Desarrolo Sustentable
noe231dz8 de Octubre de 2011
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Cultura, Valores y Educación para el Desarrollo Sustentable Principios para una Cultura Ambiental
Es clave recordar que la cultura precede al Estado/Nación. El Estado se genera desde la cultura y no a la inversa. La cultura surge gradualmente “desde abajo” a partir de la interacción libre y creativa de un grupo humano, y de éste con su entorno.
Si la cultura precede al Estado, un Estado armonioso y una sociedad armoniosa son consecuencia de una cultura armoniosa. La cultura está basada en valores que necesitan ser internalizados culturalmente e institucionalizados socialmente.
En una sociedad bien constituida sus miembros respetan cotidianamente estos valores por convicción interna. Una sociedad basada en un orden impuesto a la fuerza por agentes “externos” es inevitablemente un sistema mal estructurado, inestable, insustentable.
Los valores son transmitidos a través de la educación familiar y societal. El ejemplo de los padres, así como de los líderes sociales, es absolutamente fundamental para el traspaso de los valores. Una práctica de ambos que contradice la prédica lleva a la desmoralización, al cinismo, a actitudes y prácticas destructivas.
Demasiadas veces, cuando se habla de desarrollo sustentable, la discusión se reduce al “necesario cuidado del medio ambiente y de los recursos naturales” sin asumir que la degradación ambiental es un fenómeno sociocultural, una consecuencia de una sociedad mal estructurada que entre otros fenómenos negativos destruye la base física en la que se sustenta. Consecuencias de este mismo desequilibrio son la degradación humana, la violencia, la delincuencia, la crueldad y el egoísmo; la inequidad, la segregación y la discriminación socioeconómica, racial, de género y religiosa; la carencia de identidad cultural, la pérdida del sentido y la alegría de vivir y de la espiritualidad, el desarraigo... estas patologías socioculturales y la degradación ambiental son aspectos interrelacionados --el anverso y el reverso-- de un mismo sistema.
Para lograr desarrollo --es decir, el proceso sociocultural a través del cuál una comunidad humana logra darle calidad de vida y riqueza cultural a todos sus miembros enriqueciendo simultáneamente el entorno en el que se sustenta--es necesario referirse a diversos ámbitos de nuestra realidad, y a la interrelación entre estos: espiritual/religioso, cultural, social, económico, ecológico, político, legal/administrativo.
Nuestra sociedad necesita internalizar principios científicos tales como que la naturaleza y la humanidad conformamos un continuo espacio-temporal, que comienza desde el big bang, sigue a través del nivel atómico y molecular, y culmina en la intensa e íntima interrelación e interpenetración entre todos los seres, elementos y fenómenos que en su flujo recursivo conforman la biosfera.
No puede existir armonía social habitando ecosistemas degradados (las grandes ciudades del mundo son un buen ejemplo de esto) y no se puede lograr armonía ecológica --tener un entorno ecológico complejo, biodiverso, sano y puro-- desde sistemas sociales des-equilibrados. A mayor degradación social mayor degradación ecológica y vice-versa.
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Esta realidad nos entrega una suerte de eco, bio, y socio-indicador: si una sociedad está decayendo seguramente que simultáneamente está degradando su entorno ecológico y, a su vez, si una sociedad degrada su medio ambiente seguramente está mal estructurada y decayendo socio-culturalmente. La necesidad del cuidado del medio ambiente es algo demasiado obvio. Una sociedad que no lo ve, y que no actúa correctamente en este vital ámbito claramente tiene problemas paradigmáticos, tiene errores epistemológicos inmanentes en su entramado sociocultural que le está causando un ‘punto ciego’ letal.
Si estudiamos con atención la historia de la humanidad veremos que los sistemas sociales que generan inequidad, pobreza y degradación humana, los sistemas sociales imperialistas/capitalistas que se sustentan en agudas y estratificadas pirámides jerárquicas generan simultáneamente destrucción del entorno. Si hacemos la observación por el “otro extremo”, constataremos que las sociedades que destruyen su entorno son patológicas socio-culturalmente.
Afortunadamente existen numerosos ejemplos de lo contrario: pueblos arraigados con culturas comunitarias armoniosas, con sistemas sociales que tienden a la horizontalidad o esfericidad --biocentrismo o cosmocentrismo--, adaptados con notable inteligencia y éxito, incluso a los ecosistemas más extremos del planeta.
Si humanidad y naturaleza conformamos un continuo, nuestro desafío siempre ha sido y sigue siendo lograr la adaptación más creativa, inteligente y eficiente posible a nuestro entorno natural. Cuidar la naturaleza es cuidarnos. Cultivar la naturaleza es cultivarnos.
Necesitamos entender y cultivar las dinámicas, elementos, estructuras y fenómenos naturales que sustentan la estabilidad y productividad de la biosfera como sistema integrado, del cual formamos parte.
Incluso hoy necesitamos urgentemente emprender local y globalmente la restauración de ecosistemas y bioregiones para lograr la estabilización, por ejemplo del sistema climático de nuestro planeta, y la restauración de estructuras tales como la capa de ozono. Para esto tenemos que disminuir drásticamente, e incluso eliminar, prácticas y opciones sociales y tecnológicas entrópicas, que casi sin excepción son dinamizadas por la codicia.
Necesitamos asumir como sociedad que la energía del sol que sustenta y dinamiza toda la vida sobre la Tierra ingresa a la biosfera exclusivamente a través de los organismos fotosintéticos: plantas, bosques, fitoplancton... Mientras más vivos e incontaminados estén los océanos y mientras más bosques crezcan en la Tierra, habrá más energía disponible para todos los seres de la biosfera y entre ellos, nosotros.
Necesitamos asumir que la naturaleza y la biosfera se sustentan y equilibran en la diversidad y la complejidad de la comunidad biótica. Mientras más naturaleza y biodiversidad se desarrolle en el planeta mejores posibilidades de homeostasis, ambos para la biosfera y la humanidad.
Necesitamos redescubrir la necesidad vital de armonía ambiental que tenemos los seres humanos. Necesitamos identidad --sociocultural y de lugar, ecosistémica--,
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necesitamos raíces socioculturales y ecológicas; necesitamos comunidad, y en esta comunidad necesitamos incluir a la naturaleza que nos sustenta; necesitamos imperiosamente belleza para un desarrollo humano armonioso. La belleza y la armonía socio-ecológica no son lujos de privilegiados, son una necesidad vital y un derecho de todos los seres humanos.
Se nos repite que la degradación ambiental y social es el precio del desarrollo, el costo del progreso, que tenemos que destruir para desarrollarnos... y que después de este proceso civilizatorio necesariamente destructivo podremos cuidar lo que quede de naturaleza... (Informe WWF 2006). El irrestricto respeto de los derechos de todas las personas...así como la protección del entorno en el que se sustenta toda comunidad humana, no limitan ni restringen el desarrollo, sino que lo orientan en la única dirección que es desarrollo socialmente justo y benéfico, y ecológicamente sustentable. La única dirección que es “desarrollo” de verdad, sin apellidos.
Las opciones sociales y tecnológicas brutales, cortoplacistas, orientadas por la ignorancia y la codicia, no solamente tienen brutales impactos sociales, culturales, ecológicos y económicos, sino que además impiden que desarrollemos las opciones más sabias... las que realmente respetan y permiten el desarrollo armonioso de todas las personas, de las comunidades locales en toda su diversidad sin destruir el entorno natural.
Necesitamos redescubrir e internalizar que son los ecosistemas, la biosfera y ‘Gaia’ los que sustentan nuestras sociedades y economías, y que no son nuestras sociedades y economías las que sustentan los ecosistemas y la biosfera, de hecho, muy por el contrario, demasiadas de nuestras actividades antrópicas están degradando en forma severa la naturaleza. El aire, el agua y los alimentos son producidos por la naturaleza, no por nuestra tecnología e industrias, muy por el contrario, demasiadas de nuestras industrias están degradando y destruyendo estos elementos vitales.
A pesar de que la civilización se niega a asumirlo, es evidente que en este planeta existen claros límites ecológicos, claras ‘directrices operacionales’, capacidades de carga ecosistémicas acotadas, etc. Esto no nos limita, ni paraliza nuestro desarrollo. Aún respetando estos límites podemos “jugar” infinitamente con los elementos de la naturaleza. Nuestras opciones de desarrollo, así como las tecnologías dependen de nuestros valores, de nuestra cultura, de nuestros deseos. Ningún tipo de desarrollo es inevitable y ninguna opción tecnológica es obligada. Tenemos infinitas opciones.
Lo único que debiera obligarnos, y orientar nuestro desarrollo, es una cultura basada en el respeto real, irrestricto, profundo de todas las personas, complementado con la lúcida comprensión de la “bio-lógica”, de la lógica de la vida, de las reglas básicas del juego de la biosfera.
Tal como los ecosistemas se sustenta en la biodiversidad y la complejidad de la comunidad biótica, los sistemas sociales se benefician, se estabilizan y son mucho más creativos y productivos con la libertad real de todos sus miembros, con la diversidad y la riqueza cultural.
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