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EL DIÁLOGO Y EL MONÓLOGO ARGUMENTATIVOS


Enviado por   •  4 de Enero de 2015  •  2.401 Palabras (10 Páginas)  •  273 Visitas

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(TOMADO DEL LIBRO “La argumentación”- Christian Plantin (2002)- Edit. Ariel practicum, Barcelona,

CAPITULO 4

EL DIÁLOGO Y EL MONÓLOGO ARGUMENTATIVOS

En este capítulo se propone una definición provi¬sional de la argumentación basada en la noción de diálogo argumentativo, no normativo (§ A). En el § B se expone la «simplificación» monológica de este gé¬nero de diálogo. En el § C se presenta un conjunto de nociones complementarias o derivadas de este modelo de base.

A.- El diálogo argumentativo.

a) PRIMER ESTADIO: UNA PROPOSICIÓN

En el estado inicial, la argumentación aparece en situaciones de diálogo provocadas por reflexiones como la siguiente:

1. Prop.: -¡Habrá pocas frambuesas este año!

Quien habla produce un discurso mínimo expre¬sando un punto de vista, una Proposición. Aquí hay que entender el término «proposición.» no en el senti¬do lógico-gramatical, sino en el sentido corriente: un ofrecimiento. Un discurso completo puede estar formado por una sola proposición, la cual, una vez apo-yada por datos, se convertirá en la conclusión (C) de la argumentación (véase el estadio 4). Al hablante que enuncia la proposición se le llama, naturalmente, el Proponente (Prop.).

Puede ocurrir que el interlocutor simplemente acepte la proposición:

2. ¡Qué más da, comeremos cerezas!

3. ¡Por supuesto, señor!

Los enunciados 2 y 3 son las «continuaciones pre¬feridas» de 1, ya que en el diálogo se prefiere el acuerdo.

¬

b) SEGUNDO ESTADIO: UNA OPOSICIÓN

Sin embargo, al emitir este enunciado, el locutor se ha expuesto a la incomprensión o a la oposición de su interlocutor, que puede expresarse de una manera más o menos virulenta. Un cierto número de pregun¬tas canónicas, que van desde la duda al rechazo, lo ponen de manifiesto:

4. Op.: ¡Oh, no! ¿Por qué dices eso?

5. ¡Anda ya! ¿Yeso?

6. ¿Ah sí? ¿Por qué?

7. Pues yo pienso que habrá en abundancia

Al interlocutor que pone en duda la proposición emitida por el Proponente y le opone un contradis¬curso se le llama Oponente (Op.). El contradiscurso se puede reducir a una forma mínima, no verbal, por ejemplo un levantamiento de cejas que manifieste sor¬presa.

La argumentación supone que nos preguntamos si tal proposición está fundamentada. Tiene que existir duda, algo que se pone en duda, tiene que cuestionarse una proposición, tiene que haber divergencia de opiniones y, finalmente, oposición entre los discursos.

Sólo puede haber argumentación si hay desacuerdo sobre una posición, es decir, confrontación entre un discurso y un contradiscurso. Si el Oponente potencial no tiene la posibilidad de expresarse respecto a la proposición que sostiene el Proponente, no hay argumentación posible. Se dice, con razón, que el desarrollo de una argumentación sólo puede producirse bajo determinadas condiciones, que son a la vez culturales e individuales, y que supone si no una sociedad democrática, al menos una «situación democrática». Esta condición lleva consigo una problemática de autoridad (véase capítulo 16).

e) TERCER ESTADIO: UN PROBLEMA

Al haber chocado con una oposición, la proposición se problematiza, se cuestiona y de ella se deduce el tema del debate: el problema:

Problema: ¿Habrá pocas frambuesas este año?

El Proponente sostiene que habrá pocas y responde “¡si!” a esta pregunta; el Oponente, por su parte, se orienta más bien hacia el «¡no!».

d) CUARTO ESTADIO: LOS ARGUMENTOS

El proponente puede defender su punto de vista apoyándose en hechos que puedan darle la razón. Proseguirá, pues, con el problema presentando un cierto número de datos (D) que justifican la proposición inicial, por ejemplo:

8. Prop.: Así lo creo.

9. Lo he leído en el periódico.

10. Lo he leído en las estrellas.

11. Este año no hay fruta.

12. Las fresas llevan retraso.

13. Ha helado.

14. Las importaciones están bloqueadas.

15. El hielo de finales de febrero ha destruido las frambuesas.

Los enunciados 9 a 15 remiten al Oponente lo que presentan como hechos y se apoyan en ellos para justificar la Proposición 1. Pero, para que el dato justifique realmente la Proposición, aún se ha de captar la relación entre esas dos afirmaciones. Supongamos que el interlocutor no comprende por qué el retraso de las fresas deja presagiar una penuria de frambuesas, o que no ve cómo el hielo puede afectar a la producción de frambuesas; podrá reaccionar con un conjunto de enunciados, como las típicas interrogaciones siguientes:

16. ¿Y qué?

17. No veo la relación entre la cosecha de frambuesas y la cosecha de fresas, entre el hielo y la fruta.

Para el oponente, (D) y (C) siguen sin tener relación; no comprende cómo se puede concluir 1 a partir de 12 y 13. No capta el principio que hace que esos enunciados sean pertinentes para la aserción de 1.

¿Qué es lo que legitima el paso, qué es lo que autoriza a «dar el salto» de (D) a (C)?

• A esta pregunta del Oponente, el Proponente debe responder proporcionando una ley (L) -regla, principio general, «licencia para inferir»- capaz de funcionar como fundamento para ese paso, lanzando una especie de «puente» entre el dato o premisa y la conclusión:

(L) El hielo destruye los frambuesos.

(L) Las frambuesas son como las fresas.

Los datos, al apoyarse sobre una ley de paso adecuada, adquieren el estatus de argumento y la Proposición, el estatus de conclusión.

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