracterizaron por el asentamiento en pueblos de los dispersos ayllus indígenas y tenían el propósito de organizar a la población sojuzgada para facilitar el cobro de tributos y disponer de mano de obra para los requerimientos de la población dominante. También se buscaba aislar a los indígenas de brotes insurreccionales y quebrar su identidad étnica. El tributo constituyo un mecanismo clave de la organización colonial. Este tributo percibía de la explotación minera, debía pagarse en metálico. De esta suerte, los indios se encontraban obligados a ingresar en la economía mercantil vendiendo sus productos al precio establecido por los cabildos, a entregar parte de sus cosechas y artesanías a los funcionarios, a los precios que estos señalaran y a trabajar por un salario establecido por las autoridades. Mientras los productos que “vendía” el indígena se subvaloraban en relación al costo del “mercado”, los que “compraban” estaban sobrevalorados. Es decir, el grupo dominante se constituía en un monopolio y en un monopsonio respecto a la sociedad dominada.

Esta situación provocaba un creciente endeudamiento de la población colonizada, que pasaba a tener un marcado carácter de mano de obra aprisionada, haciendo realidad la afirmación que “sin deudas no hay trabajador”. Los conquistadores recibían del Rey diferentes tipos de prebendas, con las que se beneficiaron del trabajo indígena, e hicieron viable del desarrollo mercantil. Una de la más importantes regalías fue la encomienda indiana, que es un determinado número de tributarios quienes se encontraban así obligados a prestarle servicios personales por el equivalente de lo que debían tributar a la Corona. De esta manera el encomendero se encontraba en potestad legal para apropiarse de la una renta a través del trabajo de los indígenas en las minerías, agricultura, artesanías, a cambio de los cual debía cuidar su evangelización, lo cual significaba preservar el estado de sumisión de la población conquistada.

Los sucesivos conflictos entre los conquistadores y la Corona por el pago del tributo al encomendero termino en que la encomienda se constituyera en uno de los núcleos del reclutamiento de la mano de obra servil. Sin embargo, ya que la encomienda favorecía la autonomía de los conquistadores, Corona limito su usufructo restringiendo cada vez más su concesión, hasta que en el siglo XVIII la elimino definitivamente mediando como compensa una suma fija otorgada por el Rey. Estas intenciones buscaban preservar los intereses reales sobre los señoriales, las que dieron lugar a las rebeliones y guerras civiles con que los conquistadores enfrentaron a la Corona. Del mismo modo, el poder público ordeno a las justicias reales que

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