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Distanasia en pacientes con enfermedad terminal


Enviado por   •  18 de Marzo de 2020  •  Ensayos  •  2.372 Palabras (10 Páginas)  •  79 Visitas

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Distanasia en pacientes con enfermedad terminal

María Camila Forero Pulgarín, Laura Gómez Quiroga

Universidad de La Sabana

2019

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     En los últimos años, hemos sido testigos de un cambio radical en el ejercicio de los profesionales de la salud y en el cuidado de los pacientes, que involucra la participación de recursos tecnológicos y farmacológicos como un medio elemental para proveer el cuidado y contribuir al bienestar de los pacientes.

     De acuerdo con lo anterior, son inherente los beneficios que trae consigo la utilización de la tecnología en el campo de la salud; no obstante, cuando el beneficio obtenido por la tecnología resulta insignificante y perjudicial para los pacientes, nos encontramos en dos temas de gran controversia: ‘‘la lucha constante para preservar la vida a toda costa’’ y ‘‘la violencia al ser humano por los mecanismos que intervienen en dicho proceso’’ (1). Es por esto, que en la actualidad se discuten múltiples dilemas éticos en torno al final de la vida, en donde los profesionales de la salud, los pacientes y sus familiares son los implicados en el proceso.

     Desde esta perspectiva, abordamos la distanasia en pacientes con enfermedad terminal, como uno de los dilemas éticos más controversiales estudiados desde la ética del cuidado al final de la vida, teniendo en cuenta el argumento de Valbuena en 2008: ‘‘La tecnología constituye el contexto cada vez más imperioso en el que se configura la vida humana. Se ha llegado a pensar que si alguien respeta el valor de la vida y la tecnología tiene el poder de extenderla, entonces, una omisión en utilizar la tecnología constituye una falta de respeto por la vida’’. (1)

    La distanasia es una palabra de origen griego cuya etimología es dis y thánatos, mal y muerte; entendida como la “prolongación innecesaria del sufrimiento de una persona con una enfermedad terminal, mediante tratamientos o acciones que de alguna manera “calman” los síntomas que tiene y tratan de manera parcial el problema, pero con el inconveniente de estar prolongando la vida sin tomar en cuenta la calidad de vida del enfermo” (2).

     Según la definición de la OMS y de la Sociedad española de cuidados paliativos, enfermedad en fase terminal es “aquella que no tiene tratamiento específico curativo o con capacidad para retrasar la evolución, y que por ello conlleva a la muerte en un tiempo variable (generalmente inferior a seis meses); es progresiva; provoca síntomas intensos, multifactoriales, cambiantes y conlleva un gran sufrimiento (físico, psicológico) en la familia y el paciente” (3).

     En este orden de ideas, el argumento de la obligación de salvar vidas y prolongar la vida a toda costa por medio de la implementación desmesurada de la tecnología, es erróneo y antiético en pacientes que sufren de una enfermedad terminal; pues la distanasia no es más que una situación de sufrimiento para el paciente, donde la vida es mantenida sin perspectivas, y en muchos casos se realizan intervenciones que no representan mayor beneficio para los pacientes ni para sus familiares, pero sí representan costos para los sistemas de salud (4).

     En primer lugar, la distanasia configura una relación de causalidad entre los profesionales de la salud como agentes que ofrecen el cuidado relacionado con la manipulación de la tecnología, y los pacientes, quienes sufren los efectos de las intervenciones. A partir del auge que han tenido las ciencias de la salud en el ámbito técnico-científico, se les ha otorgado una nueva función a los profesionales de la salud, relacionada con el control efectivo sobre la muerte, lo cual, es una de las causas del por qué se efectúa la distanasia.  

     Adicionalmente, existen otros factores que han sido identificados como medios causales de manejos distanásicos. Entre los más importantes se encuentran los factores históricos y culturales, ya que confieren un ideal de miedo ante la muerte y, la influencia jurídica, debido que, la falta de reglamentaciones en torno al final de la vida, constituye un medio desconocido para los profesionales sobre cómo actuar ante estas situaciones; por lo tanto, se tiene el ideal tanto en la comunidad como en los profesionales de la salud, de que mediante la manipulación deliberada de la tecnología, se debe evadir la muerte. (1)

     Los pacientes que padecen enfermedades terminales experimentan diversos síntomas, entre los que prevalece el dolor (4). Disnea, anorexia, vómito, sangrados, alteraciones en la orina y la deposición, causan sufrimiento al paciente, quien ya se encuentra al límite de su tolerancia debido a la gravedad de su enfermedad. Este sufrimiento se extiende también a los cuidadores, quienes deben hacer un gran esfuerzo físico y emocional para manejar los pacientes (5). Por lo tanto, como la distanasia consiste en retrasar la muerte por todos los medios disponibles, aunque no haya esperanza alguna de curación, se expone al paciente a sufrimientos adicionales a los que ya padece, y a su vez, no se logrará evitar la muerte, sino solo aplazarla bajo unas condiciones lamentables para el enfermo, atentando contra su integridad personal y su calidad de vida.

     En relación con lo anterior, queda una incognitica que se ha venido presentado a lo largo del tiempo teniendo en cuenta las cuestiones éticas y es ¿Por qué aun sabiendo que la distanasia es un proceso penoso y antiético por el que son sometidos los pacientes con enfermedades terminales, se siguen implementando medidas distanásicas en los diferentes servicios de las instituciones de salud? Lo cierto es que, la problemática gira entorno a la ignorancia por parte de las instituciones y profesionales en cuidar adecuadamente a los pacientes con dichas condiciones, ya que, se presenta una brecha entre morir dignamente y mantener la vida gracias a técnicas de soporte vital que permiten suplantar artificialmente las diferentes funciones vitales del organismo (6).

     De acuerdo con lo anterior, estudios recientes arrojan que los profesionales de la salud por miedo a la eutanasia caen y optan por medidas distanásicas. Por ejemplo, Clavel en 2007, realizó un reporte y seguimiento para diferenciar los dos términos, donde expone el caso de un paciente que sufría de esclerosis lateral amiotrófica que deseaba que le desconectaran el respirador que le mantenía con vida, pero no lo hicieron ‘‘por miedo a la eutanasia’’. (7) Por lo tanto, cabe aclarar que, este paciente no estaba recurriendo a la eutanasia ya que, no se estaba implementando medios farmacológicos para acabar con su vida; en este caso, el paciente opta por limitar el esfuerzo terapéutico para la aceptación de su muerte, sin prolongar la agonía ni efectuar intervenciones innecesarias.

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