ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

EL PRINCIPE FELIZ


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2012  •  791 Palabras (4 Páginas)  •  531 Visitas

Página 1 de 4

La estatua del Príncipe Feliz, sobre una alta columna, dominaba toda la ciudad. Estaba recubierta por láminas de oro, sus ojos eran dos zafiros de azul profundo y en la espada brillaba un enorme rubí. Los habitantes de aquella ciudad estaban orgullosos de vivir en un lugar tan bellamente adornado y todos, niños y grandes, lo tomaban como modelo y ejemplo a seguir. - Es realmente bonito, como un ángel – decían - Parece tan feliz, nunca llora.

Se acercaba el frío invierno, y las golondrinas comenzaban sus vuelos migratorios hacia Egipto. Una de ellas, que había postergado su partida, eligió la estatua del Príncipe Feliz como refugio. Acurrucada ya para dormir, sintió una gota en el pico. Después otra, y más tarde, otra más. Al alzar la vista, vio que los ojos de la estatua estaban llenos de lágrimas, y éstas eran las que caían sobre ella.

- ¿No te llaman el Príncipe Feliz? ¿Cómo es que lloras? - Lloro porque en vida era humano y vivía en la Mansión de la Despreocupación, alejado de la fealdad y la miseria. Lloro porque ahora, desde aquí arriba, puedo comprobar el sufrimiento que se extiende fuera de los muros de aquel lugar. Y lloro porque tengo los pies pegados a este pedestal, no puedo moverme. Pero...si tu quisieras ser mi mensajera...

- Golondrina, en una de las callejuelas, - prosiguió el Príncipe – hay una mujer bordando el vestido que lucirá una bella dama en el baile de Palacio. Su hijo llora, enfermo, en el lecho, y ella sólo puede darle agua, porque es muy pobre. Golondrina, por favor, llévale el rubí de mi espada. - Ya debería estar junto a mis compañeras sobrevolando el Nilo, pero lo haré. – Dijo la golondrina. Y al dejar el rubí junto a la costurera, sintió el calor de la satisfacción.

- Golondrina, si te quedaras una noche más conmigo, - dijo el Príncipe a la noche siguiente, - podrías llevar uno de los zafiros de mis ojos a aquel escritor que habita esa buhardilla: está hambriento y no tiene leña para calentarse, está tan débil que quizá no pueda entregar a tiempo la obra al director de teatro. - Debería estar en Egipto, junto a las pirámides, viendo a los leones bajar a beber al Nilo, pero haré como tú deseas. Y se sintió realmente feliz al hacerlo.

Una noche más el Príncipe pidió a la golondrina que se quedara para entregar el otro zafiro de sus ojos: - En la plaza hay una niña descalza y sin abrigo. Vende fósforos. Se le han caído en el barro y ahora no los puede vender. Su padre se enfadará si no lleva el dinero a casa. - Príncipe, entonces, ¡te quedarás ciego! – Exclamó la golondrina, pero él asintió y ella entregó la joya a la niña, cuyos ojos se iluminaron de felicidad.

Al volver junto al Príncipe, la golondrina le anunció: - Ahora que estás ciego, voy a quedarme a tu lado para siempre.- Pues lo cierto es que, aunque debería estar junto a sus

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (4.4 Kb)  
Leer 3 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com