Cuadro Comparativo Cuadro Comparativo Entre Los Alimentos Alterados,alimentos Contaminados Y Los Alimentos Transgenicos
mancorivera27 de Agosto de 2012
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MIEDO AL RIDÍCULO
"Ande yo caliente, ríase la gente".
Cuántas veces has sentido más de un par de miradas sobre tu persona que te hacen sentir...
incómodo hasta tal grado, que has pensado:
¿Qué tengo?, ¿qué estoy haciendo mal?
¿Serán mis nervios o me están mirando repetidamente?
¿Huelo mal?
Para entonces te has acondicionado el cabello, el pantalón, la camisa, te limpias las comisuras de los labios y pones tu cara "de amabilidad y guapura".
Queda claro que esas actitudes, en mayor o menor medida las reflejamos por un temor al ridículo, que -me atrevo a pensar- todos hemos pasado al menos una situación 'tan bochornosa, que cae en el ridículo' en algún momento de nuestras vidas.
Pero cómo decía mi abuela, "el que no quiera ver fantasmas que no camine de noche" o más científicamente:
"...el miedo al ridículo es directamente proporcional a la intensidad del deseo de exhibirse...".
Definición de psicología clínica
¿Esto quiere decir que si no quiero hacer el ridículo no debo provocar la ocasión?
¡Qué dilema!, pues vivimos en sociedad, interactuando permanentemente, ejerciendo distintos roles, algunos inherentes, otros aprendidos y algunos más sociales; de roce, de complicidad, con la pareja...
Y eso me hace pensar en varios tópicos: me viene a la cabeza aquél bufón, fanfarrón y todólogo, que en su afán de ser 'el centro de atención en fiestas, reuniones, juntas de trabajo y demás, siempre tiende a verse en el 'ojo del ridículo' (aquí se aplica lo de la proporcionalidad de exhibición).
El sujeto en cuestión "sugiere" -con acciones, que lo hacen plenipotenciariamente ridículo- ser el HOMBRE/MUJER elegido/a por los dioses para brindarnos regocijo a nuestras vidas.
Así que de cierta forma se acostumbran, digámoslo así, a pagar el precio de los '5 minutos de fama' a costa del escarnio, morbo, risa, burla o críticas encarnizadas acerca de su persona.
Nunca falta alguien así, ¿cierto?
Del otro lado, mencionar a aquellas personas que tienen la '¿gracia?' de quererte poner en ridículo, regularmente delante de los demás.
Por alguna extraña razón, quizá porque de cierta forma 'envidian' la ecuanimidad o mesura del sujeto en acción, o por no tener nada que hacer... Tampoco falta alguien así...
Lo interesante de todo esto, es saber ¿qué tan preparados estamos para recibir las situaciones imprevistas y/o bochornosas?
Un ejemplo:
"Una noche, estando en una reunión semi informal de trabajo, hubo un brindis navideño; posteriormente, uno de mis jefes propuso -con toda alevosía y ventaja-, hacer una representación improvisada en la cuál habría 5 personajes con alguna característica que debía ser notoria 'en el escenario'...
Pastor 1: amanerado y bobo
Pastor 2:
Ángel: gruñona, enojona y vana
Pastora: sumisa y tonta
Diablo: provocativa, inteligente y sarcástica.
Cuando él leía sus hojas de manera casi morbosa, donde estaban sus 'ocurrencias' ya me veía en el papel de diablo, a Rodolfo en el papel de pastor 1, a Paco en el rol de pastor 2 , a Elisa cual pastora y obviamente a Mercedes, como ángel de la obscuridad, y no me equivoqué... entonces hice una autorreflexión:
¿Hasta dónde llega el disfrute por ver a alguien que no participa de las tonterías, borracheras, vulgaridades...
O de exhibir los 'defectos' de alguien distinto a ellos, como Rodolfo, y prácticamente forzarlo a hacer de 'amanerado' cuando el 'secreto a voces' es justo ese, y muy su asunto y respetable además.
De la cara del subjefe de área que para 'reírse' un rato de Paco por las múltiples veces que las chicas le dicen que ¡No! le asigna el papel de macho...
Lo mismo sucede con Elisa, que en lugar de ser la encargada de recursos materiales pareciera ser la 'office girl' de la oficina, porque hay una palabra que no aprendió a decir:
No y listo, la solución: exhibámosla como pastora tonta y sumisa...
Y vaya Mercedes, que es el Gargamel del trabajo... y claro yo, que de sexy, sensual y provocativa tengo poco menos que nada ¡ah!, eso sí... sarcástica si soy...
La verdad, cuando yo me levanté de mi asiento no tenía la más mínima congoja, salimos los 5 del salón y estando fuera Rodolfo -pastor 1- dijo muy acertadamente:
'¡Ande yo caliente, ríase la gente!'
Paco le tomó del brazo y dijo: '¿pues yo no me rajo y ustedes?', Elisa dijo: yo tampoco me rajo, Mercedes muy seria comentó: 'no pensé que fuera tan indeseable en el trabajo, pero les voy a mostrar que puedo reírme de mí'.
Yo los veía contenta y distintos, yo callada, a ver y dijeron: 'Ahora sí, dinos qué hacemos', sencillo: vamos a disfrutar el momento...
Entramos al salón y dimos una divertida antología; es más, casi me parto de la risa, tanto tiempo que no me reía tan a pierna suelta... ¡Nos llevamos los aplausos, la noche... brillamos!
Y no 'hicimos el ridículo' -para su disgusto-, por una simple y sencilla razón, Freud lo dijo acertadamente:
'El miedo al ridículo es una actitud mental, un temor que se pierde en la medida que se aprende a reír uno de sí mismo'.
¡Cierto, muy cierto!
No hice 4 amigos, para eso se necesita un poco más de tiempo, pero me llevé cuatro calurosos y sinceros abrazos.
Paco, Rodolfo, Mercedes, Elisa, gracias por recordarme que aprender es tomar el riesgo de querer hacerlo y aceptar que no se sabe todo".
Combatir el miedo al ridículo
El miedo al ridículo es una de las afecciones psicológicas más comunes.
Casi todos estamos afectados en mayor o menor manera, y el que se encuentra libre de esta traba provoca la admiración de los demás.
Francisco Gavilán (Año Cero núm. 19)
¿Soporta usted sin rechistar que alguien se cuele en la hilera en la que está aguardando pacientemente su turno?
¿Deja usted propina en el restaurante, pese a que el servicio dejó mucho que desear?
¿Es incapaz de expresar su opinión cuando esta es contraria a la de los demás interlocutores?
Muchos se han planteado alguna vez los motivos por los que reaccionan de forma insatisfactoria ante determinadas situaciones sociales.
Tienen la sensación de comportarse con excesiva timidez, inseguridad, y hasta vergüenza. Y, sobre todo, con un exagerado miedo al ridículo.
Son personas esclavas del deseo de gustar a todos, que han sacrificado el respeto que se deben a sí mismas.
Son las que, tras probarse cinco pares de zapatos en una tienda, ¡son incapaces de salir de ella sin comprar!
Son, en suma, personas no asertivas.
Aquí no pasa nada
El miedo al ridículo las hace inhibidas (conocí a un timorato que jamás se reía en el cine ¡por temor a ser el único!).
La inhibición es el resultado de un mecanismo automático. Si uno siente temor a ser menospreciado por los demás, optará siempre por no llamar la atención.
Así, ante cualquiera que transgrede el orden de una cola, se calla como si la cosa no fuera con él. Porque reclamar su derecho, significa llamar la atención y que los demás lo califiquen.
Reaccionan como aquel marido temeroso de escándalos que, al regresar a casa, le surge la sospecha de que su mujer le estaba siendo infiel en esos instantes.
Ante tal insinuación, su cónyuge le invita a que compruebe por sí mismo si se oculta alguien en la habitación.
El hombre empieza a mirar por todos lados diciendo en cada inspección: "Aquí no hay nadie". Hasta que, finalmente, al abrir un armario aparece un hombre completamente desnudo.
Mientras se apresura a cerrarlo, de nuevo exclama: "¡Aquí tampoco!"
Las conductas asertivas se distinguen, precisamente, por lo contrario.
Las personas asertivas, seguras de sí mismas, saben comunicar sus opiniones, sean positivas o negativas, así como sus creencias y sentimientos, en forma directa y adecuada en cada momento.
Sin inhibiciones ni violencia. Porque la asertividad no es ni mucho menos sinónimo de agresividad.
Implica respetar los derechos de los demás, pero también ¡hacer respetar los propios! Especialmente, el derecho a opinar.
Las opiniones son como las nalgas:
¡Todo el mundo tiene las suyas!
Por ejemplo, si un taxista está cobrando una tarifa excesiva a sus pasajeros, muchos se callan por temor a discutir.
Otros, se sitúan en el extremo contrario inundando de insultos al taxista. Como en el circo, «montan el número».
En cambio, la persona segura de sí misma, que no tiene miedo al ridículo, reclamará en forma correcta, pagando sólo lo que le indica el taxímetro.
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