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Distanasia

karinagoar29 de Julio de 2013

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INDICE

 INTRODUCCIÓN PÁG 2

 DEFI NICIÓN 3

 FACTORES CAUSALES 6

 FACTORES PREDISPONENTES 6

 CONSECUENCIAS 8

 PREVENCIÓN 8

 PRINCIPIOS 9

 ACTIVIDADES Y CONDUCTAS 9

 CONCLUSIONES 13

 BIBLIOGRAFÍA 15

INTRODUCCION

La distanasia es un fenómeno que surge asociado a la emergencia y desarrollo de la biomedicina. La definición de distanasia es expresión de una lógica determinista y señala al médico como único responsable de los actos distanásicos. El presente trabajo reinterpreta el fenómeno de la distanasia. Muestra los múltiples factores que participan en la configuración de ambientes o entornos distanásicos, los cuales no son necesariamente factores causales directos. Describe cómo la interacción de estos factores y la incertidumbre, característica en la toma de decisiones clínicas, son las fuentes de la gran variabilidad que ellas exhiben particularmente al final de la vida, algunas de las cuales calificadas como distanásicas. Luego describe los efectos de la distanasia a múltiples niveles y la limitada eficacia de las soluciones propuestas como consecuencia de una interpretación equivocada del fenómeno. Con estos elementos se plantea que la distanasia es expresión de un sistema complejo en proceso de decomplexificación. Ejemplo de un sistema desacoplado en el cual las conexiones entre sus componentes son débiles y el propósito se ha deformado. Propone que pacientes bajo tal sistema, son protagonistas olvidados y objetos de exclusión y sugiere que la distanasia podría ser mejor entendida desde una perspectiva compleja y a la reflexión bioética como el método para reavivar las interacciones y rencontrar el sentido de la atención de pacientes al final de su vida.

La actividad médica actual utiliza abundante cantidad de conocimientos y recursos tecnológicos y farmacológicos, que han contribuido al bienestar de las personas. Sin embargo, existe una zona limítrofe más allá de la cual, el beneficio obtenido con la aplicación de más tecnología se torna insignificante y se convierte en perjuicio, genera maltrato, insatisfacción, desperdicio de recursos y una sensación de fracaso y pérdida del sentido del quehacer médico. La distanasia es una muestra de estas circunstancias. La distanasia se define como la “acción, intervención o procedimiento médico que no corresponde al objetivo de beneficiar a la persona cuando está en fase terminal, y que prolonga, en forma inútil y con sufrimiento, el proceso de morir, promoviendo la postergación de la muerte”1. La definición de distanasia establece una relación de causalidad entre el médico como agente de una acción y un paciente quien sufre sus efectos, los cuales pueden ser calificados como inútiles o perjudiciales. Además revela que en su enfoque subyace una lógica lineal. El trabajo aporta elementos para interpretar la distanasia como un fenómeno complejo. Inicialmente se hacen algunas consideraciones en torno a los términos usados para referirse al fenómeno. En segundo lugar se describen los factores que pueden contribuir a la configuración de entornos distanásicos. En tercer lugar se describen los efectos de la distanasia, los cuales se expresan a múltiples niveles. Con base en estos elementos, se muestra que la distanasia es expresión de un sistema complejo y que su reconocimiento y control van más allá de un enfoque lineal restringido a lo individual. Finalmente, se destaca la necesidad de la reflexión bioética como componente de una remodelación cognitiva en torno a la atención y el cuidado que debe ser ofrecido a las personas al final de su vida.

DEFINICIÓN

El llamado “encarnizamiento terapéutico” es una expresión coloquial –popularizada por los medios de comunicación social, en las lenguas románicas-, que traduce de manera parcial aunque expresiva, el término más académico de “distanasia”, palabra de origen griego que significa “muerte difícil o angustiosa”. En el vocabulario de la ética se utiliza la palabra distanasia para indicar la utilización en el proceso de morir de tratamientos que no tienen más sentido que la prolongación de la vida biológica del paciente. Consideramos que la expresión de encarnizamiento terapéutico implica una intencionalidad o, por lo menos, conciencia de que se trata de algo inmoral, que no se corresponde en la mayoría de casos con la intención del médico. La traducción que hace la literatura inglesa del problema que tratamos, es la de prolongación innecesaria de los medios de soporte vital. Esta acepción, sin embargo, no abarca suficientemente la situación tan frecuente de pacientes en situación irreversible pero no terminal, sujetos a terapéuticas potentes que contemplan los aspectos científicos de la enfermedad por encima de la calidad de vida de la persona que la sufre. Este concepto, a nuestro criterio, se ajusta más al significado de distanasia, ya que suprime la intencionalidad maliciosa de causar un daño, implícito en la palabra “encarnizamiento”. Insistimos en que esta intencionalidad no se corresponde con la realidad, no hace justicia a los médicos, ni tampoco se adapta a todos los casos de prolongación del proceso de morir, en los que el médico está implicado. Por todo ello, creemos que la expresión más adecuada es la de obstinación terapéutica, que utilizamos en este documento.

La ¨distanasia¨ (del griego ¨dis¨, mal, algo mal hecho ...) es etimológicamente lo contrario de la eutanasia, y consiste en retrasar el advenimiento de la muerte todo lo posible, por todos los medios, proporcionados o no, aunque no haya esperanza alguna de curación y eso signifique infringir al moribundo unos sufrimientos añadidos a los que ya padece, y que, obviamente no lograrán esquivar la muerte inevitable, sino sólo aplazarla unas horas o unos días en unas condiciones lamentables para el enfermo. La distanasia también se llama ¨ensañamiento¨ y ¨encarnizamiento terapéutico¨, entre otras acepciones, aunque sería más preciso denominarla ¨obstinación terapéutica¨.

La ¨obstinación terapéutica¨ es la aplicación de intervenciones quirúrgicas y/o medidas de resucitación u otros procedimientos no habituales a enfermos terminales cuyo fallecimiento por inminente y/o consumado se retarda por todos los medios. Y no es esta la cuestión de la que se trata mientras existan constantes vitales con expectativa de vida, a cuyos enfermos se les tiene que socorrer debidamente, porque la obligación del profesional de la salud es preservar su vida, respetando el privilegio terapéutico en situaciones de urgencia vital.

Se ha de eludir la ¨distanasia¨, si en los enfermos terminales con lesiones cerebrales u otras dolencias, a los que siempre se deben mantener las medidas de sostén o prestaciones debidas de ¨tratamiento vital¨ en situación crítica de necesidad concurrente para aliviar los sufrimientos del moribundo y moralmente conforme a la dignidad humana, se aplicarían tratamientos extraordinarios o desproporcionados de cirugía, reanimación cardíaca (que se utilizan habitualmente en estados críticos y que incluirían un sistema de traqueotomía, una aparato desfibrilador así como aplicar los electrodos del electrocardiógrafo, inyección de adrenalina y localizar una vía intravenosa, conexión de la máquina de respiración asistida y equipo de oxígeno, etc. ...) u otros métodos lesivos. Si desde el punto de vista ético, ya con el fin de no prolongar su agonía, porque existe la condición previa de que la muerte no es deseada ni como fin ni como medio sino solamente un hecho previsto y tolerado como inevitable cuando cursa sin actividad electroencefalográfica ni contracción cardíaca y habiéndose hecho lo posible por el enfermo, se opta por no practicar de nuevo su resucitación por medios artificiales y/o mecánicos, porque no existirían esperanzas de salvar su vida, después de certificar su ¨muerte clínica¨ observada y declarada por un médico, y de haber firmado el enfermo una declaración de voluntades anticipadas.

De todos modos, antes de llegar el caso y siempre respetando los requerimientos de asistencia espiritual por su alma y por voluntad propia del paciente consciente de sus actos, o aun cuando no esté capacitado para firmar según los cánones establecidos, pero todavía conserve sus facultades mentales y se pueda comunicar, con el fin de evitar la distanasia, el ¨testamento vital¨ según los cánones eclesiásticos, es el único lícito, ética y moralmente, y puede ser firmado ante testigos por los familiares más allegados, como interlocutores válidos ante la ley y por orden de autorización del enfermo.

Es capaz de rechazar el ¨empecinamiento terapéutico¨ sin expectativa ninguna de mejoría, lo que se patrocina en realidad por parte de los médicos que apoyan la eutanasia pasiva y activa, es el acto de dar muerte a otro (por acción u omisión), como si eso mereciese la misma consideración que la de hacer lo posible por el moribundo para que pueda vivir lo más dignamente posible su propia muerte cuando esta llegue, y acto seguido abstenerse de prolongar su existencia precaria.

El ¨encarnizamiento terapéutico¨ se entiende en un contexto ajeno al que se refieren los médicos que practican la eutanasia u homicidio terapéutico, porque no pueden acabar con la vida de sus pacientes, ni aun

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